La templanza es una de las virtudes cardinales de Platón, definida como “moderación, sobriedad y continencia” por la Real Academia Española. No tengo dudas que en eso estuvo el principal acierto del gobierno y del presidente en estos 12 meses.
Hace un año el clamor social era unísono: cerrar, suspender, prohibir, limitar, etc. El miedo ante lo desconocido era el motor. El gobierno to-mó medidas fuertes como suspender las clases, pero evitó los extremos que se vieron en países vecinos donde había que mostrar un papel a la policía para estar en la calle. Se negó a prohibir coercitivamente la movilidad de las personas. En su lugar apostó por la “libertad responsable”, confió en que las personas voluntariamente actuarían de forma prudente. Esa fue la tónica todo el año más allá de matices.
Este martes el gobierno tuvo un nuevo desafío en un clima distinto. Hay cansancio y muchos reclamos e intereses contradictorios, imposibles de conciliar. Más allá de ajustes tampoco hubo mayores innovaciones.
Muchos quedaron disconformidades, pero no todos por el mismo motivo. Unos cuantos se quedaron esperando por medidas más drásticas que reduzcan la movilidad. Hay personas que sistemática y coherentemente han planteado sus discrepancias con la estrategia general, creen que el camino coercitivo de reducción de la movilidad es el mejor. Entienden que los costos de estas medidas son menores o manejables por lo que se debe priorizar lo sanitario.
Otra parte del griterío es bastante menos entendible. Actores que parecen estar prioritariamente preocupados por el impacto económico y social de la pandemia pero permanentemente piden medidas que agudizaran el mismo. O los que exigían una respuesta contundente y coercitiva pero les parecieron excesivas las medidas tomadas. El colmo es el doctor que al inicio de la pandemia era reivindicado por cierta militancia opositora como abanderado del relato apocalíptico de la disparada del virus, y luego se reconvirtió al es- cepticismo dedicándose al mercado de las teorías conspirativas.
En medio de todo este griterío el gobierno tuvo que decidir cómo atraviesa la recta final. Si la vacunación avanza como todos esperamos en 60 días deberíamos ver un baja consistente de los niveles de mortalidad y CTI. El presidente optó por ajustar medidas dentro de la estrategia macro que lo guió estos 12 meses.
Por el contrario estos 12 meses hubo actores de primera línea que comenzaron pidiendo el cierre total, luego acusaron de imprudente la apertura de las primeras escuelas; luego, cuando el agua estaba calma, se dedicaron a presionar diariamente para que abriera todo lo que faltaba y criticaron la falta de obligatoriedad en la asistencia a la escuela; finalmente volvieron a la estación de salida y cerraron el año denunciando la falta de medidas que restrinjan la movilidad.
Con “el diario del lunes” tendremos mayores elementos para “juzgar” cuan acertado fue el camino. Allí vendrán las evaluaciones sanitarias, económicas, sociales y políticas (que tampoco podrán estar seguras de “que hubiera pasado si…”). Lo que no me quedan dudas es el tremendo valor de la templanza como virtud para atravesar las tormentas.