Una y mil veces hemos dicho que sin una presencia sindical fuerte y autónoma no existe, en ningún lugar del planeta, verdadera democracia. Apenas iniciado el siglo XIX los obreros europeos comenzaron, a través de sus cuestionadas agremiaciones, largas luchas para lograr que, en su ámbito, se respetaran sus derechos laborales. No debe olvidarse que, mediante el esfuerzo denodado de sucesivas generaciones de hombres, mujeres y niños, el proletariado, vertiendo sudor y lágrimas, logró, condiciones laborales sino óptimas, progresivamente más decentes.
Puede no ser cierta la idea de Karl Marx que el trabajo es la única actividad que crea valor. No obstante, no cabe duda que, sin aplicar el músculo y el cerebro humano a la transformación de la naturaleza, aún viviríamos en la edad de las cavernas. Esto no significa que, aun si fuera cierto que las sociedades se estratifican en clases, sea el proletariado quien deba señalar su devenir. Como aún pretende la izquierda arcaica. Lo deseable es una humanidad que no discrimine, como todavía sigue sucediendo, en función de la ocupación de cada uno, de manera que todos por igual, puedan contribuir a un futuro común igualitario.
Dicho sea esto para remarcar el error opuesto de confundir el hacer política, vale decir la diaria construcción de la polis, con la actividad sindical, circunscripta al mundo del trabajo y sus anexos, donde constituye, un aporte necesario al bienestar social. Lamentablemente esta confusión de roles afecta al sindicalismo uruguayo. Aquí el PIT-CNT, entiende que, sin limitación alguna, le corresponde ejercer sus instrumentos de lucha, en todos los campos de la vida en común. Con la consecuencia, al invadir áreas ajenas, de entorpecer la marcha de la democracia.
Se trata de algo que nuestra central sindical no logra o no quiere entender, dificultando un desarrollo político autónomo y fluido, donde todos actúen según sus derechos y competencias. Por más que no solo en esto se equivoca. Como está impedida de promover un plebiscito para derogar la reforma de la seguridad social inventa, para conseguirlo, modificar las previsiones de la Constitución de la. República. Lo logra incluyendo en esta a la edad jubilatoria, el monto mínimo a recibir y la supresión del ahorro individual; claros requisitos de orden legal, no constitucional, contenidos en la reforma promulgada. Nada le importa convertir la Carta en un árbol de navidad donde cualquier chiche colgante, por mero exceso, mejora el conjunto.
Actuando de este modo el PIT- CNT ignora que, si bien no existen delimitaciones formales para definir la materia constitucional, ésta tiene límites materiales de orden prudencial que desaconsejan fuertemente transformarla en un cajón de sastre donde todo cabe. Nada impide que siguiendo la misma lógica se prohíba, mediante agregados constitucionales, la existencia de dirigentes sindicales, pasear perros pekineses por las calles, desconocer el lenguaje inclusivo o chiflar tangos machistas. El resultado es el mismo, desconocimiento de la dignidad de la Constitución que, en su trascendencia -de ahí la complejidad de su reforma- tutela los valores y derechos más arraigados del pueblo uruguayo.