Sistema B

SUSTENTABILIDAD El Mercurio / GDA Gonzalo Muñoz (Sistema B) y Juan Carlos Muñoz (ministro de Transportes de Chile). Foto: El Mercurio / GDA Hora del almuerzo. A la entrevista, primero llega Juan Carlos Muñoz, el flamante ministro de Transportes de Chile. Un paso más atrás (como si se tratara de algún protocolo inexplicable) Gonzalo, su hermano, exchairman de la COP (Conferencias de las Partes, encuentros centrados en el medio ambiente). En el Palacio, el clima es de relativa solemnidad. Pese a ello, Juan Carlos, el ministro, ordena una pizza vegetariana. «Estoy influido por mi hija vegana, aunque la verdad, sigo comiendo carne», dice. Gonzalo, su hermano, complementa: «Yo soy flexitariano. A veces vegetariano. A veces no. Ahora también pediré una pizza». «Yo también», digo para no ser menos. Mala idea. En cuanto pruebo el primer bocado, pienso que haberles seguido la corriente a los hermanos M&M fue un error. A la pizza le sobra diseño, incluso arquitectura, pero le falta sabor. Cierto: las comparaciones son odiosas, pero, de un modo u otro, esta conversación se trata justamente de eso. ¿Cómo es que estos dos hermanos, tan exitosos, lograron avanzar, en caminos paralelos, pero parecidos? Para iniciar la conversación, tiro una pregunta que había pensado en casa. Esta info sirve de base: Gonzalo fue el hombre de confianza del expresidente chileno Sebastián Piñera en la COP. Juan Carlos es uno de los pocos masters seniors en el efebo círculo de ministros del actual mandatario, Gabriel Boric. -¿Gonzalo es más de derecha y Juan Carlos, más de izquierda? -Juan Carlos (JC): Siempre me consideré de centroizquierda. -Gonzalo (G): Yo, en cambio, soy radical de centro y me molesta mucho la lógica lineal que obliga a ponerte en un extremo u otro. Creo que somos multidimensionales. Puedo funcionar muy bien con alguien de derecha o de izquierda. Juan Carlos (51) estuvo siempre orientado a la academia. Primero, como profesor del Departamento de Ingeniería de Transporte y Logística de la Católica. Luego, como director del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (Cedeus). Gonzalo (50) tiene un perfil más emprendedor. Creó TriCiclos (que da soluciones en tratamiento de residuos y reciclaje), el proyecto vitivinícola Polkura y la oficina de asesorías de triple impacto Manuia. Fue cofundador de Sistema B y High Level Climate Action Champion para la COP25. Los Muñoz nacieron en Viña. Años después, se los llevaron a Santiago. En su casa ya en los 80 se reciclaban papeles y cartones. No llegaban cartoneros, sino recicladores de base. La explicación está en la familia. Juan Carlos padre fue uno de los fundadores de Contigo, el primer banco de microcrédito de Chile. Un laico, católico, ligado a Schoenstatt. Ximena Abogabir, la madre, es una empresaria y activista ambiental, fundadora junto a Sara Larraín y Adriana Hoffmann de la Fundación Casa de la Paz. «De niños estuvimos muy expuestos a todos esos temas. Y nos sirvió para ser más conscientes de nuestro entorno. El Craighouse era un colegio bien duro. Y había que estar bien parado para que el mundo no fuera agresivo contigo. No era un lugar fácil para débiles», cuenta Juan Carlos. Gonzalo Muñoz (Sistema B) y Juan Carlos Muñoz (ministro de Transportes de Chile). Foto: El Mercurio / GDA -Los Muñoz ¿eran los «progres» del colegio Craighouse? -G: Creo que teníamos una visión política un poco más amplia. Estamos hablando de la época del plebiscito. Un momento muy politizado y las tensiones se hacían explícitas. -JC: En nuestra casa había una mirada del régimen mucho más crítica de la que tenía cualquiera de nuestros compañeros. Regularmente nos llegaban los cassettes de Teleanálisis que mostraban lo que no veías en televisión. Cuando tenían 11 y 10 años sus padres se separaron. Tiempo después, su madre se emparejó con Sergio Vergara Larraín, quien fuera subsecretario en el gobierno de Eduardo Frei (1994-2000). -Abogabir militó en dos mundos: creó la agencia de publicidad Porta y sentó las bases del ambientalismo chileno. ¿Cómo los conjugó? -JC: En los años 80 Porta fue una agencia que lideró la creatividad. En un momento tuvieron que hacer el comercial de una marca de jugos en polvo que ganó muchos premios. Eso la marcó. Recuerdo que, en un momento, dijo: «dedico toda mi creatividad a generar ciertos mensajes y, sin embargo, soy consciente de que prefiero que mis hijos no consuman jugos en polvo. Lo que hago no es coherente con el tipo de sociedad que quiero construir». Luego, renunció. -Ustedes han debatido sobre el problema medioambiental... ¿Lo soluciona la propuesta constitucional? -JC: Me parece muy atractivo que la Constitución se haga cargo de esa problemática que es una de las principales crisis que enfrentamos. Creo que la Constitución recogió el problema de buena manera. -G: No tengo ninguna duda de que Chile necesita una Constitución que incorpore la crisis climática y la biodiversidad y nos comprometamos con el bienestar de los ecosistemas. Ahora, en cuanto a las soluciones, hay temas que me preocupan porque limitan. Por ejemplo, cuando se habla de los derechos de todos los seres vivientes, no sé cómo vamos a acabar con las plagas. Tampoco queda claro lo de la participación ciudadana. Ni eso de limitar ciertos bienes y servicios que vamos a necesitar, incluso para solucionar la crisis climática. Juan Carlos Muñoz Ministro de Transportes y Telecomunicaciones de Chile -¿Metas en el ministerio? -JC: Una de ellas es que, al 2035, todos los buses sean eléctricos. Y que, al 2040, todos los vehículos nuevos sean eléctricos. También construir 2.000 kilómetros más de ciclovías. Actualmente hay 2.000, el aumento sería tremendo. -En este mundo pospandemia, ¿no será mejor crear el Ministerio de No Transporte que incentive a la gente a quedarse en casa? -JC: (Ríen ambos.) Es curioso porque, en el fondo, cuando no me transporto me telecomunico. Y esa es una buena justificación de por qué Transportes y Telecomunicaciones están en una misma cartera. Se trata de que la gente pueda conectarse, que es una de las razones por las que vivimos. -G: Producto de la pandemia, hubo cambios de paradigma y espero que muchos se queden. No solo en cómo transportarnos, sino en cómo habitar territorios que sean más sostenibles. Ahí está, por ejemplo, la expectativa de lo que se llama las «ciudades de 15 minutos», donde todo no queda a más de 15 minutos de distancia. Que la ciudad sea amigable para niños de 8 años y adultos de 80. En definitiva, un entorno más cariñoso para todos. Gonzalo Muñoz (Sistema B) y Juan Carlos Muñoz (ministro de Transportes de Chile). Foto: El Mercurio / GDA -Ardió Twitter cuando se supo que usted, ministro, la persona con mayor patrimonio en el gabinete, tenía acciones en una compañía de combustibles fósiles. -JC: Como familia participamos en una sociedad en la que yo no tengo ningún control y Gonzalo tampoco. Dentro de los distintos ámbitos en los que se invirtió hay una pequeña parte que, efectivamente, es de combustibles fósiles. Con los recursos que sí disponemos, hemos tratado de invertir en iniciativas que tengan que ver con la sustentabilidad. Inversiones que sean consistentes con el mundo que queremos ver. -¿Qué es eso del «Doble cero» (cero precio, cero emisiones) que desarrollará en forma experimental el ministerio? Suena a... -JC: ¿Bilz y Pap? (N. de R.: una idea irreal o de fantasía). -Suena a que no ocurrirá. -JC: Todo comenzó con una columna que coescribimos con Lorenzo Cerda y que parte con una pregunta: ¿Qué pasaría con el transporte público (considerando la alta evasión que hay en Santiago) si eliminas el cobro y dejas de contaminar? Se trata de evaluar la idea, porque tiene un alto costo. Por lo mismo, el piloto no lo haremos en Santiago. La idea es saber: ¿cuánto se ahorraría en congestión?, ¿serían más rápidos?, ¿dejaría la gente el auto? -¿Hay algo así en el mundo? -JC: En varias ciudades, como Tallin, la capital de Estonia. Ahí el transporte público es gratuito y hay estudios que indican que tiene impactos positivos que se podrían explorar.
EMPRESAS La empresa uruguaya de triple impacto Verdeagua nació en 2002 dedicada a la producción de vegetales a través de hidroponia. En cierto momento, la compañía se propuso buscar inversores para crecer, lo que disparó una serie de interrogantes sobre «¿Qué está en juego al invertir en una Empresa B Certificada?». Con ese título nombró un equipo de la Universidad ORT Uruguay su caso de estudio dedicado a Verdeagua, el cual acaba de ser publicado por Harvard Business Publishing (HBP), plataforma de la prestigiosa universidad de EE.UU. «¿Aceptarían los inversionistas el compromiso inquebrantable de los emprendedores con su forma de hacer negocios de triple impacto? ¿Cómo se relacionarían con una filosofía de gestión puramente orientada a los negocios? ¿Cómo podría la empresa crecer de manera rentable y al mismo tiempo mantener su compromiso con la creación de valor social sin afectar su retorno de la inversión? ¿Responderían satisfactoriamente los fundadores y la cultura organizacional a las severas exigencias del crecimiento?», son algunas de las preguntas que plantea el caso para el debate en el aula, según HBP. «El corazón de la discusión está en qué implicancias prácticas tiene para una empresa la sustentabilidad», «qué significa ser una empresa responsable con el medioambiente y los distintos grupos de interés y qué impacto tiene esto» en las personas y los costos, sintetizó Luis Silva Domingo, director de Innovación en la Facultad de Administración y Ciencias Sociales de Universidad ORT Uruguay y coautor del caso junto a Enrique Kramer y Fiorella Polcaro. La riqueza de un caso de estudio de Harvard está en las preguntas que provoca y no en la búsqueda de una respuesta óptima o en la mera exposición de un ejemplo exitoso de gestión, argumentó Silva Domingo. Según HBP, el trabajo es especialmente valioso en la discusión de temáticas relacionadas a estrategia competitiva, estrategia, cultura organizacional y emprendimiento social. Silva Domingo recordó que el origen del caso se remonta a unos cinco años a partir de una combinación de factores interesantes: Verdeagua es una empresa «súper innovadora» y con una vocación sustentable (algo no tan habitual en su momento) dentro de un sector marcadamente tradicional. A eso se sumaba que la compañía estaba en un «momento crítico donde tenían que tomar una decisión de inversión para crecer», explicó Silva Domingo. Sebastián Figuerón, cofundador de Verdeagua. Aparecer en HBP es un largo proceso. La publicación del caso tomó unos tres años desde la presentación del primer borrador, pasando por instancias de revisión doble ciega, correcciones a la etapa de edición, traducción (el texto está en español y en inglés), estilo y diagramación. Menos estructurado y complejo resultó el intercambio entre los autores y los fundadores de la empresa, Sebastián Figuerón y Juan Herrera. Desde un primer momento se mostraron «abiertos y encantados» de colaborar con la investigación. Incluso, han participado en la discusión del caso entre los estudiantes de ORT. Para los empresarios, el trabajo significó «una oportunidad de mostrar la empresa, la marca y recibir mucho feedback», dijo Silva Domingo. La experiencia ha sido tan positiva que en la universidad piensan en escribir una segunda parte del trabajo, ya que Verdeagua recibió inversiones y ha continuado su crecimiento. «Ellos quieren y nosotros también», aseguró Silva Domingo, quien adelantó que ya están preparando nuevos casos. Verdeagua se suma a la lista de casos de estudio que Universidad ORT Uruguay ha publicado en Harvard, entre los que figuran los trabajos sobre Nix y Paytrue. Esta colección forma parte de las publicaciones que ORT registra a través de CLADEA-BALAS Case Consortium (CBCC), un grupo de escuelas de negocios de la región. Para Silva Domingo, aparecer en HBP es una «vidriera» para la universidad y también una muestra de que en Uruguay hay empresas interesantes y escuelas de negocios que producen casos de calidad.
INFORME MARCELA DOBAL Este archivo es exclusivo para nuestros suscriptores. La startup de origen chileno Betterfly levantó días atrás US$ 125 millones en capital, lo que hizo que su valor de mercado superara los US$ 1.000 millones, de acuerdo a lo estimado por los fondos que invirtieron en ella. La noticia fue celebrada en el ecosistema de triple impacto de América Latina, ya que Betterfly se convirtió así en la primera empresa «unicornio» con un propósito social en la región. ¿Qué marca este hito?, ¿comenzarán a galopar pronto por la región más de estas míticas criaturas con su enfoque de sustentabilidad ambiental y social? La compañía fue creada en 2018 por el empresario Eduardo della Maggiora —exvicepresidente de fusiones y adquisiciones de JP Morgan para América Latina— junto a su hermano Cristóbal. En esencia es una insurtech y creó una plataforma de servicios de bienestar que premia con mejores seguros de vida y otros servicios financieros a quienes tienen un comportamiento más saludable. Además, es una empresa B certificada. Esto significa que su objetivo expreso no solo es «hacer dinero», sino que crear un modelo de negocios sustentable y escalable es un vehículo para lograr su misión: mejorar el bienestar de los trabajadores. En su corta vida, Betterfly logró tres rondas de inversión de capital: a la de enero le precedieron una en 2020, cuando obtuvo US$ 18 millones y otra el año pasado, cuando se embolsó US$ 60 millones. En ambos casos atrajo a importantes aliados, como QED Investgors, DST Global Partners y Softbank, a los que ahora se sumó Glade Brook Capital y Lightrock. Parte de los nuevos fondos serán utilizados para abrir nuevos mercados. Eduardo della Maggiora, fundador de Betterfly. Foto: Gentileza Betterfly. Entre los inversores figura también Impacta VC. Uno de sus fundadores es el empresario uruguayo Stephen Jakter (vicepresidente ejecutivo de Fidocar). «Este éxito grande que se acaba de dar nos da a todos como personas la esperanza y la confianza de que se puede hacer el bien y hacer negocios al mismo tiempo, que en la unidad está la fuerza y que vienen tiempos de cambio, dejando atrás el mundo de la escasez y la división y empezando una era de la abundancia consciente», dijo a El Empresario. «Empresas sociales», «empresas con propósito» o «innovación social» no eran términos comunes en Uruguay cuando llegó Socialab en 2014. La organización realiza convocatorias de innovación abierta para «ayudar a personas y organizaciones a construir un mundo mejor». Trabaja, por tanto, en las fases tempranas de este tipo de emprendimientos. Su directora de Relaciones Institucionales, Carolina Machado, destacó que «el hecho de que las startups con impacto social y ambiental puedan posicionarse en el ecosistema financiero como empresas para recibir inversión puede ser muy beneficioso para todo el ecosistema». Según datos del Global Impact Investment Network (GIIN), el mercado mundial de inversión de impacto a fines del 2019 se estimaba en unos US$ 715.000 millones «y la participación de América Latina no es menor», señaló Machado. MIRA TAMBIÉN El triple impacto de los negocios llegó para quedarse en Uruguay Jakter afirmó que «el ecosistema cada vez va más rápido en esta línea» y «los grandes inversores ya asignan partes de sus portafolios a temas relacionados con sustentabilidad». El siguiente paso será definir estándares de impacto: «un denominador común para poder conversar todos de lo mismo». «Todas las compañías generan impacto, la clave es entender si es negativo, neutro o positivo y para eso lo tenemos que poder medir y gestionar; ese es uno de los pilares fundamentales donde estamos generando valor agregado a las startups con las que tenemos la fortuna de compartir y trabajar», dijo Jakter. La copresidenta de Sistema B Uruguay, Mercedes Viola, aportó un matiz relevante. Resaltó que tener «unicornios» con ADN de impacto social es positivo para la región, pero «el crecimiento desmedido no es un fin en sí mismo de sustentabilidad, porque no podemos tener crecimientos infinitos todos». De hecho, la clave de este nuevo paradigma es la colaboración, no la competencia, y varias startups latinoamericanas lograron consolidarse a diferentes ritmos (ver recuadros al final). Cebras. Foto: Archivo El País. Hace ya cinco años, en Silicon Valley, un grupo de mujeres creó el «Movimiento Cebra» que en su manifiesto reza: «Cuando el rendimiento de los accionistas triunfa sobre el bienestar colectivo, la democracia está siendo amenazada. La realidad es que los modelos comerciales generan conductas y, en cierta medida, ese comportamiento puede conllevar resultados de largo alcance y a veces destructivos». Machado comentó que «según las autoras, mientras que los unicornios favorecen los monopolios y la competencia, las cebras favorecen la pluralidad y la cooperación». A las «cebras» se sumaron años después los «camellos». Un artículo de Harvard Business Review en octubre de 2020 se tituló «Startups, es hora de pensar como camellos, no como unicornios». El concepto detrás es que en los mercados emergentes —fuera de la meca tecnológica— las startups están más expuestas a crisis y a dificultades para acceder a capital. Por tanto, deben apuntar a «ejecutar un crecimiento equilibrado, adoptar una perspectiva a largo plazo y tejer la diversificación en el modelo de negocio». Mercedes Viola, copresidenta de Sistema B Uruguay, en el evento Ser Sustentable, paso a paso, organizado por El País. Foto: Leonardo Mainé. Uruguay en particular «aún se está preparando para recibir inversión de impacto», señaló Machado. «La mayor dificultad es que aún no hay un sólido 'pipeline' de emprendimientos o proyectos en los cuales invertir», comentó. De acuerdo con un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), de todas las inversiones catalogadas como de impacto en Uruguay, 60% se destina a emprendimientos en estadio de identificación y consolidación de la idea, 25% a emprendimientos buscando capital semilla y solo 15% a empresas y proyectos en fase de crecimiento. «Hay un gran camino por recorrer», afirmó Machado.
TENDENCIAS MARCELA DOBAL El cambio de paradigma que supone gestionar la empresa con una mirada de triple impacto (económico, social y ambiental) es complejo, ya que implica una transformación profunda en el modelo de negocio, en cómo se toman decisiones y en los procesos de rendición de cuentas. Para bajar a tierra las varias aristas que tiene este proceso, El País organizó el evento digital «Ser sustentable, paso a paso», donde dos expertas y dos compañías explicaron ayer cómo transitar ese desafiante camino. Medir y estandarizar son claves. En Uruguay hay 14 empresas B certificadas (muchas ya recertificadas) y otras nueve son B en otros países y tienen operaciones a nivel local. Ese «sello» lo otorga Sistema B, una organización sin fines de lucro que promueve una nueva economía que redefina el concepto de éxito, no solo por lo financiero sino por el impacto social y ambiental. Además, en el país cada año cerca de 1.000 empresas utilizan una herramienta de Sistema B para evaluar «dónde están paradas» en ese camino y entender cómo mejorar. Banco Itaú y Grupo Ta-Ta ya están avanzando en este sentido. Ambas destacaron que este camino tiene muchos beneficios porque compromete más a los colaboradores y estrecha vínculos con clientes, comunidades e inversores (ver recuadros más abajo). Mercedes Viola, copresidenta de Sistema B, señaló que la medición de impacto B abarca cinco áreas: gobernanza, clientes, comunidad, trabajadores y medio ambiente. Cada una dispara diferentes preguntas: «Te hace ver cosas que antes no te cuestionabas porque tradicionalmente eran así, porque las tenías muy incorporadas», señaló. Puso como ejemplo el «consumo de uso y tiro» o la «naturalización de la exclusión» de personas en situación de calle o discapacidad. Andrea Pradilla, directora de Global Reporting Initiative (GRI) para Hispanoamérica, señaló que el objetivo de este nuevo paradigma es «que la discusión en las empresas no se dé alrededor de qué hacen con la plata que les sobra sino cómo hacen la plata que ganan, es decir, qué hay detrás del resultado financiero». Andrea Pradilla, directora de GRI para Hispanoamérica. Foto: Captura. Este enfoque está ganando adeptos. El 99% de las 250 compañías más grandes del mundo reportan públicamente sus esfuerzos en sustentabilidad con los estándares GRI, un proceso que es gratuito. «No tienes que pagar un centavo», remarcó Pradilla. Agregó que cada empresa define cuáles son sus estándares y cuáles prioriza. «En Uruguay, cerca de 40 empresas hacen reportes de sustentabilidad (grandes y algunas medianas). De esas, el 35% usa estándares GRI», informó Pradilla. La experta dividió a las compañías tradicionales en cuatro grupos: las entusiastas (que lideran y llegaron muy temprano a la discusión, con rigor y madurez en sus reportes), las seguidoras (que emulan a los entusiastas), las rezagadas (se suman porque, por ejemplo, algún cliente internacional les pidió un reporte para aplicar a una convocatoria) y las negacionistas (que dicen «siempre he hecho los negocios así y me ha ido bien, ¿para qué cambiar?»). Finalmente, agregó las «empresas de impacto», que nacen para resolver un problema de desarrollo utilizando la fuerza del mercado. Pradilla resaltó la importancia de estandarizar y medir para mejorar la gestión: «Mucha de esa información es vital para ver la viabilidad de la empresa en el mediano plazo». «La manera en que se construyen los estándares GRI es fascinante, porque surge de un consenso multiactor. La visión del empresario es igual de importante que la del sindicalista, la ONG y el inversionista. En el proceso se trabaja desde el consenso, algo que nos cuesta mucho en Latinoamérica; desde el consenso se determina qué debe decir el estándar», resaltó Pradilla. Viola coincidió en este abordaje: «No soy yo, en una posición de privilegio, decidiendo qué es lo mejor para el mundo, sino que puedo entenderlo con mis grupos de interés». Las partes se ponen de acuerdo en qué es lo mejor posible, en qué es lo aceptable en cada área. La herramienta de Sistema B también es gratuita. Viola explicó que «cualquiera puede ingresar» y empezar a medirse, así como «utilizarla como herramienta de gestión», ya que le permite a la compañía también marcar adónde quiere llegar, en qué plazo y qué personas asignar a esa tarea. «Y te llega recordatorio», acotó. Apuntar a la certificación B requiere un compromiso mayor, ya que implica plasmar en los estatutos que no solo la empresa se debe a sus accionistas sino a todos los impactos. Este proceso sí tiene un costo, pero Viola señaló que es proporcional al tamaño de la organización. Existen varios tipos de estándares y algunos se vinculan con temas de gran vigencia: impuestos e inequidad. El más reciente que creó GRI se llama «fiscalidad» y refiere a cuál es la estrategia fiscal de la empresa, con qué frecuencia se revisa y cómo está ligada a la estrategia de desarrollo sostenible. En tanto, en los estándares de equidad, un indicador que toman en cuenta GRI y Sistema B es la relación entre quien más gana y la media de la organización. «Si bien no les damos un benchmark (referencia) de cuál debería ser el aceptable, esto habilita conversaciones dentro de la empresa sobre dónde quiero estar. En América Latina hay empresas que están en una relación 1 a 40», ilustró Pradilla. Es decir, que el líder gana 40 veces más que la media. «La cuestión, entonces, no es si esa empresa hace una donación, porque eso no va a solucionar un problema de largo plazo, sino cómo está atendiendo por ejemplo la inequidad en términos de diversidad, ingresos y de pobreza, porque recordemos que la pandemia nos devolvió 15 años en términos de superación de pobreza», destacó Pradilla. LUCÍA CABANAS ¿Es posible que un cliente (sea individuo o pyme) obtenga una tasa de interés más baja en el banco si muestra un comportamiento más sustentable? «Sí, el mundo va para ahí y nosotros también. Hay que empezar a entender, que es lo más difícil, cuál es el marco para comprobar que la gente tiene un comportamiento más sostenible, pero la línea es esa. No necesariamente con tasa, pueden ser otras condiciones como el plazo, pero sí premiar al consumidor consciente», dijo Lucía Cabanas, la gerenta de Marketing, Comunicación Corporativa y Sustentabilidad de Itaú. Mencionó casos como el financiamiento de vehículos híbridos con beneficios y los productos especiales para empresas B (paquete de cuentas sin costo y financiamientos preferenciales). El banco integra el Consejo Empresarial B; por ahora no tiene como meta certificarse, pero se propuso mejorar en su triple impacto. Ya va por su quinto reporte de sustentabilidad bajo metodología GRI y Cabanas dio un fuerte mensaje: «No hay nada que ocultar. El valor económico está publicado, pero lo que falta es explicar cómo ganás esa plata y con qué impacto, dado que sos un actor tan relevante en la sociedad; cómo le devolvés a la sociedad ese valor que te habilitan a generar y cómo mitigás tus impactos negativos». «No hay otro camino. Esta es la nueva manera de hacer empresa», remató. Lucía Cabanas, de Itaú Uruguay, en el evento "Ser sustentable, paso a paso" de El País. Foto: Estefanía Leal. ENRIQUE HERRERA Y ROXANA ALVES ¿Las empresas que cuidan su triple impacto tienen más chances de captar socios estratégicos e impulsar sus negocios? «Cien por ciento. Cuando empezamos la conversación con el BID y tuvimos un due dilligence muy exigente, hubo un capítulo entero que fue sustentabilidad. Había voces dentro de la compañía que (cuando les hablaba de sustentabilidad) me decían ‘no me hagas perder el tiempo, estoy trabajando’. Después de lo del BID, me cruzo con ellas y me dicen ‘menos mal que no me hiciste caso’, porque fue clave. Es clave», contó Enrique Herrera. El gerente de Gestión Humana y Relaciones Institucionales de Grupo Ta-Ta se refiere al acuerdo alcanzado con BID Invest, que pasó a ser accionista minoritario y realizará un aporte de capital por unos US$ 14 millones. Herrera también resaltó que así como hubo resistencias puntuales, también al habilitar espacios de trabajo «empezaron a llover proyectos, ideas, cosas que el colaborador veía todos los días pero no encontraba dónde comunicarlo». Grupo Ta-Ta «siempre tuvo en el ADN» el impacto social y ambiental, pero sin un marco específico de gestión. Hace poco, elaboró su primer reporte de sustentabilidad y buscará certificarse como B. «Estamos trabajando en ello», anunció Roxana Alves, coordinadora de Sustentabilidad y RSE. Enrique Herrera y Roxana Alves, de Grupo Ta-Ta, en el evento "Ser sustentable, paso a paso". Foto: Estefanía Leal. Para revivir el evento completo, clic acá. Si te interesa la temática, también podés ver acá el evento previo "Líderes de triple impacto", que se realizó en setiembre de este año.