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Casualidades de “clases A”

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El chiste por viejo y conocido no deja de ser actual. Un hombre en Estados Unidos es diagnosticado con una enfermedad terminal. Le cuenta a un amigo lo que hará. Me voy a Uruguay, allá pasan las cosas cuarenta años más tarde.

Si hubiera pensado en nuestro país George Orwell habría titulado su “1984”, “2024”. Orwell escribió ese libro en 1940. En él describe un mundo que imaginó ocurriría 40 años después. Lo vivimos en este 2024 al oriente del río Uruguay.

Un mundo en el que no importa la realidad sino lo que otros cuentan y repiten cómo lo hacía el Ministerio de la Verdad orwelliano.

El presidente argentino, Alberto Fernández, por ejemplo, habló sobre la crisis hídrica en nuestro país. En Montevideo abren la canilla y no sale agua, afirmó con la seriedad y fundamento que lo caracterizan.

Dispuso cuarentenas obligatorias en su país, mientras en el nuestro se imponía la libertad responsable. Permitía fiestas en su casa cuando estaban prohibidas por él mismo y por ello tuvo que enfrentar a la Justicia.

Lo bueno es que como los uruguayos abrimos la canilla y sigue saliendo agua sabemos que lo que dice es una gran mentira.

Ello, además, ensombrece cualquier otra cosa que diga. ¿Quién puede creerle después de eso a este nefasto Sarratea a quien un político uruguayo que quiere ser presiden- te definió como un clase A de la política?

Lo que deben ser los que juegan en la B.

A esto se sumó un informe de las Naciones Unidas totalmente sesgado que omitía aspectos esenciales de lo que sucede en Uruguay con la crisis hídrica. Por suerte el representante local le bajó el tono.

Lo increíble del tema es que el informe lo hizo un exlegislador del partido de ultraizquierda español Podemos que lideraba Pablo Iglesias. Otro clase A al que hace un tiempo lo invitaron a Montevideo a disertar en un coloquio donde propugnó por una izquierda “mediática” que controle la agenda.

Me tocó sufrir algo parecido cuando propusimos la reforma constitucional para atender la problemática de la minoridad que delinque. Mirando hacia atrás veo que quienes se oponían terminaron aceptando lo que propusimos. Se planteaba crear un ente separado del INAU para los menores infractores. Se creó el Inisa con el voto de todos los partidos.

Se proponía mantener los antecedentes de los que delinquían. El FA aprobó por ley que se mantendrían en aquellos casos en que los jueces lo determinaran.

Se propuso bajar la edad de imputabilidad a los 18 años. El FA aumentó las penas para los menores que cometen delitos graves, lo que en los hechos logró el mismo resultado.

Cuando se discutía la propuesta llegó un informe de la ONU oponiéndose. Citó normas equivocadas de acuerdo a lo que nos informaron nuestros asesores.

Que un clase A cómo Alberto Fernández mienta no es un problema del Uruguay. Que un clase A como el exdiputado de Podemos realice un informe erróneo sobre el agua no sería un problema si no fuera que lo hizo en nombre de una oficina de las Naciones Unidas.

Dicen que en política no existen coincidencias. Me cuesta creerlo.

No puede ser una coincidencia que el exlíder de Podemos diga que se debe tener una izquierda mediática que controle la agenda, que un exdiputado suyo haga un informe con omisiones y faltas desde las Naciones Unidas, que Alberto Fernández afirme que en Montevideo no sale agua de las canillas y que uno de los candidatos del Frente Amplio a la Presidencia lo adjetive como un clase A de la política mientras la otra candidata de dicha partido lee un informe de la Facultad de Medicina omitiendo partes fundamentales del mismo.

No puede ser una coincidencia todo esto. Recuerdo una reunión a la que me invitaron junto a todos los precandidatos a la presidencia de la República previo a las elecciones del año 2009. Era en la embajada de México en Carrasco. Se recibía al entonces Secretario General de la OEA.

En la cena se habló de los distintos procesos políticos que se estaban viviendo en América. Al final se nos comentó a los precandidatos que no era bueno que en las campañas se hable de la crisis económica. Ello porque a veces lleva a riesgos institucionales.

Junto al entonces senador Jorge Larrañaga no nos callamos. Señalamos que en Uruguay no existía ningún riesgo institucional. Ninguno. Enojado, aclaré que el único riesgo era que viniera alguien desde fuera a decirnos a los orientales de lo que podemos hablar en las campañas electorales.

A la salida Jorge, con ese vozarrón que tenía, me dijo estuviste bien vasco, que se piensan estos. Hoy creo que en realidad debe haber sido también una casualidad.

Cómo debe ser que coincidieran en pocas semanas las afirmaciones de Alberto Fernández, las del exdiputado de Podemos por Naciones Unidas y las de Carolina Cosse con el informe de la Facultad de Medicina.

No sé por qué todo esto me recordó al poema “Ajedrez” de Jorge Luis Borges. Ese que en un parte dice que “Dios mueve al jugador, y este, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías?”

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