Sí, ya sé. Es bastante obvio el título, previsible, un juego de palabras poco original al hablar de seguridad ciudadana en Uruguay. Pero es que era inevitable caer en el cliché de recurrir al mismo para transmitir lo que se viene si el Ministro del Interior no cambia el rumbo, pero sobre todo su actitud. La soberbia, el ninguneo, la displicencia, de quien no ha demostrado un solo resultado y se auto percibe exitoso. La legitimidad se gana con mérito. Y se pierde por la falta del mismo, si es que alguna vez se tuvo una cuota de ella.
Hay dos doctrinas, es evidente. La diferencia es legítima y a veces rompe los ojos. Y cuando el debate con el actual gobierno es filosófico, político, doctrinario, se hace notar.
La seguridad es un tema en el que caben, por lo menos, dos doctrinas y como consecuencia dos encares.
No es por el camino de decir “la guerra contra el narcotráfico está perdida” como dijo el Ministro Negro. Porque no es meramente semántica la cuestión, es actitudinal, es de posicionamiento, es sobre cómo nos percibe el crimen organizado.
En Uruguay tenemos una percepción del riesgo baja en torno a estos temas, pero hoy se hace ineludible por el agravamiento de la situación, un encare profundo y práctico.
Primero fue el atentado contra la Fiscal de Corte Mónica Ferrero, luego, y hace pocos días balearon la sede del Instituto Nacional de Rehabilitación y dejaron una nota con amenazas. Y nada hace suponer que quienes ejecutan estas acciones vayan a detenerse. al contrario, si no se responde con todo el peso del Estado la “pulseada” continuará. Porque de eso se trata, están midiendo la capacidad de respuesta del Estado y el nivel de esa respuesta. Ante esto hay que respaldar al gobierno para avanzar con fuerza, sin temor.
Pero parece difícil entender la postura del gobierno en esta materia. Una posición pseudo progresista que se queda en enfoques terminológicos y no va al fondo del asunto. Cuando el Ministro del Interior dice ”mercado de drogas define mejor el concepto” que narcotráfico, queda claro que hay un abismo de diferencia. Paradójicamente el mercado de cosas ilegales se denomina “mercado negro” y no se puede alivianar ni edulcorar la terminología de crímenes que están destrozando la sociedad. De vuelta, no es semántica la cuestión, es de actitud.
Cuando la oposición, o al menos parte de ella, le presenta propuestas a quien no las tiene nos encontramos que la respuesta de quien las pidió es desacreditar, hablando de una “mini LUC” con propuestas que han demostrado su fracaso. Una falta de cortesía sí, pero también de humildad y criterio político. Sepulta la posibilidad de un acuerdo político al momento que debía nacer. Es parte del problema el Ministro, es parte del agravamiento de la seguridad y del vínculo institucional con los partidos.
Mientras tanto el responsable primero, el Presidente, actúa su papel del distraído bonachón que no emite opinión y si le preguntan por hechos gravísimos su respuesta es “no tengo idea, no sé a qué se refiere”. ¡Ojo con confundir amateurismo con sencillez! Un Presidente debe estar informado, si no lo está es porque su Ministro falló (una vez más). En un gobierno serio habría consecuencias si un Ministro deja en offside al Presidente ante la prensa por no comunicarle hechos de una gravedad incuestionable. Pero no, no las hubo.
Hace algunas semanas el Centro de Estudios para el desarrollo realizó una excelente conferencia sobre seguridad y compartió datos y estudios en la materia. Entre ellos un informe de Douglas Farah y Pablo Zeballos, que en su estudio “De las calles al Estado. Cómo el crimen organizado redefine el juego político en América Latina” señalan que estamos ante la cuarta ola del crimen organizado transnacional, que trajo cambios muy importantes: la diversificación de productos y mercados internos, la integración de actores extrarregionales, la expansión de la industria de drogas sintéticas, la recomposición de las disputas territoriales y un incremento significativo en el consumo de cocaína en el Cono Sur de América Latina, generando nuevos mercados internos en países como Argentina, Chile o mismo Uruguay. El aumento de las drogas sintéticas en Estados Unidos (entre otros factores) ha causado una disminución del 25 % en el consumo de cocaína en la última década.
Por eso esta cuarta ola es distinta a las primeras tres, cambio en el producto y en el principal mercado. Hechos que han reconfigurado la estrategia de los carteles colombianos y mexicanos, que hoy actúan en la región.
Bueno, toda esta reformulación del tablero geopolítico pasa por fuera del radar del gobierno. Como dicen los jóvenes ahora “no la ven”. No tienen plan porque tampoco tienen una visión.
Un día sacan de la galera un pseudo análisis académico progre y al otro día les da lo mismo poner el ejemplo de El Salvador (aunque después los traductores de Presidencia digan que no dijo lo que dijo). Sí, les da lo mismo.
Porque para un barco sin rumbo cualquier viento es el correcto, como decía Séneca.
Naturalmente factores como la exclusión social, el desempleo juvenil, la informalidad estructural, y la ausencia de oportunidades actúan como catalizadores que nutren las filas del crimen organizado.
Estas estructuran captan “recursos humanos” desde la frustración y el abandono que sienten jóvenes y niños que ven en el crimen su forma de sobrevivir y hasta de “crecer”. Porque en esta cultura del crimen también hay “carreras” y oportunidades de jerarquizarse. Es un juego perverso de antivalores donde hay quienes sienten que su oportunidad en la vida solo está ahí.
Pero si no se baja primero la criminalidad violenta, las políticas sociales no permean. Ataquemos primero la hemorragia.
Este gobierno no se deja ayudar. No sabe para donde va y no está dispuesto a construir consensos desde el diálogo. Son la crónica de una muerte anunciada. No es pesimismo, es realismo basado en hechos, acciones y palabras. El futuro es negro si no cambia el color del Ministerio, porque a esta altura está muy claro: su jerarca es parte del problema y no de la solución.