Como Herrera en el 51

En 1951 Luis Alberto de Herrera sorprendió a todos al aceptar la idea de una reforma constitucional con colegiado en el Ejecutivo. Con 78 años, vio más lejos que el resto. No solamente horadó el liderazgo de Luis Batlle, que no pudo así volver a ser presidente. Sino que, además, con un colegiado de nueve integrantes, incluyó una disposición clave para los blancos. En efecto, con seis consejeros provenientes de la lista mayoritaria del lema ganador, se satisfacía la puja interna colorada, sobre todo entre la Lista 14 y la Lista 15. Pero, con tres consejeros por la minoría, ingresaban dos de una lista y otro de la segunda más votada del segundo lema más votado: era la puerta abierta a la reunificación blanca, que se inició luego en 1954 y se confortó en 1958 con el triunfo y la alternancia en el poder.

Me da la impresión de que el reciente planteo del ex -presidente Sanguinetti tiene la misma inteligencia de larga duración que el de Herrera en 1951, aunque naturalmente con disposiciones adaptadas a nuestros tiempos. En concreto: voto cruzado de lemas en elecciones departamentales y municipales; acumulación de sublema para diputados; balotaje sí, pero entre los candidatos a presidente más votados de los dos lemas más votados, y compitiendo todos los lemas en octubre con varios candidatos presidenciales, reflotando así el viejo doble voto simultáneo y eliminando entonces las internas; y habilitación de lemas accidentales para facilitar acumulaciones electorales de lemas distintos.

Si empezara a caminar una reforma de este tipo, cambiaría fuertemente el actual sistema electoral y por tanto el comportamiento proselitista de dirigentes y sectores. Los partidos tradicionales con doble voto simultáneo presidencial se quitarían de encima la potentísima limitación del candidato único; los sublemas a diputados potenciarían los trabajos proselitistas de las agrupaciones partidarias en todo el país; y el voto cruzado, junto con el lema accidental, incluso en la eventualidad de conservar la separación en el tiempo de la elección departamental para preservar los protagonismos locales, operarían también en el sentido de vigorizar a los partidos.

Todo cumpliría además el objetivo de acortar el ciclo electoral, y todo se lograría sin dañar la gobernabilidad, ya que existen hábitos coalicionistas mucho más arraigados hoy que hace tres décadas para asegurar mayorías parlamentarias al gobierno. En una eventual negociación que procure grandes mayorías para aprobar esta reforma, seguramente la izquierda exija terminar con el balotaje, ya que muchos en ese campo consideran que se trata de la gran hipoteca contra triunfos que, sin segunda vuelta, estiman cantados para el Frente Amplio. Y por qué no aceptarlo, podrá pensarse del otro lado, si en octubre de 2024, todos desplegados, la suma de los partidos de la Coalición Republicana fue aritméticamente mayoría (lo mismo que en las internas de junio, por cierto).

Sanguinetti pone sobre la mesa una reforma que sin duda revitalizaría a los partidos, y sobre todo a su Partido Colorado, en una coyuntura en la que las lógicas de coaliciones están asentadas. Como Herrera en 1951, ve más largo que el resto. Lo que no sé es si, en otras tiendas, están los imprescindibles Martínez Trueba para promoverla.

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