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Inmigrantes y emigrantes

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Los resultados preliminares del Censo 2023 nos dejaron un par de datos muy importantes en materia de migración. Por un lado, unos 62.000 extranjeros pasaron a residir en Uruguay entre 2012 y 2023; por otro lado, se puede estimar en unos 90.000 el saldo migratorio internacional negativo de uruguayos para ese mismo período.

Saldo migratorio internacional negativo quiere decir que, descontados los uruguayos que hayan podido regresar a la patria en esos años, el resultado es que igualmente fueron 90.000 uruguayos más los que partieron que los que llegaron. Si, como calculan algunos especialistas, entre 2012 y 2023, fueron unos 70.000 los uruguayos que volvieron a instalarse al país -y es una cifra razonable, ya que una gran parte de ellos, que integraron la fuerte emigración de jóvenes de los años 1960- 1970, alcanzaron en esta década la edad jubilatoria y pudieron pues hacer planes de regreso a su Patria-, eso quiere decir que los que emigraron en 11 años son pues aproximadamente unos 160.000 uruguayos.

Estamos hablando de que prácticamente el 5% del total de la población del país emigró en 11 años. Se trata de una cifra proporcionalmente enorme que, asombrosamente, ha pasado prácticamente desapercibida en el debate público: comparativamente, es como que en esos mismos 11 años hayan decidido emigrar al extranjero unos 16 millones de estadounidenses o unos 11 millones de brasileños. Además, los antecedentes que conocemos de las características de la población uruguaya que emigra señalan que son personas mayoritariamente jóvenes y que han recibido una educación formal mayor que la del promedio de la población del país. En concreto: se van sobre todo los mejores, en edad de trabajar y formar familia, y a países económicamente pujantes como Estados Unidos o España, por ejemplo.

¿Qué características tienen los inmigrantes que hemos recibido? Primero, no son numerosos ya que en 11 años representan menos del 2% de la población total: comparativamente, en Chile hoy solo los venezolanos representan el 2,5% del total de la población, y la suma de extranjeros representa prácticamente el 9% del total del país. Así que no es verdad que Uruguay es gran receptor de extranjeros: ni en proporción a su población, ni en comparación con otros países de la región. Segundo, no conozco estudios que comparen un dato clave: el nivel educativo de los extranjeros que llegan a Uruguay a trabajar y el de los uruguayos que emigran. Sin embargo, no es descabellado suponer que, en su mayoría, quienes llegan están menos formados que los uruguayos que parten.

Ese es el diagnóstico. ¿Acaso entonces hay que salir a buscar inmigrantes por el mundo para desarrollar Uruguay, como sugieren jerarcas de la ONU o dan a entender varios responsables políticos? Obviamente, cuando se analizan bien los datos, esa no es la prioridad. Si llegan inmigrantes extranjeros, bienvenidos sean. Pero la prioridad debe ser la de hacer de Uruguay un país atractivo y esperanzador, de manera que decenas de miles de uruguayos en edad de trabajar y formar familia prefieran quedarse aquí antes que emigrar, y que los uruguayos que ya emigraron puedan pensar seriamente en regresar. Ahí radica nuestro principal problema como país, que se traduce en nuestra tragedia demográfica.

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