Áreas protegidas y ganadería

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El año concluye con buenas noticias en materia de conservación de la diversidad biológica nacional. Aunque no se perciba con claridad, este patrimonio natural constituye el basamento que sostiene tanto la salud ambiental como el equilibrio ecosistémico del país y la producción agropecuaria.

Nos referimos al fortalecimiento del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP).

Con la inclusión al mismo del Parque Nacional Arequita, ocurrida el mes pasado, ascienden a 20 las áreas naturales protegidas diseminadas a lo largo y ancho del país. Además se encuentra en proceso de selección y delimitación la nº 21: Islas del Queguay en el departamento de Paysandú, justamente en la zona de la desembocadura de los ríos Queguay y Uruguay. Son algo más de 8.000 hectáreas (repartidas proporcionalmente entre superficies isleñas, acuáticas y terrestres).

Esta política de conservación constituye el camino correcto hacia la sustentabilidad del desarrollo nacional a largo plazo. Significa que la planificación de la producción irá de la mano del cuidado ambiental que la sostiene. Algo que hoy se presenta como tan lógico y obvio.

Recordemos que hasta hace unas décadas se intentaba combatir esta visión con argumentos falaces como que desarrollo y conservación eran conceptos antagónicos, contrapuestos; o que si protegemos a la naturaleza condenamos a la sociedad al atraso porque nos impedía aprovechar al máximo los recursos naturales -percibidos como infinitos.

La necesidad de contar con un robusto SNAP se justifica plenamente, entre otras consideraciones, por su compatibilidad con la producción ganadera pastoril, que está indisolublemente asociada a nuestra cultura y producción estrella.

Los extraordinarios recursos forrajeros que brinda el campo natural uruguayo son responsables de la excelsa calidad de la producción ganadera nacional. Por eso resulta prioritario conservar al máximo los pastizales templados (campos naturales), uno de los biomas más productivos y amenazados del planeta, que además contribuye a combatir la crisis climática.

A pesar de su retroceso, aún hoy el campo natural ocupa el 60% de nuestro territorio. Es un patrimonio valiosísimo que debe ser protegido a toda costa.

El campo natural está presente en la mayoría de nuestras áreas protegidas, al igual que las actividades ganaderas, porque se trata de una producción compatible con la conservación de la biodiversidad, si no se comenten errores groseros como el sobrepastoreo, la mala utilización de agroquímicos, la degradación de ecosistemas asociados al campo natural -como el monte nativo, bañados y matorrales-, o la realización de prácticas que permitan el ingreso de especies exóticas invasoras muy dañinas como gramilla y otras.

Es por ello que el paulatino incremento de las áreas naturales protegidas de nuestro país y la firme apuesta a garantizar la ganadería en campo natural, son aliados estratégicos de nuestro mejor desarrollo.

Son buenos parámetros indicadores de nuestro futuro, que desde luego deben estar bien alineados con la promoción de la inversión, el desarrollo y la innovación (I+D+i).

No nos equivoquemos más, de eso se trata del desarrollo sustentable.

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