Al son de Rasputín

Termina el año, aunque no terminamos de saber qué quiere el oficialismo. Es notoriamente un gobierno en disputa ideológica entre los “tupas” y los “bolches”. El premio mayor es el ministro de Economía, su cabeza, aunque cueste creerlo tiene un láser que le apunta. Los impuestos aprobados por el Frente Amplio en el presupuesto pretendieron ser un calmante para los comunistas y el PIT-CNT, una especie de “tomá y no molestes más”.

Esos sectores lo tomaron, pero están lejos de frenar su intención de ponerle sello ideológico al gobierno. Ahora van por más.

Lo que está en el candelero es el famoso “impuesto a los ricos”. Tiene buen marketing, pero mucho más efecto negativo tiene sobre la inversión y la generación de empleo la propuesta que adelantó el ministro de Trabajo Juan Castillo de enviar un proyecto de ley que obliga a las empresas a dar aviso anticipado de eventuales despidos. La sola existencia de esa posibilidad es el freno más inmediato para que un comerciante, un empresario o un emprendedor no se compre un problema empleando a alguien.

Imaginemos una empresa que por un tiempo tiene entre su plantilla a uno o más funcionarios que por el motivo que sea saben que serán despedidos, pero que mientras dura ese proceso anticipatorio siguen en su lugar. ¿El clima laboral, la seguridad de la información, el relacionamiento interno, cómo les parece que funcionaría?

Ni qué hablar que en un entorno regional que avanza en relaciones laborales menos rígidas y climas de inversión más amigables y baratos que el uruguayo, el estímulo para radicar empresas es mucho más fuerte que aquí. Si alguien tiene que elegir entre un país más barato y donde el Estado no se le mete en la administración de la empresa, que en definitiva de eso estamos hablando, la elección será clara. Esto no es un tema de las empresas, esto es vital para el trabajador y el empleo.

Tenemos un desafío de crecimiento que ronda hace años guarismos mínimos del entorno del 1% y el ministro comunista del gabinete, el de Trabajo, adelanta esta iniciativa de cogestión estatal de las empresas privadas. Juguetean con el impuesto a los ricos, pero éste es el cangrejo debajo de la piedra.

La disputa ideológica es entre frentistas pero el resultado tiene un precio país.

Todo esto es posible por una sola causa: la falta de liderazgo presidencial. La línea está en disputa porque el poder se divide en varias porciones de sectores y subsectores y nadie ordena y manda.

No es un tema de tropezón discursivo de Orsi, el tropezón es de rumbo. No se sabe qué se quiere y por lo tanto varios Boy Scouts de la política encienden fogones a gusto. El MPP se transformó en un grupo de muchachos con enorme poder político heredado de Mujica, pero sin Mujica, que al final ordenaba a los Boy Scouts.

No hay agenda de proyectos, los entes autónomos están paralizados, en materia de seguridad no tienen idea, en materia internacional el canciller no existe y lo mejor que se les ocurre es poner el poder al servicio de demoler lo hecho en la gestión pasada: proyecto Neptuno, patrulleros oceánicos, plan de saneamiento, obras de infraestructura, la gobernanza de la educación, en fin todo sirve para que la muchachada sienta que tiene poder y disfrute de sus fogones quemando logros de la “derecha”.

El futuro económico no es venturoso desgraciadamente, y menos lo será con un gobierno en disputa ideológica y de poder.

En la calle empieza a surgir un clima negativo que las encuestas reflejan. La caída sin parar de la aprobación y el aumento empinado de la desaprobación, cuando no terminó el primer año de gobierno, es preocupante. Y todavía faltan cuatro años, es la frase más repetida.

Esta semana se celebró en el Parlamento los 40 años de democracia. Tenemos una democracia plena, que apenas el 6% de la población mundial disfruta, pero eso no quiere decir que no haya amenazas que no son ni los tanques ni la guerrilla.

El crimen organizado con el narco, las burocracias que frenan la innovación y la libertad individual, el hastío y la desesperanza que las instituciones no solucionen las demandas, el desencanto en la política y el insulto ganándole a la deliberación, acechan la democracia.

Todo esto está entre nosotros y el gobierno influye fuerte en todas. La oposición que integramos también, pero es obvio que los primeros “son mano” y tienen el poder mayor.

En estos días Orsi decía que el 1º de enero empieza a ejecutar el programa una vez vigente el presupuesto. Perdimos casi un año de la nada mismo. De mucho ruido político donde el gobierno hizo trabajar a su empresa de demoliciones. Creer que el liderazgo se puede conquistar por la negativa es un profundo error.

Eso puede dar un título de prensa o unos minutos de televisión, pero no corrige la caída libre del gobierno. Pone de fiesta al comité de base, pero deja incrédulos a la mayoría de los uruguayos.

Orsi es nuestro presidente, hay que cuidarlo, aunque no se deje, o no lo dejen. Rasputín se les coló.

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