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Sin duda aventó fantasmas

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JULIO MARÍA SANGUINETTI
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Hace muy pocos días el Dr. Tabaré Vázquez dijo en un programa de televisión que su llegada a la Presidencia había aventado muchos “fantasmas” sobre lo que podría llegar a ser la irrupción del Frente Amplio en el gobierno.

Sin duda fue así y ese, a nuestro juicio, es su mayor legado. Aquella coalición de izquierda que rechazaba el libre comercio, reclamaba desconocer la deuda externa, romper con el Fondo Monetario y nacionalizar tanto la banca como el comercio exterior, pasó a respetar las reglas de la economía de mercado, cumplir las obligaciones internacionales y gobernar dentro de los parámetros del Estado de Derecho. En su seno, se albergaron corrientes que nunca llegaron a reconocer explícitamente la que llaman “democracia burguesa” ni aun el error trágico de la violencia política de los años 60’ y 70’, pero sin embargo su influencia, acompañada por Astori, permitió esa evolución fundamental en el Frente Amplio.

Podríamos decir que la democracia uruguaya atravesó, de su mano, el necesario Rubicón de la institucionalidad.

A partir de esa coincidencia republicana, naturalmente discrepamos muchas veces. Se ha recordado en estas horas la polémica que tuvimos en la campaña de 1994 y las diferencias que se generaron en momentos cruciales, como la crisis de 2002 o cuando el presidente Bush le ofreció al Uruguay un tratado de libre comercio y estando él de acuerdo, terminó cediendo a la presión negativa de un sector del socialismo. Nos importa señalar sin embargo, que fue un presidente atenido a la formalidad republicana, al estilo tradicional del país. Y que en algunos momentos tuvo la inteligencia de rescatar errores del Frente Amplio, como su oposición al capital extranjero en la industria forestal, y sumarse a la política que habíamos iniciado nosotros en 1985, actitud que incluso le llevó a un durísimo enfrentamiento con los gobiernos kirchneristas.

En el orden personal mantuvimos siempre una relación cordial, que se hizo afectuosa en los últimos tiempos. No era hombre de desplantes ni agresiones verbales. Conversábamos cada tanto con mucha franqueza y apertura. Especialmente desde que apareció su enfermedad, el teléfono nos acercaba y la última charla, hará un par de semanas, fue un llamado suyo para comentar una audición de radio de mi hija Emma sobre la política de los museos internacionales en la pandemia. El episodio, apenas anecdótico, revela su serenidad de espíritu, en momentos de tanta gravedad para él, y también algo superior que la política uruguaya debe conservar, que es ese modo de rivalizar en ideas sin alejarse en persona.

Afrontó su enfermedad, que conocía íntimamente como médico, con una gran entereza. Fue un final de hidalguía, con un reconocimiento para los partidos tradicionales que construyeron la democracia y para quienes ocupamos la presidencia durante su trayectoria política. Así lo dijo en su última intervención de televisión, un testamento político que deja una marca histórica en esta democracia nuestra.

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