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Muerte al macho

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Álvaro Ahunchain
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La amable consigna, grafiteada por colectivos radicalizados durante la marcha del pasado 8 de marzo, generó distintas repercusiones posteriores.

Los radicales del signo opuesto se apuraron a citarla como ejemplo del "feminazismo", pretendiendo inferir que las 300.000 personas, mujeres y hombres que asistieron al encuentro, compartían ese dislate macabro.

Los y las feministas conscientes de las legítimas reivindicaciones de equidad de género se desmarcaron de él, asumiendo que en toda marcha multitudinaria se cuelan grupúsculos violentos que no representan a nadie. Pero hoy quisiera referirme a una flamante interpretación progre que, lejos de cuestionar la frase, la justifica y edulcora.

Resulta que ahora "muerte al macho" no quiere decir "muerte al macho". En la peculiar visión de algunos exégetas, tanto locales como extranjeros, se nos aclara que la consigna no incita a matar al hombre, sino al machismo. Menos mal. Explican que propone erradicar la insanía violenta que, según dicen, todos los varones llevamos dentro en mayor o menor medida, por nuestra cultura patriarcal.

Con la misma liviandad en el uso del lenguaje, en cualquier momento puede aparecer un colectivo pintando en las fachadas "eliminar al pobre", y teniendo que explicar después que lo que quiso decir con eso fue "eliminar la pobreza".

Según el diccionario de la RAE, "macho" es, ni más ni menos, "animal del sexo masculino". No tiene ninguna acepción despectiva ni descalificatoria, como tampoco lo posee la palabra "hembra". Es verdaderamente patético leer a personas con nivel intelectual, justificando una apelación al crimen. Y está claro que una simple pintada no es grave, en comparación con la muerte real de las víctimas de violencia de género. Pero cabe preguntarse si con eso se ayuda a combatir el trágico flagelo que estamos padeciendo en el país. ¿Somos tan ignorantes que creemos que se protege a las mujeres amenazando a los hombres? ¿Hasta tal punto se ha instalado el pensamiento burro y primitivo de los barrabravas de fóbal? ¿El país dispone de los refugios que hacen falta para acoger a las mujeres agredidas por sus parejas, con la rapidez y eficiencia imprescindibles en estos casos? La policía y los jueces, ¿están actuando con la coordinación necesaria? El sistema educativo, ¿aplica planes realmente promotores de la equidad de género? ¿O está más preocupado por incorporarse a la agenda de colectivos minoritarios, enseñando aquello del género "como construcción social", que postula la nueva guía de educación sexual? ¿Y qué mensaje están emitiendo los partidos, cuando un expresidente, que es además el político de mejor imagen del país, salió una vez a repartir volantes que decían "si te deja, no la fajés, aprendé a perder", y en otra oportunidad advirtió a los opositores "que cuiden a sus mujeres"?

Se votó una ley que atiende algunos de estos problemas (hay que ver si aparecen recursos económicos para implementarla), pero en la que también se formulan definiciones de "violencia simbólica" que pueden desembocar en ejercicios de lisa y llana censura.

Hay gente que, en lugar de hacer foco en lo urgente, prefiere teorizar sobre el heteropatriarcado y otras agudezas a la moda. Porque en el fondo, su negocio consiste en simplificar la realidad en la vieja lucha, ya no de clases sino de sexos. Y esa realidad escamoteada demanda correr por un carril opuesto al de desear la muerte del otro: más bien pasa por proteger la vida de todos.

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