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La Iglesia y el capitalismo

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Hernán Bonilla
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Leyendo el interesante libro de Axel Kaiser titulado El Papa y el capitalismo, donde analiza, con profundidad y respeto, la posición de Francisco sobre el tema, me surgió la inquietud de compartir con los lectores algunas reflexiones.

La relación de la Iglesia con el capitalismo —muchas veces confundido con el liberalismo— ha sido fluctuante con el tiempo, dependiendo de las circunstancias y de la opinión personal del sucesor de San Pedro en cada caso.

Por cierto que la opinión del actual Papa es francamente negativa sobre el capitalismo, el liberalismo y todo lo que se le asemeje, lo que consta en sus escritos Evangelii Gaudium y Laudato si, además de en múltiples entrevistas, en especial durante sus visitas a América Latina. Pero esa no ha sido la opinión, verbigracia, de sus dos antecesores; Juan Pablo II y Benedicto XVI. La evidencia empírica, además, choca frontalmente contra la idea de que el capitalismo liberal es intrínsecamente perverso, de hecho, ningún otro sistema ha favorecido jamás a los pobres.

En el libro de Kaiser se cita un pasaje de la Encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II que vale la pena transcribir: "Volviendo ahora a la pregunta inicial, ¿se puede decir quizá que, después del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo, y que hacia él estén dirigidos los esfuerzos de los países que tratan de reconstruir su economía y su sociedad? ¿Es quizá este el modelo que es necesario proponer a los países del Tercer Mundo, que buscan la vía del verdadero progreso económico y civil? La respuesta obviamente es compleja. Si por capitalismo se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de economía de empresa, economía de mercado, o simplemente de economía libre. Pero si por capitalismo se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa."

La opinión de Juan Pablo II es la que suscribiría cualquier liberal en serio. El sistema de libre mercado debe sustentarse en un sólido Estado de Derecho, debe respetar la propiedad privada y reconocer el papel positivo de los mercados, la necesaria responsabilidad que conlleva la libertad y el papel único de la creatividad humana. El capitalismo prebendario, el tipo que mayormente hemos conocido en América Latina a lo largo de su historia, es condenado por cualquier liberal en serio de la misma forma en que lo hace Juan Pablo II. Indudablemente, sin Estado de Derecho y sin libertad humana integral el sistema queda trunco y no puede llamarse liberal.

El papa Francisco, como cualquier cristiano, tiene todo el derecho del mundo de dar su opinión sobre temas de actualidad. Pero es necesario recordar que es solo una opinión —por más importante que sea— y que existieron antecesores como Juan Pablo II, de feliz memoria, que supo entender mejor los desafíos de su tiempo.

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