El juego de acusaciones cruzadas en el que está metido el sistema político genera un ruido que dificulta separar la paja del trigo. Aquí lo importante sigue siendo cumplir con la agenda reformista que votó el pueblo.
Por un lado, es muy positivo que el anteproyecto de reforma de la seguridad social esté contando con un visto bueno general de parte de los partidos que integran la Coalición Republicana (CR). Más allá de naturales cambios que en el ámbito legislativo cada uno propondrá buscando perfeccionar el texto, y del consenso que ellos obtengan en la CR, lo cierto es que una reforma políticamente difícil y electoralmente riesgosa está siendo encarada con seriedad, y se aprobará seguramente antes de fin de año.
En este sentido, la CR debe asumir, desde ya, que el Frente Amplio (FA) votará en contra del proyecto final. Una primera señal fue dada cuando la izquierda dijo que esperará por la posición de la CR sobre la reforma: como solo respira oportunismo táctico, el FA jamás prestará sus votos si faltare alguno de la CR, independientemente de la calidad del proyecto en sí. Una segunda señal es que ya hay varios referentes de la izquierda buscándole el pelo al huevo para decir que el anteproyecto tiene fallas. Y finalmente, la tercera y fundamental señal es que el mundo sindical, que es quien fija el rumbo del FA, ya se está oponiendo abiertamente a la reforma.
Por otro lado, es muy importante que el gobierno haya decidido un norte invariable en la implementación de la reforma educativa. La izquierda, a través de su vanguardia opositora gremial- sindical, intensificará las movilizaciones para intentar trancar todo. Pero la sensación es que la decisión oficialista es firme. Más allá del fuerte ruido zurdo, el mensaje de la CR es de legitimidad democrática contundente: hay un mandato ciudadano que cumplir.
Finalmente, los temas de inseguridad están precisando una mejor comunicación. Nadie de buena fe, y eso excluye a buena parte del FA, puede dudar de la evolución positiva que sigue constatándose en torno a la baja de los principales delitos como hurtos, rapiñas y abigeatos, por ejemplo. Tampoco nadie puede decir que los homicidios, hoy, sean más numerosos en cifras anualizadas que los peores datos de toda la historia que fueron los de 2018 y 2019.
Sin embargo, como al inicio de esta administración no hubo una comunicación resuelta que señalara que en particular había zonas de Montevideo que sufrían índices de inseguridad y asesinatos propios de los peores países de Centroamérica, se ha ido instalando la idea de que el aumento de crímenes de este invierno no tiene parangón. Es claro que en estos últimos meses la violencia por asesinatos es más grave que las de 2020 y de 2021; pero el peor período registrado sigue siendo, hasta hoy, el último bienio de Bonomi en Interior.
Sobre este asunto, la paja está en la renuncia de Calabria, apoyada por todo el oficialismo; y en las ilegalidades de Carrera, apoyadas por todo el FA. Y el trigo está en el mayor desafío que, frente a una represión más fuerte y exitosa, el narcoterrorismo está planteando hoy al monopolio de la violencia legítima del Estado en varias zonas del territorio nacional. Se trata de un desafío tan grave como sustancial para la supervivencia nacional.