El ruido y lo sólido

Las encuestas dan un alto porcentaje de aprobación al gobierno presidido por Luis Lacalle Pou. Sus logros están a la vista de todos.

¿Por qué entonces el gobierno se enredó en situaciones entreveradas, no siempre ligadas a la gestión y que hicieron mucho ruido y daño?

La semana pasada comenté que me resultaba inexplicable que el escándalo Marset llegara a donde llegó. Sigo pensando lo mismo. Si lo que dio pie a tanto tembladeral fue la entrega legal de un pasaporte a un delincuente no requerido en Uruguay (algo que se puede explicar), ¿por qué las cosas se entreveraron tanto?

Lo del custodio de Lacalle Pou también fue ruidoso pero con poco efecto sobre la presidencia. Sin duda Astesiano creyó que desde su cargo tenía impunidad, pero lo de los pasaportes otorgados a partir de datos falsos fue por cuenta propia. Se lo detuvo por ese motivo pero ni siquiera fue el protagonista principal. Nada implicó a la presidencia; sus chanchullos iban por otros carriles. Es verdad que las filtraciones de sus “chats” generaban sospechas. Pero por lo general eran conversaciones que no tenían que ver ni con su función ni con la investigación en curso.

Quedó en evidencia, sí, que algo raro pasaba en la Fiscalía. La filtración selectiva de ciertos chats a medios específicos, empezó a llamar la atención. Si algo debe increparse al presidente fue su método para designar un custodio. Aquello de que es “un buen tipo” o que lo conoce desde hace años, no funciona. Debe haber una rigurosa investigación previa y si la recomendación es negativa, el presidente (cualquiera sea) la acata.

Golpeó duro al Partido Nacional lo del exsenador Gustavo Penadés. Se trata de una realidad personal, gravísima, pero no política. Al principio, tanto el presidente como el ministro Heber querían creerle. Al ser formalizado, quedaron en falsa escuadra. Pero todo el abanico político le tenía respeto a Penadés. Era considerado un legislador creíble y confiable y con él se podía negociar con seriedad. Habría que remitirse a la famosa novela de Robert Louis Stevenson y concluir que no es tan extraño el caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Todos, compañeros y adversarios conocían, admiraban y respetaban al Dr. Jekyll, sin saber que había un señor Hyde que llevaba una vida paralela y oculta.

La otra curiosidad, como mencioné más arriba, son las filtraciones de chats. Parecería haber una industria con eficaz distribución. En más de una ocasión El País se refirió a un experiodista, contratado por quien fue el anterior fiscal de Corte, Jorge Díaz, que accede a este material y lo reparte a determinados medios, eligiéndolos según el efecto que busca. No actúa como periodista, sino como operador político. Habría que preguntarse si también Díaz, ahora en su rol de abogado, no está operando.

Es curiosa la situación de Carolina Ache. Si algún día quiere retomar la actividad política no le será fácil. ¿Quién querrá hablar con ella, aunque solo sea del tiempo, sabiendo que es posible que la conversación se grabe?

Con este revuelo, se habla mucho de la cantidad de ministros que dejaron sus cargos ante asuntos en los que el presidente prefirió una salida expeditiva. Se menciona poco, en cambio, al núcleo duro del gabinete que desde el comienzo sigue en sus cargos y es crucial para la gestión.

Uno de ellos es el nuevo canciller, Omar Paganini, que fue el eficiente y visionario ministro de Industria y Comercio. Juega a su favor, su seriedad, rigor y el hecho de que no sea alguien de adentro de la Cancillería y por lo tanto esté por fuera de la comidilla interna.

La designación de Bustillo desconcertó en su momento. Se entendía como positivo que tuviera sintonía personal con el presidente (eran amigos), olvidando que también se jactaba de su amistad con los presidentes anteriores. Cuando fue designado a mediados de 2020, escribí una columna donde dije: “al sondear qué se piensa de Bustillo en círculos políticos y de Cancillería, las opiniones son variadas y encontradas. Algunas podrían hacer arquear las cejas ante la decisión tomada”.

Pese a estos terremotos, hay un gabinete de fuerte impronta. Además de Paganini, está el equipo económico formado por una sólida Azucena Arbeleche, Isaac Alfie y Diego Labat. En Defensa, Javier García dio un viraje sobrio y decisivo en como manejar el tema militar. Martín Lema se mueve con eficacia y sabia sensibilidad en cuestiones sociales. Pablo da Silveira tiene el desafío de llevar a buen puerto la transformación educativa y además ha sido proactivo en la actividad cultural. Con perfiles más bajos, pero haciendo buen trabajo están los ministros de Obras Públicas y de Turismo. Y será bien recordada la gestión durante la pandemia de Daniel Salinas, que renunció por razones personales.

Ese es el capital que tiene el gobierno para mostrar logros y éxitos. Lo asombroso es su facilidad para enredarse en líos tan absurdos, líos que de haber tenido mejores reflejos, nunca hubieran ocurrido.

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