Adiós al maestro

Tener marcada empatía por los niños y facilidad de comunicación con ellos”, así definía don José María Obaldía las claves para el buen magisterio. Obaldía, falleció el miércoles último a los 99 años, luego de una riquísima vida como maestro, escritor, poeta,académico y charlista excepcional.

Había nacido en 1925 en Treinta y Tres y pese a que veinticinco años más tarde se afincó en Montevideo, nunca dejó el Olimar y el Yerbal (grande y chico), donde volvía permanentemente en sus inolvidables relatos.

Hizo Liceo en Treinta y Tres a los 20 años. Recordaba que entonces sentía vergüenza por la diferencia de edad con sus compañeros. Fue así que se concentró en el estudio. Al terminar cuarto año y por sus brillantes calificaciones, el director le comunicó que había ganado una beca para continuar sus estudios en Montevideo. Entonces quería ser médico. Con los $ 30 mensuales que le otorgaba la beca, desembarcó en la capital. Como durante seis meses no le dieran la mensualidad, cuando le pagaron el dinero atrasado cobró $ 180. “Con esa plata, le compré una cocina Volcán a mi madre, un reloj Águila en la joyería París y todavía me sobró para el tabaco de todo un mes”, recordaba en una entrevista que le realicé para El País en 2016. Entonces, acababa de cumplir 91 años y daba por cerrada su etapa de escritor, en la que publicó más de 15 libros, y escribió varias letras para Los Olimareños, Los del Yerbal y Teresita Minetti. Ocupaba, desde 1995, el sillón José Enrique Rodó de la Academia Nacional de Letras, a quien consideraba un “amigo”, porque sus libros habían sido compañeros de ruta en los años de magisterio.

En 1953 se casó con Elsa Miraballes, también oriunda de Treinta y Tres, años después llegaría María Inés, su única hija, reconocida comunicadora y hoy diputada. Siempre dio clases en 6° año y cuando recibió la primera inspección, echó mano a El vendedor de pájaros de Morosoli. La inspectora quedó embelesada y le puso la máxima calificación.

Ejerció el magisterio durante 23 años, en escuelas públicas, incluyendo la Dirección en una de ellas. Era famoso por los cuentos e historias de Treinta y Tres que le hacía a los niños, en el patio, después de clase. Los alumnos no querían irse; le pedían más historias. Su carisma y don de narrador eran insuperables.

En 1978 la dictadura lo destituyó. La necesidad de ocupar el tiempo lo llevó a escribir. Ganó un concurso literario con sus Veinte mentiras de verdad. Nadie imaginó entonces que había nacido un clásico de la Literatura uruguaya. Fue invitado a hablar del libro a Radio Sarandí. Lo entrevistó María Eloísa Galarregui en su recordada Revista Sarandí. Fue por una entrevista y se quedó más de una década. Su espacio se llamó” Por los pagos de Obaldía”. La audiencia lo seguía con fidelidad pocas veces vista. Llegó a dar, una tarde de lluvia, su receta para hacer tortas fritas.

La bonhomía y el don de gentes, eran las características más salientes de su personalidad. Con la sonrisa siempre dibujada y dispuesto a compartir una historia andaba por el mundo, porque como solía decir:” Todos deseamos y necesitamos que nos cuenten un cuento”.

Agradecido a la vida, nunca ocultaba su felicidad cuando algún ex alumno lo reconocía, porque según afirmaba: “El magisterio es una recompensa de por vida”.

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