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La Argentina sombría

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La palabra “maniqueísmo” y su significado son más conocidos que el antiguo predicador persa que creó una religión, la llevó hasta la India y murió crucificado por orden del rey sasánida Bahram I.

El aporte que eternizó el nombre de Manes (o Mani) convertido en sustantivo y adjetivo, es reducir la compleja realidad a una lucha eterna entre “la luz y la oscuridad”, o sea, entre el bien y el mal.

En el pensamiento maniqueo todo lo que no es el bien, es el mal; del mismo modo en que todo lo que no es luz, es oscuridad. Una simplificación que, en la política, se convirtió en instrumento clave de las ideologías dogmáticas y los populismos.

El kirchnerismo intenta defender a su líder de la condena que recibió por corrupción, señalando la deplorable actitud de los jueces, fiscales y funcionarios del PRO que, como poco, aceptaron un viaje regalado por empresarios del mayor grupo mediático argentino. Razonamiento también presentado por la propia Cristina Kirchner en su reacción inmediata al veredicto que la declaró culpable de fraude al Estado.

El argumento sostiene que, si magistrados directa o indirectamente vinculados a causas contra la vicepresidenta cometen una vileza tan turbia como recibir lo que constituye al menos una dádiva inaceptable, ellos son “los malos” en esta puja y enfrentan a Cristina porque ella representa la dignidad nacional y la lucha por la justicia social, o sea “el bien”.

El maniqueísmo que también impera en el otro borde de “la grieta” aplica el mismo razonamiento, al revés: como Cristina es la villana que representa el mal, el viaje a Lago Escondido fue, como mucho, un error de los magistrados, pero se lo magnifica para convertirlo en coartada de la teoría según la cual la condena a la vicepresidenta fue decidida por un tribunal que actuó como “pelotón de fusilamiento”, al servicio de una “mafia” que constituye un “Estado paralelo” y también está detrás del intento de magnicidio del 1 de setiembre.

La visión maniquea siempre termina siendo delirante. Lo que prueba ver a magistrados aceptando viajes regalados por empresarios, es que hay promiscuidad institucional. El poder político, el poder económico y el poder mediático, entre otros, ejercen gravitación sobre diferentes sectores de la Justicia. Ergo, hay villanos en el poder judicial. Pero eso no implica que Cristina Kirchner sea inocente en la causa por la cual se la condenó.

No hay una cosa o la otra. Hay promiscuidad institucional y hay corrupción en gran escala. No hay inocentes y culpables. Hay culpables de diferentes cosas parados en las veredas enfrentadas. Esas diferentes culpabilidades no igualan a sus propietarios y cada uno debe rendir cuentas por sus propios estropicios.

El estropicio que protagonizó Cristina Kirchner en su segundo mandato, aunque heredado de su fallecido esposo, es inmenso y grave. No la vuelve inocente el estropicio deplorable y turbio que descalifica en muchos términos a los funcionarios, jueces y fiscales que aceptan dádivas.

El problema de la vicepresidenta en el caso Vialidad no es ese mal que constituyen magistrados como los que viajaron a Lago Escondido, sino la oceánica fortuna que amasó en tiempo récord Lázaro Báez.

El verdadero problema de la vicepresidenta es que un personaje opaco como Báez, sin más capital que su relación con quien se convertía en presidente, Néstor Kirchner, haya acumulado una cantidad sideral de dinero y propiedades en un rubro en el que debutaba (construcción de obra pública), y que, al mismo tiempo, gran parte de ese dinero fuera a las arcas de la familia Kirchner por alquileres de propiedades y otras relaciones comerciales.

¿Por qué la señora de la foto junto a su hijo Máximo y a Lázaro Báez en el faraónico mausoleo que le obsequió el empresario para sepultar a su marido, pensó que semejante regalo no agregaba su propia firma en esa reconfirmación del vínculo societario que había armado Néstor Kirchner para repartir fondos públicos?

Que haya magistrados y funcionarios deplorables como los que reciben viajes de empresarios mediáticos y de millonarios, no desmiente la culpabilidad sentenciada por los jueves del caso Vialidad.

Los fieles y los discípulos del antiguo predicador persa lo llamaban “Iluminado”, porque representaba la luz en eterna lucha contra la oscuridad.

Cristina Kirchner tiene discípulos y feligreses que la consideran “iluminada” por la historia. Quizá ella misma está convencida de eso. Pero su realidad tiene luces y sombras. Los jueces empezaron a juzgar el lado sombrío y encontraron inexplicables fortunas que justifican la condena.

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Claudio Fantini

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