Es tentador comentar aquí el allanamiento contra la radio de Ignacio Álvarez. Sobre todo porque evidencia el nivel de desquicio de algunas instituciones permeadas por personas con ideas muy poco republicanas.
Pero cuando acordamos este contrapunto con Ana Laura, el tema fue la difusión de los audios de la supuesta violación (sí, supuesta, hasta que haya una sentencia firme), y el dilema que genera en la sociedad. El mismo tiene tres ejes: uno periodístico, uno legal y uno cultural.
El dilema periodístico se responde con una pregunta central: ¿es de interés público conocer lo que allí aparece? Bueno, hablamos de un caso, la denuncia de violación grupal, que conmovió al país, que llevó a miles de personas a marchar por 18 de Julio, a levantar voces que cuestionaron a nuestro sistema legal y de convivencia. Los audios no desmienten que haya ocurrido una violación, pero sí dejan claro que la versión inicial que manejamos en los medios, filtrada por la Policía y la Fiscalía, no era tan así. Salvo que estuvieran adulterados, cosa un poco fantasiosa.
Uno podría discutir el hacer públicos audios íntimos. Personalmente, no lo hubiera hecho. Pero la información que aportan no es descartable sin ingresar en un conflicto ético casi tan grave como el que se produce al difundirlos.
Varios periodistas con trayectoria, afirmaron que ellos tuvieron los audios y decidieron no emitirlos. Declaración irrelevante, salvo que estén buscando mostrarse moralmente superiores a un colega/competidor. Ahora bien, yo les admiro el temple. Si hubiera tenido acceso a información que parece desmentir aunque sea en algo una acusación tan grave, y decidiera guardármela... Si tuviera que cargar en mi conciencia con que tres chicos de 19 años pasen seis meses recibiendo en la cárcel el trato que suelen recibir los violadores, cuando yo manejaba información que podría desmentir mínimamente la acusación, no podría pegar un ojo por meses.
Hay un detalle más que varios colegas parecen obviar. El periodismo no solo controla a políticos y empresarios, también a jueces y fiscales. Si nos enteramos que un actor judicial se deja llevar por sus pasiones y con ello genera una injusticia, es tan obligación difundirlo como cuando un político mete la mano en la lata.
El segundo gran dilema es legal. Los derechos a la libertad de expresión, y de prensa no son absolutos. Y, el que abusa de ese derecho causando un daño, debe responder por el mismo. Pero hay principios históricos que hay que respetar. Por ejemplo, la constitución prohíbe la censura previa, lo cual en los hechos habilita a que la prensa cometa un daño evitable. ¿Por qué ese privilegio? Porque la historia mostró que para una sociedad es menos grave aceptar cierto nivel de daño, antes que cortar el flujo de la información. Algo que no solo se da al sancionar un caso concreto, sino al sentar un precedente que puede llevar a otros periodistas a no querer meterse en estos temas. La fiscal Alfaro, todavía no se enteró.
Se dice que Álvarez violó la ley al difundir esos audios. Puede ser. Pero todos los casos importantes de filtraciones periodísticas a lo largo de la historia significaron violar una ley. Y sin embargo, gente como Daniel Ellsberg, Chelsea Manning o Edward Snowden, son paladines del progresismo global. Y eso que la información que filtraron ilegalmente, no generó daños emocionales, sino la muerte directa de personas.
Esto lleva a lo cultural. El avance de causas muy loables, pero que terminan en manos de minorías radicalizadas cuyo único negocio es empujar hasta niveles absurdos, está forzando peligrosamente las costuras del tejido social. Y como tienen gran impacto en la opinión pública, el precio político de oponerse es demasiado alto. Así se votan leyes que generan un derecho distinto para hombres y mujeres. Y en algunos casos provocando injusticias casi tan graves como las que decían venir a solucionar.
La pregunta que deberían hacerse muchos de quienes empujan con estas reglas y “nuevas sensibilidades” es: ¿Piensan que eso es gratis? ¿Que se puede generar desbalances notorios como estamos empezando a ver en materia de derecho de familia, penal, laboral, y no pasa nada? No se puede compensar injusticias hacia un lado, con injusticias para el otro. Cuando muchos se espantan con el alto perfil de personajes como Mercedes Vigil o el senador Domenech, harían mejor en mirarse al espejo. Y ver qué están haciendo ellos para que este tipo de discurso esté empezando a calar en tanta gente.
Y en qué momento, causas como el debido proceso, la presunción de inocencia, y hasta la libertad de prensa, que siempre fueron patrimonio de las miradas progresistas, le fueron regaladas en bandeja a las voces más conservadoras de la sociedad.
La contra ola, nos va a tapar a todos.