Cambio de época

El 24 de febrero de 2022, Rusia atacó a su vecino más pequeño, Ucrania, sin que hubiese existido una agresión por los ucranianos y sin que este país representase una amenaza inminente. No hubo la causal de defensa ante una agresión externa, prevista en la Carta de las Naciones Unidas. Las explicaciones y divagaciones histórico-geopolíticas con que los gobernantes rusos intentan legitimar su agresión solamente empeoran las cosas.

Tres días después, el canciller alemán, Helmut Scholz, en un discurso en el parlamento federal, el Bundestag, calificó la agresión como una Zeitenwende, un cambio de época. El concepto de un hecho o acontecimiento que marque una transición de una era a otra, es atrayente. Pero, aunque esos acontecimientos suelen captar la atención de las sociedades, solamente son el síntoma visible de procesos históricos más profundos y de largo plazo. Y estas corrientes de largo plazo son las que realmente determinan el devenir de las sociedades.

Para Europa, la invasión rusa marcó el fin de una gran ilusión.

La caída del Muro de Berlín y la desaparición de la URSS llevaron a creer que la Guerra Fría había terminado y que ya no existía el riesgo de una agresión militar rusa; impulsaron la esperanza de que mejores relaciones comerciales y mayor apertura económica aportarían a la democratización de la sociedad rusa y asegurarían la paz y prosperidad de la región; y generaron la popular idea de que como Europa entraba ahora en una era de armonía, las sociedades podían reducir el gasto de defensa y transferir esas economías al gasto social (el famoso “dividendo de la paz”).

La agresión rusa demostró que las tendencias de largo plazo de la historia en realidad no habían cambiado y que bajar la guardia había sido un error.

Pero, si bien Europa se equivocó, los hechos demuestran que el gobierno ruso también incurrió en un error de cálculo aún peor. El precio que está pagando Rusia por su agresión es tremendo. Dejando de lado lo fundamental, las bajas en el campo de batalla, está el costo material del conflicto y sus reverberaciones geopolíticas.

Una consecuencia política inmediata fue que Finlandia y Suecia abandonaran su posición neutral y se incorporaron a la OTAN. Otra fue que los países europeos adoptasen un conjunto de medidas económicas en represalia, incluyendo, un elemento clave, recortar sus importaciones de hidrocarburos y gas natural de Rusia. Esto ha significado no solamente un costo económico para la economía de esta potencia, sino también uno político porque ahora los europeos se esfuerzan en reducir todo lo posible su dependencia de Rusia, desandando el camino que habían emprendido luego de la caída del Muro de Berlín. Otra vez, lo económico no puede separarse de lo político.

Ahora, la información más reciente publicada por OTAN indica que los 31 países que componen esa alianza defensiva han aumentado su gasto militar al 2 %, o más, de su producto nacional bruto. Hace una década solamente tres países invertían esa cantidad en defensa (Estados Unidos, Reino Unido y Grecia). Incluso, los países escandinavos duplicaron su gasto militar en desde la invasión de Ucrania y este llegará al 3,2 % de su PNB este año.

La agresión rusa, en lugar de eliminar a Ucrania y debilitar a Europa y la OTAN, los ha fortalecido.

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