“Comunismo moderado”

En su novela Estación Hawksbill, de 1967, el genial escritor de ciencia ficción Robert Silverberg, presenta una metáfora sobre el poder y la ideología que a pesar de los años, sigue siendo buenísima.

El espectro político no es una línea recta, sino un círculo. En esa figura geométrica, la derecha y la izquierda extremas se tocan. Y el punto más lejano a ambas ideologías, es la libertad. La libertad habita en las antípodas del totalitarismo.

Que los extremos se toquen es lo que hace que haya tantas similitudes entre las dictaduras y los tiranos de un pelo y de otro. Porque el autoritarismo es uno solo.

La represión y la supresión de las libertades, también.

La imagen de Estación Hawksbill ayuda a entender una treta que se ha vuelto muy frecuente en el lenguaje político y mediático actual. Los medios de información más populares a nivel global han agarrado la costumbre de etiquetar como “ultras” o “extremos” a los políticos que no adhieren a la izquierda.

Así, Jair Bolsonaro aparece sistemáticamente descrito como un exmandatario de “extrema derecha”, y Antonio Kast como el candidato “ultraderechista” de Chile. Lo mismo sucede con el Javier Milei, Daniel Noboa o Nayib Bukele. Ni hablar de Donald Trump.

En cambio, cuando refieren a figuras de la izquierda, esos mismos medios evitan, en todos los casos y con sumo cuidado, el uso de los calificativos. Los “ultras” o “extremos” nunca aparecen.

Son “de izquierda” a secas. Neutra. Inofensiva. Y en los pocos casos que usan algún adjetivo, el público tiene que bancarse frases inverosímiles como que la candidata oficialista chilena Jeanette Jara es, mátese de risa, una “comunista moderada”. Quizá la aspirante a la Moneda sea, efectivamente, moderada con los postres o con la bebida.

Pero en política, “comunista” y “moderado” son dos palabras que la coherencia solo permite escribir juntas en un texto humorístico o en un panfleto berreta.

La definición es tan absurda como la que utilizó la propia candidata chilena para describir al gobierno de Cuba durante una entrevista de campaña: “una democracia distinta a la nuestra”. Muy parecida a la que esgrimió nuestra vicepresidenta Carolina Cosse, también militante comunista, ante la misma pregunta, como si ambas figuras siguieran un mismo libreto o manual. Cosse aseguro que la dictadura cubana es “una democracia diferente”.

El uso hemiplégico del lenguaje es más que un sesgo editorial. No es casual y está cargado con el propósito de incidir en la percepción de la gente, empujando a algunas figuras políticas hacia la zona peligrosa del círculo de Silverberg y alejando a otras.

Por eso, hoy más que nunca, es fundamental ser desconfiados. Estar alerta a la forma en cómo nos hablan desde los medios y recordar que las palabras no son casuales, sino que han sido elegidas con intención

También hay que tener claro que ni los comunistas ni los fascistas, aunque lo diga France Press, la BBC o el simpático conductor del noticiero de la tv local, nunca son moderados. La moderación está en el centro. Junto a la libertad.

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