El comunista italiano Antonio Gramsci esta de visita en Uruguay. Falleció hace muchos años, pero no impide que esté entre nosotros. Tiene embajadores de sobra. Su “escuela”, para que las ideas del socialismo triunfen, iluminan desde hace muchos años la acción de los dirigentes del FA. Algunos lo saben y otros lo hacen sin saberlo. La penetración cultural es más lenta, requiere tiempo y perseverancia, pero es muy efectiva. La hegemonía cultural, el discurso que coloniza el arte, la academia, el club de barrio, el merendero, el tablado, hasta el almacén, unifica y recluta mucho más que la asamblea política o la estructura partidaria. El “relato” no es otra cosa que eso, como enseñaba el italiano, la realidad se construye con palabras, por eso “el que controla las palabras, controla realidad”.
El gobierno está desesperado construyendo el relato. La realidad, es bien distinta, pero nuestro problema es que las palabras empiezan a manejarlas ellos. Es un grueso error quedarnos sin palabras. No para construir relatos, sino para que la realidad sea la real. Paradójico.
Más de veinte periodistas pasaron a partir del 1º de marzo al gobierno. No es casualidad. Lo hicieron profesionales que entraban a nuestras casas todos los días informándonos de la “realidad”. Obviamente que no fueron repentinas sus afinidades con el FA, ni los contrataron solo por su profesión, sino porque además de ella son correligionarios.
No a partir de marzo, lo eran desde antes y su condición, legítima, moldeaba su trabajo. Salieron en caravana al gobierno del FA. Fueron parte de esa penetración cultural usada durante mucho tiempo para el reclutamiento ideológico.
Ejemplos. Vemos con naturalidad que los 8 de marzo, cuando las marchas de las organizaciones feministas se realizan, los periodistas que cubren usen prendas color violeta. O que el día de la diversidad se pongan algún atuendo multicolor. ¿Pueden hacerlo? Obvio. ¿Está bien que lo hagan? No. Informan desde una identificación con el reclamo, si quien informa se “uniforma” y adhiere militantemente al acto, se deslegitima. Es natural que así suceda, y hasta puede generar simpatía, pero un periodista no puede militar mientras informa. Una cosa u otra.
Si la Udelar es de la República, no puede hacer un acto antijudío, como sucedió hace unos días, porque discrimina y está en la antítesis de su deber ser. Pero se tolera y hegemoniza un discurso. No es la primera vez.
Es natural y reiterado que artistas extranjeros vengan a Uruguay y entre acto y acto saluden a Mujica, o recuerden al “compañero Tabaré”. Lo hacen porque saben que en muchos ámbitos esa identificación suma a sus intereses ya no culturales, sino económicos. Pertenecer a la tribu de la izquierda abre puertas y contratos.
Un reclamo que escuché hasta el cansancio, y con razón, es de muchos cantantes compatriotas que no son contratados ni llamados para festivales a lo largo y ancho del país, precisamente por no pertenecer a la izquierda. Y esto pasa en ámbitos donde los organizadores son gobiernos departamentales.
Para entendernos. La cultura es de izquierda es la consigna.
¿Por qué en la LUC establecimos que los organismos desconcentrados de la educación dejarían de ser colegiados? Porque desde allí el poder sindical dirigía la educación con criterios ideológicos. Determinaba contenidos, formas, libros y textos adecuados a la formación de izquierda. Los contenidos son funcionales a una estrategia hegemónica. Por la misma razón que lo hicimos, el actual gobierno quiere volver atrás y ya empezó designando en el Codicen de la ANEP a dirigentes gremiales.
También en el deporte. La causa de encontrar definitivamente la paz entre los uruguayos logrando la mayor información y resultados en la búsqueda de los desaparecidos nos comprometió desde el gobierno, logrando mucho más que otros que hablan mucho y esconden mucho también. Sin embargo, todos sabemos que es un tema que abre otros debates que dividen a la sociedad. Siendo así su ámbito es el político.
No obstante, tomamos ya como natural ver cuadros y dirigentes deportivos embanderarse con el reclamo, mezclando fútbol con política. Es parte del paisaje natural que así sea. No debería serlo, pero empieza a naturalizarse que el fútbol integra la hegemonía cultural.
Es el relato o es la verdad. El que crea que hay cosas inevitables, como se escucha, respecto a que “vinieron para quedarse” se equivoca. Ya quisiéramos haber empezado a gobernar en 2020 con los números y el país que dejamos en 2025. El gobierno de Lacalle Pou y la coalición fue muy bueno para Uruguay. No es que todo quedó bien, pero quedó mucho mejor. El relato de la herencia maldita, que están construyendo, y la hegemonía cultural en la sociedad, se debe enfrentar sin miedo a la censura social de grupos militantes, ni a las redes.
Porque tenemos con qué darlos y porque el modelo de la libertad es mejor y el FA está vacío de proyecto y lleno de palabras.
La cuestión es Gramsci o la realidad.