Economía para Matías

Me leí en verano de un tirón “Economía para Matías” de Javier de Haedo. Es un libro fundamental para ser leído por adolescentes de manera que puedan entender mejor la economía, y por tanto ciertas reglas claves del mundo en el que tendrán responsabilidades cuando lleguen a adultos. Ojalá se extienda su difusión; ojalá los padres lo lean y comenten con sus hijos; ojalá todas las nuevas generaciones del país se formen bajo su influjo -y no solamente las clases medias y acomodadas capaces de darse cuenta de que este es un tema serio y que importa que sus hijos lo conozcan bien.

Hay un recuadro en la página 20 que me resultó tan sencillo como diáfano y define qué es la restricción presupuestal, esencial a la economía. “Todos tenemos restricciones presupuestales que están dadas por los recursos de los que disponemos”. Y ejemplifica el asunto con los gastos familiares y luego con el gobierno: “los impuestos que recauda le permiten gastar tanto dinero en seguridad, tanto en salud o en enseñanza. Y, de nuevo, solo si se endeuda puede pasar el límite que le ponen los impuestos que recauda que son, en definitiva, los ingresos con que cuenta”. Sobre el cierre hay unas diez páginas del capítulo 7 acerca de la deuda, que dicen cosas tan básicas como importantes para la formación de cualquier ciudadano hoy adulto, es decir, no adolescente y en formación como Matías.

Al cerrar el libro no solamente felicité al autor, sino que me quedé pensando en que somos un país adolescente desde hace, al menos, medio siglo. Hay un relato y una acción legitimados que ocupan movilizaciones, energía y tiempos políticos, y que giran en torno a los reclamos por más presupuesto y más gasto, sin jamás incluir la noción de restricción presupuestal. Todos aquellos que tienen presente tal restricción y razonan con ella son como los adultos del mundo adolescente-uruguayo: son los malos que dicen que no a tal inversión pública o a tal o cual gasto mayor en tal o cual cosa. No aceptan con alegría el gasto que se despreocupa de esa restricción tan botona.

No hubo forma de cerrar el pórtland de Ancap y sus centenares de millones de dólares de pérdidas acumuladas; no hay manera de que el Correo deje de perder millones; no hay cómo achicar el gasto en cualquier rubro que se piense. Y todo porque la demanda uruguaya no incluye nunca el concepto de restricción presupuestal.

El razonamiento ciudadano, acostumbrado a pedirle al Estado y que el Estado le termine dando, no quiere entender motivo alguno de límites a su voluntad: no importa la evolución demográfica prevista, hay que volver a la edad de 60 años para poder jubilarse y reventar pues a esos neoliberales- insensibles que la llevaron a los 65 años; no me hagas creer que no hay plata, piensa una (efímera) ministra, y declara con soltura: gasto y después veo (y, eso sí, personal y discretamente siempre evado); y así los casos que se quieran agregar a la extensísima lista de demandas al Estado a ser satisfechas, y de “luchas” para lograrlo. Y por supuesto, el discurso electoralmente más exitoso, siempre, es el que mejor sintonice en cada ocasión con este dogma nacional.

Economía para Matías muestra al adolescente la vida económica real. Su lectura es indispensable, en realidad, para todo el Uruguay adulto.

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