Desde hace unos años los científicos que se dedican a estudiar la Antártida advierten que están disminuyendo sus volúmenes de hielo. Algo similar ocurre en el hemisferio norte.
La causa es la variación térmica que experimenta todo el sistema, y temen que pueda ser una situación que se retroalimenta manteniendo esa tendencia. De confirmarse la disminución de los hielos antárticos y árticos como un proceso sostenido, habrá que tomarlo muy en serio porque afectará el comportamiento planetario de diversas formas. Desde luego esta clase de vicisitudes ambientales ha sido parte habitual de la dinámica histórica de la Tierra. Pero su importancia en el presente estriba en que aquellos cambios que suelen producirse en el comportamiento climático global, siempre provocan impactos directos sobre la vida de las comunidades humanas.
Hoy tenemos la asombrosa capacidad de medir, registrar, cotejar y verificar información acerca del comportamiento de los sistemas, mediante la utilización de un vasto y avanzado arsenal tecnológico que era impensable hace solo medio siglo.
Por esa razón no debemos restarle importancia ni tomarnos “a la ligera” las opiniones de los científicos, aunque muchas veces nos parezcan exageradas o alarmistas. Debemos ver a la compleja dinámica de la biosfera -condicionada por el devenir natural de sus sistemas y por el desempeño de los seres humanos-, como un enorme reto. ¿Por qué? Porque somos conscientes de que cada vez aumenta más nuestra capacidad de intervenir en la estructura y el funcionamiento de sus ecosistemas, procurando el bienestar de las personas. Entonces se incrementa nuestra responsabilidad de esforzarnos al máximo para minimizar los errores que puedan afectar o comprometer el futuro.
Es cierto que el comportamiento ambiental de los sistemas no deja de sorprendernos, demostrando tener asombrosas capacidades de adaptación, de corrección y de ajustes de las que creíamos, buscando siempre alcanzar la homeostasis como si se tratara de un organismo.
Pero también lo es nuestra capacidad de impactar en ese proceso de manera cada vez más profunda.
En este punto hay que hacer una aclaración pertinente. La dinámica planetaria está por encima de los intereses específicos de cada especie, incluidos los del Homo sapiens. Significa que aquellas nuevas condiciones ambientales que se vayan verificando en los continentes, en los mares y en la atmósfera, para el sistema planetario solo serán las nuevas realidades. Mientras que para las distintas especies que allí habitan, siempre estará en juego su calidad de vida e, incluso, su supervivencia.
Por eso cuando decimos “estamos dañando a la naturaleza” importa aclarar que esa apreciación vale exclusivamente desde el punto de vista de los intereses humanos, y quizás de alguna otras especies que estemos considerando. Porque esas alteraciones constatadas sí perjudican nuestra mejor adaptación al entorno pero no necesariamente la del resto. Entonces, el proceso de deshielo detectado por la ciencia es una seria preocupación para los seres humanos -no para “el planeta”- y amerita ser tomado en serio.
Recordemos que con respecto a la habitabilidad del planeta, no existe un plan “B”.