Cuando le pregunté al candidato presidencial de Colombia, Rodolfo Hernández, en una entrevista hace unos días si le molestaba que lo llamaran el “Donald Trump de Colombia”, sonrió y dijo que la comparación le resulta divertida. Luego, agregó: “No, no me importa”.
Hernández, de 77 años, quien está empatado en las encuestas con el candidato izquierdista Gustavo Petro, de 62 años, para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 19 de junio, tiene varias cosas en común, y algunas diferencias políticas, con el expresidente de Estados Unidos.
Al igual que Trump, Hernández, un magnate inmobiliario, tiene un fusible corto. Es un populista que promete erradicar la corrupción mientras se enfrenta él mismo a varias investigaciones por corrupción. Y al igual que Trump, Hernández ha dicho varias cosas realmente estúpidas a lo largo de los años.
Hernández dijo en una entrevista radial de 2016 que “admira” a Adolf Hitler, aunque luego se disculpó profusamente y afirmó que quiso decir “Albert Einstein”.
Hernández también ha llamado la atención al elogiar a Trump y al presidente salvadoreño Nayib Bukele, sin detenerse en sus rasgos autoritarios. El candidato me dijo que Trump y Bukele son “figuras de clase mundial que debieron hacer algo bien para tener tantos seguidores”.
Cuando señalé que Trump ha erosionado la democracia de Estados Unidos al no aceptar los resultados de las elecciones de 2020, que fueron certificados por la Corte Suprema de Estados Unidos, y que Bukele, entre otras cosas, una vez irrumpió en el Congreso de El Salvador con soldados armados para intimidar a los legisladores, Hernández dijo que haría las cosas de otra manera. “Cumpliré con todo lo relacionado con el Estado democrático de derecho”, dijo.
Cuando se le preguntó sobre su propuesta de declarar un estado de “conmoción interna”, que, al igual que un plan similar de su rival, Petro, le permitiría gobernar mediante decretos ejecutivos, Hernández rechazó que sería un camino hacia un gobierno autoritario.
Hernández dijo que la Constitución de Colombia permite que un presidente declare una “conmoción interna” y gobierne por decreto, y que la Corte Constitucional siempre puede declarar inconstitucional un decreto presidencial más adelante. Consultado sobre si cumpliría siempre con las sentencias de la Corte Constitucional, respondió: “Por supuesto, de inmediato”.
Hernández ha centrado su campaña en erradicar la corrupción. Promete eliminar los aviones de la flota presidencial, reducir la cantidad de autos gubernamentales, convertir el palacio presidencial en un museo y cerrar docenas de embajadas colombianas para ahorrar dinero para los pobres.
Cuando se le preguntó si es ingenuo pensar que tales medidas ayudarían a reducir la pobreza o eliminar la corrupción, Hernández me dijo: “Sí, puede que tenga razón, comparado con lo que están robando los políticos corruptos, todo esto puede ser muy poco, pero no hay nada como eficaz en cuanto a predicar con el ejemplo”.
A diferencia de Trump, Hernández se postula para el cargo sin un partido político importante que lo respalde. Ha hecho campaña casi en su totalidad desde su casa, utilizando TikTok y otras redes sociales para comunicarse con sus seguidores.
Políticamente, las posiciones de Hernández a menudo están en desacuerdo con la política de derecha. Está a favor del aborto, apoya el matrimonio homosexual y quiere legalizar todas las drogas, incluida la cocaína, me dijo.
También promete restablecer relaciones diplomáticas con Venezuela, al igual que Petro, y trata de no criticar la dictadura de Venezuela. Su política exterior parece basada en la no intervención, muy parecida a la proclamada por los gobiernos populistas de izquierda de México o Argentina, aunque no seguida en la práctica.
Para ser justos, el rival de Hernández, Petro, es igual de populista y potencialmente autoritario, si no más. Al igual que Hernández, Petro prometió declarar un “estado de emergencia económica” que le permitiría gobernar por decreto.
Petro también promete otorgar subsidios gubernamentales masivos a personas mayores, viudas y casi todos los que están desempleados. Eso requeriría imprimir más dinero y podría generar una mayor inflación y más pobreza. También podría hacer que muchas más personas dependan de las dádivas del gobierno.
Gane quien gane, se pondrá a prueba el estatus de Colombia como una de las democracias más estables de América Latina.
Tanto Petro como Hernández son populistas temperamentales que prometen buscar poderes extraordinarios para gobernar por decreto. Y ninguno de los candidatos tendrá mayoría en el Congreso. Lo único que es casi seguro en Colombia es que el país se dirige hacia tiempos inciertos.