La permanente guerra entre los políticos de distintos grupos, con insultos, agresiones, falta de colabora-ción para resolver asuntos de Estado y negociaciones que nada tienen que ver con el interés común, hacen a la credibilidad de los políticos y de la política.
La falta de liderazgo hace que las luchas sean no solo entre partidos, sino dentro de los mismos y con tristeza vemos cómo algunos, a ojos cerrados, dan golpes a uno u otro gobierno, con total irresponsabilidad, con el único objetivo de mantenerse “vigentes” en la memoria colectiva y estar preparados para el próximo evento eleccionario.
Gobernar es una tarea que implica buena fe, responsabilidad, conocimiento, esfuerzo y liderazgo pero ello no es suficiente; también es necesario tener suerte con el clima, la salud pública, los precios internacionales y sobre todo, buen concepto del Uruguay en las calificadoras de crédito, los inversores y los países con los que tendremos que negociar.
Tirar piedras sin ton ni son a los gobiernos perjudica la imagen de país. Discutir ideas, cambiar opiniones entre personas, con conocimientos apropiados, en los distintos temas de gobierno, es sano, enriquece, siempre que sea con respeto.
Sin embargo, la demagogia daña tremendamente la cohesión social, tal el caso de promover ideas tales como aumentar salarios sin que aumente la economía y sin explicar que eso implica dejar fuera del mercado laboral a otros que necesitan ingresar al mismo o ajustar salarios por inflación pasada sin explicar que eso impacta en la inflación futura, creando así un círculo vicioso o incluso afirmar que puede sostenerse la producción en una empresa en la cual quienes hagan paro invadan los lugares de trabajo, ocupándolo. Nada de esto es consistente con el mundo real.
El país tiene un problema de costos internos muy altos, fundamentalmente por el peso del Estado sobre el sector productivo y si a eso le agregamos la amenaza constante de rigidez en materia laboral formamos un excelente ambiente para ahuyentar la inversión. Presión impositiva elevada y costos de producción excesivos hacen que la competitividad se vea comprometida.
Se podrá estar más o menos de acuerdo con la conducción económica del gobierno saliente o el actual, quizás con prioridades diferentes o incluso no tan distintas, hay que dejar que los equipos económicos se dediquen a lo que deben, conducir al país hacia el crecimiento.
Dar señales confusas y contradictorias, aun dentro del mismo gobierno, no colabora en nada en atraer inversiones, sin ellas no habrá crecimiento. Con una economía estancada no habrá recursos para subir salarios sin aumentar el desempleo, construir viviendas de interés social, apoyar la niñez, combatir la inseguridad, construir más escuelas de doble horario y tantas otras legítimas aspiraciones propuestas en la campaña electoral, será solo un sueño no cumplido.
El cierre de empresas debiera ser un llamado de atención importante a cerrar filas y dedicarse a contribuir con propuestas e intercambios positivos facilitando el diálogo constructivo y la paz social. La fractura social solo conduce a empeorar la situación general.