El negacionismo del cambio climático ya equivale a una forma de terraplansimo. La diferencia es que el desvarío de que la tierra es plana no tiene consecuencias trágicas, mientras que negar el calentamiento global obstruye la toma de conciencia para impedir la alteración de la biósfera que pone en riesgo la vida humana.
Con las sierras de Córdoba ardiendo, los discursos de la canciller argentina Diana Mondino y del presidente Javier Milei sonaron desconectados de la realidad, o pronunciados por personas que dan la espalda a la realidad si esta no les da la razón a ellos.
En la Asamblea General de la ONU, Milei y su ministra centraron los discursos en justificar su rechazo a la Agenda del Futuro, en la que lo central es la lucha contra el cambio climático.
En la argumentación falsean la verdad al describirla como un compendio de imposiciones que deben cumplirse a rajatabla. En realidad, se trata de un compromiso que asumen los países para avanzar hacia economías sustentables y adoptar medidas para frenar el aumento de temperatura que ya provoca fenómenos atmosféricos de consecuencias trágicas.
A contramano de las democracias liberales del mundo, entre ellas las potencias desarrolladas de Occidente, Oceanía y Asia, el gobierno argentino se opuso a un compromiso que no implica aceptar imposiciones ni tener que rendir cuentas. En la vereda en la que Milei ha puesto a la Argentina están Venezuela, Nicaragua, Cuba, Rusia, Irán, Corea del Norte, China, Kazajstán y otros países a los que nadie consideraría democracias liberales. La votación desmintió las pretensiones de los discursos de Milei y Mondino. Por “defender la libertad”, el gobierno argentino se situó junto a un puñado de dictaduras y autocracias.
Argentina está saliendo de una sequía histórica y Córdoba está incendiándose ante la inutilidad y la indiferencia de los gobiernos, mientras las autoridades nacionales exhiben con desopilante orgullo una patología ideológica tan delirante y peligrosa como el negacionismo.
Canadá, Estados Unidos, Europa, Japón, Nueva Zelanda, Australia y democracias desarrolladas y en vías de desarrollo de Latinoamérica y otros rincones del planeta, conformaron la abrumadora mayoría que respaldó ese compromiso mundial de lucha contra el cambio climático y con construir sociedades más democráticas, equitativas y respetuosas de todas las diversidades.
Con el orgullo de quien declara la independencia, Milei proclamó la “disociación” del país, justificándose con el ideologismo que se apropió y resignificó la palabra “libertad”.
Reiteró la estratagema de llamar “socialismo” a todo lo que no encaja en su proyecto ultraconservador. Por eso lanzó sobre la ONU la desopilante acusación de imponer una “agenda socialista”.
La escena es absurda, pero vista desde Córdoba es más grave aún, porque las sierras están ardiendo y los incendios se producen por la confluencia entre el “Estado ausente”, que en algunos casos es causado por la corrupción y en otros por el negacionismo; la codicia de empresas que procuran territorios para urbanizar o para extender áreas de cultivo a como sea y, finalmente, el cambio climático que provoca sequías inéditamente extensas.
Los dos primeros puntos no son enfrentados sino alentados por el fundamentalismo ideológico de Milei, que niega al tercer factor.
Más allá de las críticas que toque a las autoridades provinciales por la falta de elementos para enfrentar el fuego, está claro que el gobierno nacional dio la espalda a Córdoba en esta emergencia. Recién ayer Milei sobrevoló la zona. Además, fue su gobierno el que quitó financiación a organismos abocados a luchar contra los incendios forestales. Igual que en su momento Bolsonaro cuando ardía la Amazonia y él paralizaba al Estado central de Brasil, en lugar de impulsar las operaciones para salvar el pulmón del planeta.
Como Bolsonaro y Trump, Javier Milei es negacionista. También promueve la disolución del Estado y la libertad absoluta para que personas y empresas busquen negocios y ganancias. Pues bien, los incendios en Córdoba son la conjunción entre el Estado ausente, la codicia desenfrenada y las crecientes sequías con altas temperaturas que produce el cambio climático.
Las desarrolladas democracias liberales del norte occidental y las democracias de América Latina aprobaron el Pacto del Futuro, sin estar en contra de la propiedad privada ni de la economía de mercado. Es más, las potencias noroccidentales son el ejemplo más exitoso de economía y de sociedad abiertas. Sin embargo el gobierno de Milei, diciendo reinsertar a la Argentina en el mundo, la colocó en la vereda de las autocracias, las dictaduras y los estatismos más recalcitrantes.