La decadencia actual sostenida del Centro y la Ciudad Vieja de Montevideo es epílogo de 35 años de gobierno progresista. Con “heladeras” al mando. Empezaron en 1990 con los estacionamientos tarifados del anciano recinto sede entonces de oficinas marítimas, despachos de aduana, escritorios legales, juzgados y proliferación durante el día de bares y restoranes llenos de gente. La intendencia pasó a cobrar estacionamiento. Al que estuviese en falta le ponían un cepo a los infractores y le llevaba el auto con una grúa, que se debía retirar de un garaje municipal pagando una multa pesada. Un día un conductor encepado se metió en el auto y no quería salir. Le tiró un balazo y mató a un inspector municipal... Este sistema de recaudación comunal se extendió al Centro. Con un aditamento: los ambulantes. De la “Corrientes uruguaya” como se llamaba a 18 de julio, el lugar pasó a parecerse a una desprolija avenida de frontera, con mercadería mezclada y desordenada, caballetes y tablones a la vista. Está bien que todos tengan su mostrador para hacer un “mango”. Pero puede hacerse con criterio de la Grecia antigua. Cada cosa en su lugar y armoniosamente.
En definitiva, ¡chau! a las vidrieras iluminadas de presentación esmerada. Y nada -además- de promover estacionamientos para solucionar al acrecimiento del parque automotriz.
Se dio en la época otro hecho pionero y transformador. La instalación del Shopping de Montevideo. Una solución innovadora basada en sistemas de distribución comercial novedosos de primer mundo. Estacionamiento gratis, sin guinche y seguridad pública cien por ciento. Para el Centro fue un comienzo del: “cerra y vamos”. Fue el primer complejo comercial de este estilo, luego vinieron más. Se generó desde ese momento una emigración continuada hacia afuera de la ciudad. Este relato nadie me lo contó. Lo vi y viví en mi experiencia de vida. Y en la realidad comercial de la ciudad.
Siendo pocos en casa -después-“parieron las bicisendas”. Una cuñas afiladas en calles estrechas de la Ciudad Vieja y corrales para bicicletas en la “principal avenida” y otras arterias. Nuevo requiem comercial. Mientras tanto de promover transporte colectivo moderno, “mutis por el foro”.
Hace poco un emprendimiento privado proponía un tren eléctrico de largo trayecto, que partiría de la Plaza Independencia hasta un destino ida y vuelta fuera de la ciudad. Para quien haya viajado algo, soluciones así, tecnológicamente eficientes, cómodas para el pueblo, modernas, que hacen agradable al paisaje, de uso corriente especialmente en ciudades europeas, podía ser una esperanza para salir del gris burocrático y mediocre que promueve el Palacio de ladrillo de 18 de julio. No será así. Dice la prensa, en su lugar, decidieron poner una suerte de trenes de tiro a cuestas.
Mientras tanto, a los más de 40 millones de dólares que le hacen pagar al pueblo por la compra de una estancia en proyecto económico sin retorno; a los 50 millones perdidos por el país en la pesca con el auspicio del Ministro de Trabajo; desde la comuna capitalina, sin decir agua va -se renovó “una línea sistemática de crédito para posibles descalces financieros” (Intendente Bergara dixit), en el Banco República. Se trata tan solo de 60 millones de dólares. ¡A Juan Pueblo le puede parecer mucha plata! Tranquilos…
Una raya más al tigre de Troya capitalino no le hace nada.