La posible prioridad oculta del presidente Joe Biden

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claudio fantini
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Es posible que, efectivamente, los informes de inteligencia revelen señales inequívocas de que el jefe del Kremlin iniciará la invasión de Ucrania en horas o días.

Pero también es posible que al hacer estas afirmaciones, la intención de Biden sea conjurar el peligro de que Rusia invada a su vecino. En definitiva, si Vladimir Putin ordena en estos días la invasión, estará convalidando el anuncio de la Casa Blanca.

Lo seguro es que Biden intenta arrebatarle al líder ruso el control del tiempo. De eso se trata esta etapa del conflicto. Quien maneja los tiempos está en ventaja. Putin controló esa variable hasta que Biden empezó a anunciar la invasión. Y eso le movió el escenario al líder ruso.

Pero maniobrar por el control del tiempo es más bien táctico. Lo estratégico tiene que ver con el objetivo prioritario de las potencias en pugna. Las prioridades de Putin parecen más claras que las de Biden, porque están en línea con su modus operandi. Su objetivo de máxima es lanzar una invasión que alcance a Kiev, la capital, para instalar allí un “régimen de Vichy” que responda a Rusia del mismo modo que el régimen que encabezó el mariscal Petain en la Francia ocupada por la Wehrmacht respondía a Berlín mientras el Tercer Reich se apropiaba de Alsacia y Lorena, los territorios franceses con población de origen alemán.

El “Vichy ucraniano” recibirá las directivas del Kremlin, mientras Rusia anexa o declara independiente a la región del Donbás, territorio ucraniano con población de origen ruso. En ese objetivo de máxima, Putin conjura la posibilidad de que Ucrania se incorpore a la OTAN, como desea el gobierno pro-europeísta de Volodimir Zelenski.

De no alcanzar ese objetivo, la prioridad de Putin sería separar de Ucrania a las ricas provincias mineras de Donestk y Lugansk, hoy gobernadas por separatistas prorrusos, para crear un territorio aliado que aleje a la OTAN de la fronteras de Rusia. Y si no puede, su objetivo mínimo sería conservar Crimea y lograr un compromiso de las potencias occidentales de nunca incluir a Ucrania en la alianza atlántica.

Lo que no está tan claro son las prioridades de Washington. Oficialmente, lo que afirma la potencia líder de Occidente es que su objetivo es salvar a Ucrania de una invasión rusa o asistirla en caso de ser atacada para que no pierda territorios. Es posible que ese sea de verdad su objetivo; pero también es posible que el Pentágono haya establecido otro orden de prioridades en el que el principal objetivo no sea impedir una invasión rusa y ayudar a Ucrania a mantener su integridad territorial, sino otro. Probablemente, la verdadera prioridad sea valerse de un ataque ruso a Ucrania para justificar la aplicación de sanciones demoledoras para la economía rusa.

En esta hipótesis, el objetivo que persigue Biden es destruir los acuerdos como el Nord Stream II, para impedir que se concreten en las siguientes décadas oceánicas exportaciones rusas de gas a países europeos.

El excanciller Gerhard Schroeder es un tenaz gestor y defensor del Nord Stream II, mientras que su correligionario y canciller de Alemania, Olaf Schulz, se debate entre concretar esos acuerdos o sumarlos a las sanciones que EE.UU. quiere aplicar a Rusia.

Si Biden lograra destruir en Nord Stream y aplicar las tenazas financiaras diseñadas para estrangular la economía rusa, Putin no podría sostener su política de intervención militar para amputar territorios a los países exsoviéticos que quieran integrarse a Europa incorporándose a la OTAN.

Con esa política, Putin castigó a la caucásica Georgia amputándole territorios en Abjasia y Osetia del Sur; a Moldavia le hizo perder el control sobre el Transdniester; a la oposición kazaja que se manifestó masivamente contra el gobierno prorruso de Tokayev la aplastó enviando el ejército ruso a reprimir en Kazajstán, y a los ucranianos les quitó Crimea y su estratégico puerto sobre el Mar Negro, Sebastopol, cuando derribaron al gobierno pro-ruso de Victor Yanukóvic.

La posible prioridad oculta de EE.UU. puede ser anular el músculo militar ruso para imposibilitarle mantener su hinterland. De ese modo, podría continuar la ampliación de la OTAN hasta cercar a Rusia.

Si el objetivo es continuar el plan que incorporó a la OTAN a los exmiembros del Pacto de Varsovia y a los exsoviéticos países bálticos, entonces la prioridad no es evitar que Ucrania sea atacada, sino dejar que ese ataque ocurra para justificar las sanciones con que Washington busca paralizar la economía rusa y debilitar militarmente al gigante eslavo, para poder maniatarlo con un cerco geopolítico que contradice el espíritu de las negociaciones que clausuraron la Guerra Fría.

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