Aunque aún estamos en pleno proceso de adaptación a una nueva realidad, somos mucho más conscientes de nuestra fragilidad ante eventos que ocurren en nuestro entorno. La pandemia sacudió varios cimientos que parecían incólumes, y está cambiando las evaluaciones y decisiones que se toman.
Hasta su abrupta irrupción en nuestras vidas, uno de nuestros principales desvelos era cómo enfrentar exitosamente el gigantesco desafío del cambio climático. Y aunque se desvió transitoriamente la atención por los intentos de neutralizar los ataques del Sars-Cov-2, el calentamiento global sigue siendo la amenaza más aterradora que se cierne sobre nosotros.
El año pasado debió realizarse la cumbre climática en Escocia, pero la pandemia la difirió un año. Se aguarda con gran expectativa porque deberían surgir nuevos y mejores compromisos con respecto al Acuerdo de París (2015).
¿Cómo estamos? Gracias a las mentes más brillantes del mundo académico sabemos que nuestro futuro depende de lo que hagamos en las próximas décadas. Debemos conseguir que las naciones efectivicen políticas firmes y comprometidas, que aseguren para fines de este siglo un aumento global de la temperatura de la atmósfera terrestre que no sobrepase los 2 grados centígrados respecto a los niveles preindustriales. Aunque el objetivo más valioso será limitar ese ascenso a 1.5º C. ¿Si hasta ahora la regla ha sido el incumplimiento sistemático de los grandes compromisos asumidos por las naciones, debemos ser optimistas de cara a Glasgow?
Creemos que sí, porque surgieron algunos auspiciosos indicios.
La ONU informa que más de 110 países se han propuesto una meta de “cero neto de carbono” para mediados de siglo. Significa que están dispuestos a reorganizar y modernizar sus actividades productivas, energéticas, de transportes, etc., etc., de tal manera que no agreguen nuevas emisiones a la atmósfera. Implica que sus emisiones de gases de efecto invernadero continuarán, pero se equilibrarán con la absorción equivalente de carbono de la atmósfera. De ahí el concepto de “cero neto”. China, responsable del 28% de las emisiones mundiales, sorprendió a todos anunciando que tiene planteado conseguir la neutralidad en emisiones de carbono para 2060. Se trata de un cambio radical de su postura. También entusiasma el golpe de timón que ha dado en ese terreno la nueva administración estadounidense.
¿Por qué si hasta ahora no cumplieron con los compromisos asumidos, ahora lo harán? Algunas variables han elevado el optimismo. Por un lado las energías renovables avanzan a paso firme. Sus costos siguen bajando considerablemente, al tiempo que aumenta su eficiencia. Este era el “talón de Aquiles” por el cual era impensable conseguir la gradual sustitución de los combustibles fósiles.
A ello hay que sumarle la tendencia de los negocios a escala mundial a ser más “verdes”, a influjo del comportamiento de los mercados. Las instituciones crediticias, los organismos internacionales, la innovación tecnológica apuntan sus derroteros en esa dirección, arrastrando al mundo de los negocios y a las políticas de los gobiernos.
No olvidemos que somos muy vulnerables y que nuestras dos mayores fortalezas son usar bien la inteligencia y trabajar en conjunto.