Acaban de culminar los tres días de Congreso, convocado por el Frente Amplio con la finalidad de avanzar en la redacción de sus Bases Programática. Las mismas constituirán los principales insumos para su Plan de Gobierno que se definirá luego de las elecciones internas, cuando la coalición elija entre los cuatro aspirantes al candidato que deberá aplicarlo.
Para los longevos seguidores del programa del Frente del año 1971 que lo comparen con éste, solo podrán sentir una decepción y amargura. En aquellos días se aspiraba a la reforma agraria, la nacionalización de la banca, del comercio exterior, la reforma del estado, todo en un combo muy cercano al socialismo o, a lo menos, un camino para su concreción. Comunistas y socialistas, los dos principales partidos de la izquierda, pese a sus diferencias, marxistas ambos, consideraban a las coaliciones de izquierda, tal como las había definido el Comintern en 1937, el mejor modo de acercarse a la revolución socialista. Por eso, ellas y el Frente se asumieron como un avance decisivo hacia el cambio social. No uno pequeño sino el comienzo de un nuevo proceso histórico.
En particular los comunistas, las celebraron con enorme emoción; después de treinta años de minoridad, la coalición implicaba depositar en un movimiento plural sus aspiraciones más sentidas. La utopía se hacía realidad. Como es sabido, nada de lo prometido pasó. El Frente obtuvo menos del veinte por ciento de los votos y su plan de gobierno sobrevivió como una pieza de museo, un testimonio de la desmesura de sus propulsores. Cuesta hoy imaginarse que hubiera ocurrido en el Uruguay si el Frente y su maximalismo revolucionario hubieran triunfado en 1971. Probablemente Albania o Corea del Norte hubiera sido nuestro destino si nuestros vecinos lo hubieran permitido.
En los años siguientes ocurrió lo que ocurrió con el socialismo y los proyectos frentistas, que sin ninguna explicación, fueron perdiendo vigencia. En silencio y con vergüenza. Cuando el Frente consiguió el gobierno en el 2005, ya nada quedaba de aquel sueño roto. Ni revolución, ni proletariado, ni dictadura obrera, ni socialización de los medios de producción, ni reforma agraria, solo una tenue social democracia, manejada con vergüenza y no sin reproches. Hoy Alvaro García copresidente de la Comisión Nacional de Programa, preguntado al respecto explica el cambio como un proceso natural, un cambio lógico generado por los años. El mundo cambió, explica, pero los valores son los mismos de 1971, respecto a ellos nada es distinto.
Un repertorio explicativo al que, con excepción de los comunistas, aún apegados a sus verdades, todos los frentistas acuden. Por más que cueste entender tanta orfandad teórica. El capitalismo, pasados ciento cincuenta años respira tan campante sin síntomas de colapsar, sin que el tiempo lo derrumbe. Ahora que el Frente -como surge de este mismo Programa- lo ha adoptado como modelo ¿dejó de ser un modo de producción explotador e inicuo como se pensaba en 1971? ¿El proletariado, no es más la clase salvadora? Y la revolución liberadora, ¿qué hacemos con ella? ¿No será hora de sincerarse y dejar de culpar al tiempo por su fracaso? Tanto en propuestas como en valores.