Una introducción a la obra de Hannah Arendt, y una antología, son dos buenas opciones para ingresar a su obra.
Una selección de textos nada inocente que busca comprender este loco mundo, sus tiranías y repúblicas en decadencia. Una Hannah Arendt que no envejece.
Reseñamos las novedades de Hannah Arendt, Cynthia Wila y Pablo da Silveira
Un texto breve que también es síntesis de una zona esencial de su obra.
Hannah Arendt debe ser, sin temor a equivocarme, la intelectual por excelencia del Siglo XX, no solo por su estatura filosófica sino por su compromiso con la verdad.
A partir de las descaradas reivindicaciones por parte de la administración Trump de unas “verdades alternativas” que pueden sustituir ventajosamente a las que vienen certificadas por los hechos, el tema de la importancia de la verdad, sobre todo en el terreno político, se ha convertido en una preocupación generalizada.
Como no puede cambiar una realidad cada vez más adversa para sus intereses el Frente Amplio quiere cambiar la Constitución. Es un rasgo típico del subdesarrollo creer que así se solucionan los problemas del país. Ni la crisis económica, la inflación o la inseguridad se arreglan discutiendo artículos constitucionales. Pero la tentación de diseñar en el papel un país imaginario está presente en una izquierda que persiste en su idea fundacional: la de borrar la obra de los partidos tradicionales y empezar de nuevo.
Se la ha definido, en el apuro, como existencialista, conservadora, liberal o anarquista. En realidad fue una librepensadora que hizo enojar a muchos.
La banalidad del mal" es una frase que la filósofa alemana Hannah Arendt acuñó hace cincuenta años para referirse a Adolf Eichmann, criminal de guerra culpable de coordinar la muerte de decenas de miles de víctimas durante el holocausto del período nazi. Lo que Arendt pretendía decir es que Eichmann no era un monstruo ni un ser extraordinariamente pérfido, sino simplemente un burócrata dedicado a su tarea diaria, que en lugar de contabilizar mercadería consistía en contabilizar cadáveres. Cuando se contempla el panorama político internacional que ha podido apreciarse desde entonces, se comprueba que Eichmann no está solo en la categoría de los burócratas infernales, esos individuos sin moral que son indiferentes ante la naturaleza de los cómputos que deben realizar, tanto sea bolsas de papas como seres humanos llevados a una ejecución masiva. Después de cumplida su labor, vuelven a su casa, comen con su familia y duermen en su cama.