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Avalar al corrupto

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tomás linn
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Acaso Mujica apoya la corrupción? ¿Desprecia el funcionamiento de un poder independiente como el Judicial y con ello el significado profundo de un Estado de Derecho? Hoy, apoyar a Cristina Kirchner es hacer ambas cosas.

José Mujica fue presidente de Uruguay entre 2010 y 2015. Había sido guerrillero tupamaro en los años 60 y 70, dispuesto a tomar el poder por las armas y, mediante una “revolución”, poner fin a la forma de gobierno democrática que regía en Uruguay en ese entonces. Sin embargo, cuando muchos años después (y tras haber sufrido una larga prisión durante la dictadura) fue elegido presidente, jugó según las reglas. Su estilo pudo haber sido particular y sus decisiones opinables como las de cualquier presidente, pero durante su gestión se atuvo a la forma democrática, republicana, liberal y representativa que establece la Constitución. Hay quienes dudan que lo haya hecho por convicción, pero eso es otra discusión.

El Grupo de Puebla tenía previsto reunirse este lunes en Buenos Aires en “solidaridad” con la vicepresidenta argentina condenada este martes a seis años de cárcel por un caso de corrupción. Dado que a ella se le diagnosticó covid-19, el encuentro se postergó unos días.

El Grupo de Puebla sostiene que Cristina Kirchner fue “víctima de un juicio político orquestado por la derecha con operadores de la Justicia y medios de comunicación para sacarla del debate democrático”. A la reunión irán el presidente argentino Alberto Fernández y en caso de superar el diagnóstico, la vicepresidenta Cristina Kirchner.

Además de Mujica, concurrirán la vicepresidenta segunda del Gobierno español y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y los ex gobernantes Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador), José Luis Rodríguez Zapatero (España), y Ernesto Samper (Colombia). También participará el presidente del partido Morena, al que pertenece Andrés Manuel López Obrador (AMLO), actual presidente mexicano.

Los que suelen reclamar no intervenir en asuntos internos de otros países (como Cuba, Venezuela o Nicaragua), sí lo hacen con Argentina.

Da vergüenza ajena saber que Mujica será parte de esa gran murga y no puede ser que no sepa en que se mete. Lo sabe.

Si durante los años 90 se habló del alto grado de corrupción que afectó a Argentina durante los gobiernos de Carlos Menem, es lógico que a lo sucedido en el reinado de los Kirchner se le llame “megacorrupción”: fue más allá de lo jamás conocido hasta ahora. Además, ocurrió a la vista de todos, se filmaron y trasmitieron situaciones escandalosas, hubo investigaciones periodísticas algunas publicadas como libros con datos irrefutables, se encontraron cuadernos con anotaciones inauditas. Todo se vio y conoció a lo largo y ancho de la Argentina. Acá también lo vimos. Aunque aparentemente, no Mujica.

El sentimiento de impunidad con que actuó el kirchnerismo fue asombroso. Nunca creyó que le pasaría algo. La presentación del fiscal sobre este caso en particular, fue de tal precisión y contundencia que resultaba imposible que los jueces fallaran de otro modo.

¿Acaso Mujica no se había informado? ¿Porqué hace este papelón?

Ya desde su gobierno anterior, Cristina Kirchner sometió al Poder Judicial a una presión impresionante e indebida. Para ella y para su gente, no existía, ni existe, el concepto de separación de poderes. Hay un solo poder, y ese poder es ella.

Corrupción y abusiva presión de un poder sobre otro: así son los sellos que caracterizan al kirchnerismo.

Y Mujica viaja en solidaridad con eso.

Muchos uruguayos, incluidos algunos que lo votaron, sin duda repudiarán ese gesto. Es que al tomar posición respecto a dicha realidad, está desnudando cuales son sus valores personales. Y lo que se ve, no es bueno.

Por otra parte, ¿qué solidaridad merece Cristina Kirchner de alguien que gobernó Uruguay?

El día que asumió por primera vez, ante el Congreso argentino y ante varios presidentes de otros países, maltrató en forma grosera y alevosa al presidente uruguayo, que en aquel momento era Tabaré Vázquez. Humilló a Uruguay.

Tanto ella como su marido alentaron el cerco (un virtual sitio de casi cuatro años) contra Uruguay en los puentes cortados sobre Fray Bentos y Paysandú. Ocurrió durante las presidencias de Vázquez y Mujica.

A Cristina, Uruguay le importó un comino. En todo caso lo veía como una suerte de provincia insurrecta a la que mejor era matar con la indiferencia.

¿Es necesario, entonces, ir hasta Buenos Aires a brindarle solidaridad? Más que solidaridad, insisto, esto parece ser un aval a sus conductas corruptas y un espaldarazo a su desprecio por las instituciones democráticas.

No parecen causas nobles que merezcan solidaridad. Más bien son de despreciar.

Alarma, y mucho, que Mujica no vea la diferencia.

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Tomás Linn

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