El nuevo gobierno del presidente Orsi es una franca renovación de elencos de izquierda. El Frente Amplio (FA) ganó con luz la presidencia; cuenta con una sólida mayoría en el Senado; y precisa de muy poco para acordar mayorías en Diputados y en la Asamblea General. Importa entonces que despliegue sin cortapisas sus ideas para un mejor gobierno, de manera de que la ciudadanía evalúe su resultado de gestión.
El asunto así dicho, que parece tan obvio, es sin embargo muy importante por tres motivos. Primero, porque infelizmente a lo largo de la campaña electoral en muchos se asentó la idea de que ganara quien ganara, el camino del país iba a ser transitado por un rumbo previsible, mediano y sin radicalismos. Que el FA aplique entonces a cabalidad sus ideas y su programa dejará en claro que hay una fortísima diferencia entre la izquierda y la Coalición Republicana (CR) en el poder. Precisamos que se vea, se palpe, se entienda, se acepte y se comente, para que nadie más pueda dudar razonablemente que en realidad hay dos rumbos muy distintos posibles.
En segundo lugar, porque la tentación del consenso aparecerá cuando surjan grandes dificultades en el gobierno. Además, será legitimado porque se precisará algún voto extra FA para alcanzar la mayoría en el Parlamento. Algunos del lado de los partidos de la CR lo buscarán sinceramente; otros del lado del FA verán con él la posibilidad de diluir responsabilidades políticas y electorales en circunstancias quizá complicadas para la administración Orsi. Empero, para procurar en verdad una mejor salud de la democracia, hay que evitar cualquier ademán consensualista. Cada uno debe jugar su papel institucional: el gobierno desplegando la acción para la cual fue elegido; y la oposición fijando su camino alternativo frente a la opinión, controlando la tarea del oficialismo y criticando sus eventuales errores.
En tercer lugar, el FA fue claro en qué quería hacer en el gobierno. Las divergencias con los partidos de la CR refirieron a objetivos, diseños y aplicaciones de políticas públicas, y es con ello que la gente se convenció de que había que darle el poder a la izquierda. De una buena vez por todas, hay que dejar que este FA se haga responsable de sus opciones y predilecciones ideológicas: por ejemplo, que desprisionalice, de manera de ver los resultados en seguridad; que desindexe los salarios como quiere Oddone, a ver si eso es posible; que privilegie la Celac en materia internacional, y posicione así a Uruguay donde cree que es mejor.
Si realmente el FA está escorado a la izquierda y su elenco propone políticas que irán al fracaso, es democráticamente necesario que a todo el mundo le quede claro; que se vea, se palpe, se entienda y se acepte. No puede haber un atisbo de duda en 2029 de que una cosa será votar a la CR y otra muy distinta votar al FA. Los resultados que tendrá la administración Orsi en temas trascendentes para el crecimiento del país serán los que hablen: si hay éxito abrumador, que sea solo suyo; si hay descalabros aquí y allá, que se sepa que el FA es el responsable y que la opción bien diferente es la CR al poder.
La gente eligió a Orsi presidente y al FA gobernando. Que representantes y representados se hagan cargo. Hay que dejarlos actuar y evaluar sus resultados.