La cultura es fuente de identidad, moldea percepciones, preferencias y opiniones. Tiene la capacidad de pulir las narrativas que guían el devenir coti- diano y, por ende, el gran valor de unir a las personas alrededor de valores compartidos.

Un año y medio atrás, junto con Daniel Supervielle, imaginamos un libro sobre fiestas culturales del Uruguay, inspirados en buscar identificaciones que unen por encima de las banderas sectoriales, que hacen que nos reconozcamos a nosotros mismos y que podamos sentirnos orgullosos. Ese día salíamos caminando de la embajada de Uruguay en Washington DC, en donde habíamos organizado un homenaje a nuestra Democracia que fue aplaudida por gente de todo el continente.

Acaba de salir de imprenta el libro: “Fiestas Orientales”, en el que analizamos un mosaico de celebraciones culturales que componen la esencia de nuestro país: la tradición y la vanguardia, la música y la danza, la espiritualidad y los museos, el entretenimiento y la fiesta, el humor y el respeto a nuestra historia. El libro busca transmitir dinámica, impacto y potencial, con la estética que se merecen.

Para poder hacerlo logramos amalgamar un amplio y multidisciplinario equipo con los profesionales de Ceres, de la productora cultural BMR y de la consultora de opinión pública Opción. Estuvimos presentes en diversas fiestas a lo largo de todo un año. Viajamos de norte a sur, del litoral a la frontera con Brasil, del mar a la campaña. Revisamos la literatura existente y consul- tamos a los 19 directores de cultura de las intendencias. Desarrollamos la primera encuesta representativa nacional, con relevamientos en octubre de 2022 y abril 2023 para tener mejor información sobre las características de los asistentes, sus preferencias y gastos.

Encontramos una enorme participación y satisfacción. Más de la mitad de las personas que viven en Uruguay estuvo presente en alguna fiesta cultural en los últimos cinco años y el 60% lo hizo en familia. El 90% valoró positivamente la experiencia vivida. El gasto promedio por fiesta estuvo entre los 1.100 y 3.200 pesos.

En el último año, casi 600 mil personas asistieron a desfiles de carnaval y más de 550 mil a tablados. Cerca de 500 mil personas salieron en la Noche de la Nostalgia y 340 mil disfrutaron de las actividades del Día del Patrimonio. Alrededor de 150 mil participaron de la Criolla del Prado en Montevideo, 70 mil de la Semana de la Cerveza en Paysandú, 50 mil de la Fiesta del Olimar en Treinta y Tres, 40 mil de la Criolla del Parque Roosevelt de Canelones y 36 mil de la Fiesta de la Patria Gaucha de Tacuarembó. Todos ejemplos paradigmáticos de las más de 250 fiestas culturales que se celebran anualmente en Uruguay.

Estos números no solo sirven para generar conciencia de la importancia del fenómeno, de su despliegue territorial, social y económico; sino para motivar a la mejora de las propuestas artísticas, y, especialmente, de la atención al público. El potencial de desarrollo es grande.

Hay amplia evidencia internacional que muestra como la inversión en fiestas culturales genera empleos y atrae turistas, que gastan en alojamiento, alimentación y productos locales.

A nivel global se estima que el efecto multiplicador es cercano a dos: o sea, por cada peso que se invierte en una fiesta cultural se generan dos en la economía del país. Pero el impacto es mucho mayor. Por ejemplo, la inversión en cultura fomenta la innovación que derrama en el resto de la economía y mejora la salud de las personas (se ha demostrado que reduce la depresión, la demencia y el dolor crónico).

La medición de impacto de las actividades culturales es compleja dada la esencia del proceso creativo, su transformación en productos, y los efectos virtuosos que genera. A nivel internacional se computa lo que se conoce como “Cuenta Satélite de Cultura”. Dado que no hay un sector Cultura en el Sistema de Cuentas Nacionales, es necesario hacer una estimación especial, tal como sucede con otros sectores como el Turismo. En Uruguay, el gobierno lo hizo en 2009 y en 2012.

Según la medición 2009, las actividades culturales representaron el 0,8% del PBI (USD 250 millones) y generaron 9 mil puestos de trabajo. La industria audiovisual representó 56% del sector, la producción de libros y publicaciones periódicas 26%, artes escénicas 11%, artes plásticas y fotografía 6%, música grabada 1%. Mediciones comparables mostraban que en España el aporte de la cultura al PBI era tres veces superior. En la medición de 2012, el PBI cultural uruguayo tuvo una magnitud similar al computado en 2009, tanto en su impacto en la actividad económica como en empleo. También fue similar la contribución proporcional de los subsectores.

El tamaño del sector Cultura sería bastante mayor si se incluyera el aporte de subsectores que quedaron afuera de las estimaciones de 2009 y 2012 como la creación artística y negocios relacionados, el diseño, los videojuegos, el patrimonio natural y el patrimonio inmaterial. Ni que hablar si se tuviera en cuenta el gasto asociado a las fiestas culturales que analizamos en nuestro trabajo.

Hay antecedentes no oficiales con mediciones de impacto mayores. En el libro “La cultura es capital” (Stolovich et al. 2002), se hizo el esfuerzo de hacer una estimación más completa de la producción cultural y se llegó a un valor cercano al 3% del PBI.

La Dirección Nacional de Cultura insiste hace tiempo con la importancia de retomar y mejorar las mediciones anteriores. Sería importante que se pudiera concretar lo antes posible para cuantificar una realidad dinámica y establecer su actual aporte a la economía y al empleo. Más aún cuando es un sector con gran potencial para generar puestos de trabajo insustituibles por tecnología y aptos para todos los niveles de formación, con todo lo que ello significa para un país que sufre una crisis educativa.

Buenas mediciones ayudan a darle el lugar que se merece: nuestra cultura, vista como un todo, nos ofrece un valioso sentido de comunidad y unidad nacional del que todos nos podemos sentir orgullosos.