El rediseño de la geopolítica mundial

En el capítulo III de su célebre novela distópica llamada “1984”, George Orwell describe un mundo divido en tres inmensos bloques liderados por tres híper-potencias: Estados Unidos, Rusia y China.

El tercer bloque, constituido por Asia y Oceanía, nacería después de que Rusia absorbiera a Europa constituyendo Eurasia. Esa geopolítica planteada primero en la ficción literaria, es la que está en la cabeza de Donald Trump, Vladimir Putin y Xi Jinping. Los líderes de Rusia y China avanzan hacia esas metas sin explicitarlas, mientras que el presidente norteamericano las piensa en voz alta, además de actuar en consecuencia.

Si este enfoque es correcto, el argumento difundido por los think tanks ultraconservadores que responden a Trump y a su alter ego Elon Musk, es erróneo. Según ese argumento, el jefe de la Casa Blanca prioriza llevarse bien con el jefe del Kremlin para apartar a Rusia de China, a la que considera el verdadero enemigo de Estados Unidos. Algo así como la jugada de Nixón y Kissinger, pero al revés.

Aquel gobierno republicano impidió cualquier acercamiento entre la Unión Soviética y China comunista firmando un acuerdo que sacó al régimen de Mao Tse-tung del aislamiento en Occidente. Según las usinas trumpistas, el actual presidente norteamericano, ayudando a Putin, aleja a Moscú de Beijing, además de “evitar” la Tercera Guerra Mundial.

El líder ruso que se alió con el Irán de los ayatolas y con el régimen norcoreano además de dejarse rescatar económicamente por China, no va alejarse del gigante asiático porque Trump le entregue Ucrania.

En realidad Trump le reconoce a Rusia un derecho natural a imponer su dictat en Europa, conformando Eurasia tal como lo describe Alexander Dügin, el ideólogo del ultranacionalismo cristiano-ortodoxo ruso, en su Cuarta Teoría Política y su libro Eurasian Mission. Por eso en su primer gobierno comenzó a destartalar la OTAN. Tiene razón en que Europa debe invertir más en seguridad de lo que ha venido invirtiendo desde hace más de medio siglo.

Pero Washington no aportaba más porque desde Truman hasta Obama todos los presidentes norteamericanos hayan sido estúpidos que se dejaban timar por Europa. Lo hacía porque el área de influencia decisiva incluía a Europa occidental además de Japón, Corea del Sur y Filipinas en el Extremo Oriente y Australia y Nueva Zelanda en el Pacífico Sur.

Trump está rediseñando esa geopolítica al gusto de los ultranacionalistas que gobiernan en Rusia, China y la India: Putin, Xi y el ala más radical del partido nacional-hinduista Bharatiya Janata, liderada por el primer ministro Narendra Modi.

Como presienten ese rediseño del mapamundi, se están inquietando los países que quedarán bajo el dictat indio: Pakistán, Bangladesh, Nepal, Bután, Myanmar y Sri Lanka. También los uigures de Xingiang ante el supremacismo de la etnia Han, y Japón, Corea del Sur, Taiwán y Filipinas frente al expansionismo marítimo chino, además de toda Europa a la sombra de Rusia.

No sólo preparó el terreno para abandonar la Alianza Atlántica, el primer gobierno de Trump también trabajó duramente a favor del Brexit, una ruptura que debilita política y económicamente a Europa, además de apoyar a todos los partidos ultraderechistas que son pro-rusos y euroescépticos empeñados en destruir la UE.

No es China lo que motivó a Trump a obrar de ese modo desde su primer gobierno. Es la concepción geopolítica que ahora desnudó al proponer la expropiación del Canal de Panamá, convertir a Canadá en el Estado 51 de la Unión y comprar Groenlandia.

Los líderes ultranacionalistas de los otros gigantes reconocen (Putin públicamente) el derecho de Washington a imponer su voluntad desde el istmo hasta el ártico canadiense, incluida la gigantesca isla que pertenece al reino de Dinamarca.

No es para alejar a Rusia de China que Trump está le entregando Ucrania a Vladimir Putin y dejando a Europa bajo la oscura sombra rusa. Es con esos gigantes que está rediseñando la nueva geopolítica mundial.

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