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Jorge Menéndez

EDITORIAL El debate en torno a la salida del ex ministro Menéndez vuelve a poner sobre la mesa el rol de la clase intelectual uruguaya y su postura respecto a los gobiernos del Frente Amplio.
SEGUIR MARTÍN AGUIRRE Introduzca el texto aquí En Argentina es popular una expresión que dice “meterse en política es tirarle tu honra a los perros”. La frase quedó peligrosamente actual en nuestro país, tras los hechos de esta semana. Es que la muerte del exministro Menéndez dejó flotando esa sensación amarga, tan propia de la injusticia. Menéndez falleció el jueves, tras pasar una agonía seguramente tan dolorosa como ingrata, durante la cual fue echado de su cargo por el presidente Váz-quez pese a que los hechos probaron que se había comportado de manera digna y ejemplar.
SEGUIR Martín Aguirre Introduzca el texto aquí La semana tuvo un tema excluyente. Pero siete días después de estallado el "Gavazzogate", las preguntas siguen siendo más que las respuestas. Y la ofensiva agresiva del núcleo duro del oficialismo hacia la prensa, sin cuyo trabajo ninguno se habría enterado de nada, solo entrevera más la baraja. El asunto se divide en dos partes. Primero, tenemos un tribunal de honor militar, que analizó la conducta de Gavazzo, tal vez el represor más emblemático de la última dictadura. Allí se buscaba definir la actuación de este personaje respecto a la muerte de Roberto Gomensoro en 1973. Sobre todo, se buscaba analizar la responsabilidad de Gavazzo en el hecho de que otro militar, el coronel Gómez, hubiera pasado tres años preso por este caso, cuando al parecer no tenía nada que ver. Durante las actuaciones del tribunal, Gavazzo confirmó que él hizo desaparecer el cadáver de Gomensoro, por orden del general Esteban Cristi. Por su parte, otro represor connotado, Jorge Silveira, afirmó en la misma instancia que Gavazzo había matado a Gomensoro al torturarlo. Vale señalar que ambos exrepresores, al parecer, no se quieren nada. Acá la cosa se complica, al menos para una "cabeza" civil. Porque ese tribunal decidió que Gavazzo no había afectado el honor militar con estas acciones, aunque sí había cometido una falta gravísima por dejar a su colega preso tres años sin hablar. Y pasó todas las actuaciones a su superior, el Comandante en Jefe de entonces, Manini Ríos. Manini entregó un informe al ministro de Defensa Menéndez, y este llevó las actuaciones a la Presidencia. Nadie en Uruguay a esta altura, tiene dudas sobre las cosas que hizo Gavazzo, que está preso hace años. Aunque las preguntas son ¿por qué decidió hablar ahora de esto? ¿Se rompió el pacto de silencio entre militares? ¿Qué buscó al confesar? Entramos entonces en el segundo tema, el más novedoso y removedor. El ministro Menéndez llevó toda esta información en persona a Presidencia a mediados de febrero, acompañado por dos abogados. Se reunieron con Miguel Toma, hombre del riñón del presidente Vázquez, le dijeron que ahí había una bomba y que había que llevar todo a la Justicia. Pero Toma, por decisión propia, o consultada con el Presidente, no hizo nada al respecto. De vuelta, la cúpula del gobierno del Frente Amplio recibió documentos donde el militar emblema de la represión confiesa por primera vez un crimen e implica a colegas, y ¡no hicieron nada con eso! Todo saltó por una investigación de Leonardo Haberkorn en El Observador, donde se narraba lo que decía el expediente. La respuesta del gobierno, dos días después, fue echar al ministro, y a la mitad de los generales del país, por haber sido parte del tribunal. A la vez que aseguraban que no sabían nada de lo que había en los expedientes, que Vázquez dijo haber firmado ¡sin leer! Sin embargo, al día siguiente El País, en nota firmada por Pablo Fernández y Pablo Melgar, desmiente al gobierno, e informa que Menéndez le dijo en persona a Toma lo que había allí, y le recomendó hacer denuncia penal. Consultado por El País, antes de la publicación, Toma se mostró titubeante, agresivo, y le tiró las culpas al pobre ministro, que padece una enfermedad gravísima. Incluso en esa situación Menéndez escribió una carta defendiendo su honor (cosa que su gente del PS no hizo con tal de salvar a Vázquez), y confirmó todo lo publicado por El País. Varias preguntas surgen de todo esto. ¿Vázquez no fue informado por Toma de lo que había en los papeles que firmó? Si es así, ¿por qué no lo echa? Si Vázquez fue informado, ¿por qué no hizo nada con eso por más de un mes? ¿Fue desidia? ¿Se buscaba tapar algo? ¿Cuál es la explicación? Parece algo central saber por qué el presidente de un partido que ha hecho del tema derechos humanos un eje central de su identidad, por acción o por omisión tapó información tan importante, ¡la primera vez en 40 años que alguien como Gavazzo admite haber cometido un crimen! Sin embargo, la cúpula del Frente Amplio, el Pit-Cnt, y algunos grupos de derechos humanos dicen que esto no es importante. Que no hay que desviarse de Gavazzo y sus crímenes, y salen con la sanata de siempre de acusar de fachos, prensa de derecha, alcahuetes de la dictadura, a quienes les exponen esta contradicción ética básica. Perdón, pero Gavazzo todo el Uruguay sabe ya quién fue y lo que hizo. Lo que hace falta saber ahora es por qué Presidencia "cajoneó" información hasta que la prensa la difundió. Por qué se defenestró a un hombre digno en la situación de Menéndez cuando quedaron en evidencia. Y, sobre todo, si se pueden seguir poniendo en juez moral del resto del país en este tema hasta que no se respondan estas preguntas. Esta última es tal vez la única que se puede responder desde fuera de la Torre Ejecutiva. Y con un sonoro y rotundo no.
EDITORIAL El punto fundamental de la crisis militar sigue siendo cómo llegó el Presidente a homologar con su firma las resoluciones del Tribunal de Honor, qué papel jugaron los “intermediarios” y por qué no lo explicó a la ciudadanía. Apenas un mes después que el presidente Tabaré Vázquez festejara en el Antel Arena sus cuatro años de gobierno y catorce del Frente Amplio en el poder (con sus mayorías parlamentarias propias y automáticas), se desencadenó la tormenta institucional de los últimos días —la más grave a partir del retorno a la democracia—, con el descabezamiento del Ministerio de Defensa Nacional y la cúpula del Ejército. Paradojas de este Uruguay de hoy, es que este episodio tiene como involuntario protagonista a una de los personajes más deleznables de los últimos años, asesino, torturador y figura emblemática de lo más oscuro de la pasada dictadura como es José Nino Gavazzo, preso y condenado, junto a otros militares y policías, como responsable de 28 delitos de homicidio muy especialmente agravado, en reiteración real, en el marco de las investigaciones sobre el denominado "segundo vuelo" del Plan Cóndor de coordinación represiva de las dictaduras del Cono Sur. Si el informe del entonces Comandante en Jefe fue un intento de defensa de Gavazzo o un error de interpretación sobre la magnitud de su confesión, le erró muy pero muy feo. Lo cierto es que corridos ocho días de la información publicada por "El Observador" (bendita libertad de prensa), los hechos y las responsabilidades de lo ocurrido no quedan muy claras. El punto fundamental sigue siendo cómo llegó el presidente Vázquez a homologar con su firma las actuaciones y resoluciones del Tribunal de Honor y cuál fue el papel que jugaron los "intermediarios" competentes en el asunto. —No hay dudas de que el Ministro de Defensa Nacional Jorge Menéndez, renunciado por orden presidencial, hizo lo correcto. Leyó o fue enterado por sus asesores del contenido de ese material y de inmediato (estamos hablando de mediados de febrero), junto con dos de sus abogados concurrió a la Torre Ejecutiva y le advirtió de ello al Secretario de la Presidencia, Miguel Ángel Toma. Incluso le recomendó hacer la denuncia penal por la gravedad de las confesiones. —Menéndez fue una de las primeras cabezas que cayó cuando explotó esta información. ¿Por qué? ¿Porque sabía mucho y había actuado bien al prevenir a Presidencia? ¿Y con Toma, cómo se manejó el Presidente? Con Toma, el Presidente no adoptó ninguna medida. Ni siquiera una amonestación que se conozca. ¿Por qué? Una explicación puede ser que Toma haya avisado al Presidente y este hubiera pasado por alto esa preocupación. O puede ser que el Secretario cumpliera con su obligación, advirtiera al Presidente y este resolviera ignorarla. O puede ser, simplemente —lo que sería gravísimo— porque no tuvo ganas. Las respuesta de Toma a El País cuando lo interrogó sobre este punto fueron lamentables y sirvieron para aumentar dudas y suspicacias. —Atrás y por encima de todo, está el Presidente de la República, el mismo que homologó las actuaciones sin leerlas. En todo este episodio rehuyó a los periodistas cuando la lógica de los hechos indicaba e indica que debe dar explicaciones públicas a todos los ciudadanos. Cualesquiera sean los motivos del Presidente debe terminar con el secretismo y exponer las razones de sus decisiones. ¿Quién le dijo que este era un tema menor o de rutina y no había necesidad de dar explicaciones? Acá en Uruguay no hay "Maduros". Nada justifica su silencio y es impropio de una democracia. —En este panorama de suspicacias que subsisten por la política del secretismo que tanto gusta al Frente Amplio se inscribe la omisión del Presidente de enviar al Senado, junto con el pedido de destitución de los generales y su Mensaje, las actas completas que dieron lugar a la medida. La Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas establece en su artículo 3° que el retiro de "los oficiales generales, o equivalentes, por iniciativa del Poder Ejecutivo, deberá contar con venia del Senado (…) otorgada por mayoría de 3/5 de votos del total de sus componentes". Otra vez la Presidencia de la República comete un error: no puede pretender que la oposición, que deberá prestar algunos votos para aprobar la medida, vote sin más la medida y solo con el apoyo del Mensaje del Poder Ejecutivo. Que el Frente Amplio vote lo que le parezca, pero en este escenario de oscurantismo y de verdades a medias, la oposición no puede pronunciarse sin tener todos los elementos arriba de la mesa. Es justo el reclamo de blancos, colorados e independientes de que se les remitan las actas del Tribunal de Honor y llegado el caso, plantear una comisión investigadora para llegar hasta el final en materia de responsabilidades políticas. Cuatro años de Vázquez en la presidencia, catorce años del Frente Amplio en el poder con sus mayorías propias y automáticas para dejar este legado de divisiones y oscurantismo.

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