Atento Houston

Lo mejor para las personas es saber hacia dónde va el gobierno. Es más importantes eso que, inclusive, compartir el camino. Aún en la discrepancia cuando se tiene certezas del rumbo que tiene el país, se toman decisiones, si no se conoce la incertidumbre se instala y la parálisis domina.

Eso es lo que está pasando. Eso es lo que dicen también las encuestas. La desaprobación creciente y la aprobación en caída en apenas ocho meses de gestión no es una cosa frecuente. De la luna de miel se pasó al cuarto menguante. El presidente tiene simpatía, pero no le alcanza para sostener la gestión. Buenos, por suerte, es lo que sobran en Uruguay, pero presidente es un lugar para pocos.

Se ha instalado en el oficialismo una disputa insólita por el mando, pero no por el poder sustantivo. Es por quién tiene más influencia. El poder real tiene contenido, no oropeles. Va de la mano de un camino con rumbo, se decide ir para un lado y no para otro, pero eso implica tener clara la opción. Liderar es optar.

Cómo camino con claridad no hay, la disputa es por algo mucho más simbólico y es ganar la creencia pública sobre quién “manda”. El presidente Orsi, con sus actitudes, ha abierto esa carrera. Cada tema tiene diferentes versiones y contradicciones. Unos dicen una cosa y otros lo corrigen.

Cuando comenzó el gobierno algunos analistas creyendo ver lo que otros no, decían que lo que parecía falta de liderazgo presidencial era en verdad un estilo. El “estilo Orsi” de ejercer el mando. Dejaba crecer los temas y luego laudaba, decían. Casi que una versión Tabaré Vázquez II. De ese estilo Orsi, no queda ni el rastro apenas unos meses después, porque sencillamente no existía. Fue una creación del momento para tapar la desnudez. El estilo es la duda y la no definición. El vacío lo llenan los secretarios.

No es lo mejor para el país que el presidente resigne autoridad como notoriamente sucede. Primero porque es intransferible democráticamente. Se lo eligió a él y no a sus secretarios. Y segundo porque el deber ser de un presidente es hacerse cargo.

El gobierno no tiene mapa de ruta. A falta de una agenda positiva, de ir hacia adelante, el camino elegido es la destrucción. En la Torre Ejecutiva se instaló una empresa de demoliciones.

Garantizar el agua potable ante una crisis hídrica como la vivida es esencial. Nuestro gobierno inició el camino para que nunca más pase lo de la sequía pasada. El proyecto Neptuno/Arazatí fue estudiado, es ambientalmente sustentable y posible de financiar. Pero por venir de nuestra gestión, por razones políticas, este gobierno lo frenó. ¿Tiene uno mejor? Habla de uno en Casupá que no tiene estudio de impacto ambiental, que implica agredir el ambiente, que la comunidad rechaza, no se sabe cuánto cuesta, pero mucho peor no resuelve lo que pretende. Hacer menuda obra para poner una toma de agua en un cauce que ya se secó parece de locos.

El plan de saneamiento para el interior también se para. ¿Por otro mejor? Por ninguno, solo por capricho. Las demoliciones siguen.

Las patrulleras oceánicas también se dejan de construir, parece. La excusa es la garantía del 5%, que pesó más que el 95% restante y los barcos en plena construcción. La realidad es bien distinta y rara. Muy rara. Los que aplauden esta marcha atrás son los narcotraficantes y los ladrones de nuestra pesca sobre todo en el litoral con Brasil y en el mar lejano por barcos chinos.

Dicen desde el gobierno que ellos también están de acuerdo en la necesidad de los barcos. No dicen la verdad. Si estuvieran de acuerdo lo hubieran comprado en sus quince años de gobierno. Y además, cuando lo hacemos nosotros, lo destruyen. La empresa de demoliciones. Una cosa es el “pico”, otra los hechos testarudos.

Esta es la realidad, el resto sanata y excusas.

Para ocho meses de gobierno cortar con motosierra los avances es lo único.

La falta de iniciativa, la lucha por el mando “simbólico” por ver quien “manda” no genera rumbo, genera ruido. Los manotazos mediáticos como en el caso de las OPV refuerzan la idea de una agenda negativa. El desparpajo de la mayoría de la JUTEP en el caso Danza, muestra lo alejados de la realidad que están y la soberbia que los inundó.

Sin proyectos constructivos que generen expectativas, no se retoma el liderazgo. La ley de presupuesto en estudio es de una pobreza de ideas conmovedora, la peor en esperanzas y proyectos de los 40 años de democracia.

Destruir lo hecho, la improvisación y los vacíos de poder debilitan las instituciones democráticas. La autoridad la confiere el pueblo votando, pero se dilapida por inacción o por delegarlo a quienes no corresponde.

Nos pasa como al astronauta: “Houston, tenemos un problema”.

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