Bumerán

El término proviene de Australia a través del inglés "boomerang". Con eso queda explicado el significado del título, adaptado así por la Real Academia Española. Hablamos de esa arma arrojadiza formada por una lámina de madera encorvada, de manera que lanzada con movimiento giratorio puede volver al punto de partida. El bumerán al que nos estamos refiriendo es el que lanzó con esas características el Sr. Ministro del Interior cuando autorizó la ocupación de los lugares de trabajo negando la intervención policial para impedirlo. Desde entonces se han acumulado situaciones que terminaron en forma lamentable, con propietarios que han cerrado sus negocios porque no pudieron superar el desánimo de comprobar la falta de garantías que otorga el Estado a la propiedad privada, con pérdida de puestos de trabajo y desocupación consiguiente. Permanentemente estamos viviendo situaciones de ocupación laboral.

Recientemente fue en una empresa arrocera en Melo, sin que sus propietarios tengan claro cuál es el reclamo y a pocos días de dilucidarse la controversia ante el Ministerio de Trabajo. Pero ninguna tuvo connotaciones tan especiales como la ocupación de la torre de Antel por parte de un conjunto de trabajadores que se desempeñan como "guardahilos", quienes trabajan para la empresa estatal en condición de arrendadores de servicio y reclaman su presupuestación como funcionarios de la Institución. A esos efectos, pidieron una audiencia al Directorio y como no se la dieron de inmediato, ocuparon la torre, que va acumulando razones para su celebridad eterna.

En ese momento, el vicepresidente de Antel, Dr. Edgardo Carvalho, reclamó la intervención del Ministerio del Interior en tono patético, considerando la ocupación como ilegítima, no se sabe bien por qué, desde que dicha secretaría de Estado dio luz verde para este tipo de actuaciones de los trabajadores. Parece que el Dr. Carvalho no lo sabía. Y tanto no lo sabía, que según declaraciones de los ocupantes "el único que se portó bien con nosotros fue el encargado de la Policía, que nos dijo que no había problemas, se puso a las órdenes, nos mantuvo abiertas (durante la noche) las puertas de la torre y se puso a disposición", según informara nuestra edición del martes pasado.

Es lógico que ocurriera lo que sucedió: el policía cumple las órdenes de su Ministro, y lo único que le faltó fue facilitarles comida a los ocupantes, lo cual, en una interpretación casi razonable de las instrucciones, no hubiera llamado la atención.

La realidad indica, una vez más, que ante estas contradicciones, sólo se pasa con facilidad de lo sublime a lo ridículo.

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