A dos meses y medio de la elección nacional los plebiscitos que se someterán a votación en la misma fecha vienen pasando por abajo del radar. A juzgar por las encuestas el que permitiría habilitar los allanamientos nocturnos tiene buena chance de aprobarse, mientras que el que pretende reformar el sistema de seguridad social muestra a la población dividida y con un alto porcentaje de indecisos que en buena medida no conocen el contenido de la propuesta.
En el sistema político, que por abrumadora mayoría está en contra de la iniciativa del Pit-Cnt que eliminaría las AFAPs, expropiaría los ahorros de los trabajadores, reduciría la edad de retiro a 60 años e incrementaría las jubilaciones mínimas al nivel del salario mínimo nacional, parece predominar la idea de que no es necesario hablar mucho del asunto. Esto podría ser un enorme error si con esa estrategia se le regala el terreno del debate público a quienes están en favor, que cuentan con la enorme ventaja de toda propuesta demagógica y populista. Si por un lado tenemos una campaña que promete trabajar menos y ganar más y del otro lado solo se escucha el silencio, la probabilidad de que la reforma se transforme en nuestro Brexit, como describió ajustadamente Agustín Iturralde, se incrementará sensiblemente.
Es necesario entonces en primer lugar desarrollar una muy buena campaña informativa en que se explique con claridad qué es lo que se propone y, fundamentalmente, que consecuencias tendría. La zanahoria populista tiene un costo altísimo en términos fiscales, de reputación para el país y de incumplimiento de contratos. Dejaríamos de ser de un día para otro esa isla de estabilidad institucional, política, social y económica que hoy somos dentro de América Latina para ser otro país en que se expropian empresas y ahorros de las personas al galope de una iniciativa de democracia directa nefasta por donde se la mire.
No es casualidad que todas las fórmulas presidenciales estén en contra, lo que ayuda a plantear este asunto sin banderías partidarias. Ni es casualidad que economistas de todas las orientaciones se hayan pronunciado categóricamente en contra. Es muy claro que estamos ante un salto al abismo mal diseñado y enormemente peligroso pero que no puede plantearse como una iniciativa popular contra la opinión de la elite informada, que en definitiva fue lo que llevó a que sorpresivamente se aprobara el Brexit.
Es necesario entonces que exista una buena campaña en contra de esta propuesta que intente reunir el más amplio consenso político y de actores de todos los ámbitos de la sociedad. Más allá de los dirigentes políticos, este debe ser un tema de debate público en que las personas se apropien del tema y hablen en sus ambientes familiares, de trabajo y socialización de las razones por las que la reforma es una muy mala idea. Es posible y necesario llevar los argumentos a las áreas concretas en que las personas de carne y hueso y el país en su conjunto se verían gravemente dañados de prosperar la reforma. Ponerle rostros a los empleos que se perderían, las inversiones que se irían o no llegarían, el deterioro de las perspectivas para nosotros y nuestros hijos que conllevaría. Uruguay seguirá siendo Uruguay gane quien gane la próxima elección. No podemos decir lo mismo si este plebiscito triunfa, por lo que tenemos que tomárnoslo muy en serio.