ETA
EDITORIAL La ETA se arrepiente de algunos de los crímenes que cometió y de los dolores que causó, incluyendo a Uruguay y el trágico episodio del Hospital Filtro. Sería bueno que también lo hiciera el FA. Hemos provocado mucho dolor, incluidos muchos daños que no tienen solución". Es un párrafo de la carta de ETA en donde pide perdón a sus víctimas antes de disolverse de forma definitiva el mes que viene. Uruguay está incluido en ese pedido pues los etarras generaron "mucho dolor" en Montevideo, en 1994, con la algarada del hospital Filtro que derivó en un muerto y varios heridos. Aquí los etarras hicieron una campaña en donde convencieron a buena parte de la izquierda y al Pit-Cnt que tres de ellos, detenidos en Uruguay, representaban la causa del nacionalismo vasco. Así lograron que una multitud —con "civiles armados" incluidos según denunció Líber Seregni— tratara de impedir su extradición a España, lo que derivó en un cruento choque con la policía. Juzgados en la España del socialista Felipe González los tres fueron condenados por homicidio. Eran tres asesinos. Nacida durante la dictadura de Francisco Franco, una vez recuperada la democracia la ETA sumergió a España en un baño de sangre. El objetivo ya no era luchar contra Franco sino vagas propuestas de independencia para el País Vasco mezcladas con proclamas de cuño marxista. Sobre esa base asesinaron a más de 800 personas con golpes tan repugnantes como la bomba detonada en un supermercado de Barcelona en donde murieron 21 personas, entre ellas mujeres y niños. En el País Vasco robaron, extorsionaron y mataron a placer tal como lo describió en un libro formidable —"Patria"— el escritor vasco Fernando Aramburu. Allí se desnuda la maldad de esta banda terrorista que al principio quiso justificarse con el combate a la dictadura, pero que siguió actuando una vez muerto Franco como si nada hubiera ocurrido. Optaron por tomar las armas contra el gobierno español en vez de seguir el camino de las urnas a través del Partido Nacionalista Vasco con sus tendencias separatistas. Ahora piden perdón a sus víctimas y a sus familiares aunque aclaran que ese pedido no alcanza a los políticos y policías asesinados, una distinción que, con toda razón, el gobierno de Mariano Rajoy considera inadmisible. Un gobierno que desde hace años exigió su rendición incondicional en tanto el grupo armado entraba en decadencia debido a las eficaces operaciones policiales, la rendición de algunos de sus dirigentes que repudiaron a la ETA y la ira de la opinión pública que ya no soportaba su existencia. Mientras tanto aquí en Uruguay todos los años se realiza una procesión para recordar el infausto episodio del hospital Filtro y al compatriota que cayó allí convencido de que luchaba por una buena causa. Al igual que a otros muchos le hicieron creer que los etarras representaban el nacionalismo vasco de raíces históricas, cuando en realidad era una banda de pistoleros sin escrúpulos. Los tupamaros tuvieron mucho que ver en ese engaño colectivo al desplegar desde su radio y sus publicaciones una campaña favorable a los etarras. De ese modo lograron arrastrar a la casi totalidad del Frente Amplio y del Pit-Cnt en una movilización por los supuestos mártires etarras. Lo hicieron con tanta eficacia que hasta consiguieron que los principales líderes de izquierda —Seregni, Vázquez y Astori, entre otros— concurrieran a las puertas del Filtro a solidarizarse con los tres etarras. Es que la relación entre tupamaros y etarras venía de tiempo atrás. La ETA, organización enriquecida a través del cobro del "impuesto revolucionario" a industriales y comerciantes, puso el dinero para que el MLN comprara una radio en los años 80. Además había otros nexos y complicidades que obligaron a los tupamaros a cooperar con los etarras detenidos en nuestro país. Esa cooperación tuvo en los incidentes del Filtro su máxima expresión cuando —según declaraciones del ex líder tupamaro, Jorge Zabalza— la ETA envió a la zona del Filtro un autobús con explosivos para ser utilizados contra la policía e impedir así la extradición de los tres detenidos. Desde su radio, líderes tupamaros como Mujica y Fernández Huidobro, hablaban de todo aquello como la ocasión para darles un "bautismo de fuego" a sus jóvenes militantes. Ahora, al disolverse de manera definitiva queda al desnudo la crueldad de esa banda que durante décadas aterrorizó a los españoles. Y queda claro el grueso error cometido por el Frente Amplio y el Pit-Cnt, solidarios ambos con unos simples asesinos que hoy salen a pedir perdón por todo el mal que hicieron. Sería bueno que también lo hiciera la izquierda uruguaya que los apoyó y en particular los tupamaros, viejos socios de ETA. Pero eso, ya sabemos, es como pedirle peras al olmo.
EDITORIAL Uno de los tres miembros de la ETA que hicieron huelga de hambre en el Filtro y que a la postre fue condenado en España por asesinato traza un relato en donde esconde la trama real de aquel engaño a los uruguayos. Por primera vez habló para la prensa uno de los tres etarras que protagonizaron el trágico episodio del hospital Filtro en 1994. Es una entrevista hecha en Bilbao a Manuel Goitia por el semanario Brecha en donde el entrevistado revela pocas cosas y trata de pulir la imagen de sus socios uruguayos. Lo impresionante es que no se muestra arrepentido de sus delitos, de haber integrado una banda terrorista y de haber engañado a miles de uruguayos haciéndoles creer que era un noble luchador por el separatismo vasco cuando se trataba de un golpista contra la incipiente democracia española. Recuerda Goitia que él y decenas de etarras perseguidos en España se instalaron en Uruguay en acuerdo con el gobierno y la inteligencia militar uruguaya. Fue a fines de los 80 bajo la presidencia de Julio Sanguinetti a pedido de su colega español Felipe González. En tanto no se metieran en política podían trabajar en restoranes y otras labores. La mayoría cumplió, pero a comienzos de los 90 alguno de ellos ya estaba implicado —junto a un dirigente tupamaro— en el robo a una distribuidora de diarios. La caída de la cúpula de ETA en un pueblo francés en 1992 aportó documentos acusadores sobre los etarras radicados en Uruguay, país con el que España tenía un tratado de extradición. El gobierno socialista de Madrid no tardó en pedirla y la justicia uruguaya trazó un límite: sólo extraditaría a los acusados por homicidio. Al final, aparte de Goitia, ellos resultaron ser Miguel Ibáñez y Luis Lizarralde. De la docena de extradiciones reclamadas sólo se concedieron esas tres. Goitia reconoce que los policías uruguayos "no nos tocaron, no hubo torturas", lo que desdice las denuncias de maltratos que sufrían "los independistas vascos" según acusaban por entonces grupos de izquierda, en particular los tupamaros. El trámite de extradición duró dos años hasta que al final se confirmó la fecha en que se haría efectiva: el 24 de agosto de 1994. Los tres vascos iniciaron una huelga de hambre que más tarde, a su llegada a Madrid en un estado bastante saludable, dejó en evidencia que el ayuno no fue muy riguroso. Para ese entonces, azuzados por los tupamaros, viejos socios de la ETA (que los habían financiado en algún momento), el Frente Amplio, el Pit-Cnt y otros grupos estaban en pie de guerra. Miles de personas se concentraron ante el Filtro para resistir a como fuera la entrega de los "patriotas vascos" a las autoridades españolas. Seregni, Vázquez y Astori estuvieron allí en señal de solidaridad aunque en honor a Seregni hay que decir que muy preocupado denunció en radio Carve que había visto "civiles armados". No hace mucho, el propio Vázquez reconoció que su presencia en el lugar fue un error. No todo el Frente Amplio estuvo de acuerdo en arropar a los etarras. Dos veteranos políticos socialistas, José Díaz y Reynaldo Gargano, que habían vivido en España y sabían que la ETA perpetraba barbaridades —como, por ejemplo, detonar una bomba en un supermercado de Barcelona que mató a decenas de inocentes— advirtieron que no había que confundir a los nacionalistas vascos con los tirabombas etarras. No fueron escuchados. Con los tupamaros al frente, en particular Mujica y Huidobro —que a través de una radio clamaban por "un bautismo de fuego" para sus jóvenes militantes— una multitud aguardó la llegada de las ambulancias al Filtro escoltadas por patrulleros. Hay grabaciones de tevé que muestran que de la multitud partieron disparos y cócteles molotov contra la caravana. La policía, carente de los medios adecuados (carros lanza agua, por ejemplo) no estaba preparada para enfrentar semejante algarada y reprimió de manera caótica, causando un muerto (Fernando Morroni) y varios heridos. Finalmente el trío fue llevado al aeropuerto y trasladado a Madrid en donde fueron juzgados con todas las garantías. Quien sostenga que el gobierno socialista de González presionó a la justicia debería leer en internet las impecables actas de los juicios. A la postre los tres "inocentes vascos del Filtro" fueron condenados por asesinatos con agravantes. Uno de ellos, Ibáñez, murió años después. Su compañero Lizarralde abjuró de la ETA, reconoció sus errores e indemnizó a sus víctimas. En tanto, Goitia, está libre, sigue angustiado por la muerte de Borroni, pero es incapaz de disculparse ante los uruguayos por el engaño que él, su banda y los tupamaros montaron en nuestro país. Ni siquiera mencionó el autobús equipado para la guerra que, según Jorge Zabalza, la ETA les puso a disposición aquella noche del Filtro. Extraño olvido.
El frustrado intento por reivindicar a la ETA en un liceo montevideano fue una excusa para atacar al gobierno del Partido Nacional e intentar una defensa de los derrotados terroristas vascos hermanados desde siempre con los tupamaros uruguayos. Mientras la ETA renunció hace meses en España a la lucha armada, entregó sus arsenales a las autoridades y la mayoría de sus exjefes hacen autocrítica, aquí en Montevideo esa banda terrorista tiene partidarios que la reivindican. Así lo muestran los episodios de la semana pasada protagonizados por la Plenaria Memoria y Justicia y activistas de la Brigada Askapena, uno de las escasas organizaciones etarras que aún sobreviven. El más notorio fue el intento de realizar un taller didáctico en el liceo Bauzá, una propuesta correctamente rechazada por las autoridades de la institución que la calificaron de amenaza a la laicidad. Y al sentido común debieron agregar, porque glosar las acciones de la ETA es una iniciativa merecedora del repudio colectivo. Para completar el dislate los convocantes del acto acusaron a los creadores de la Noche de la Nostalgia de haber inventado esa celebración típica de los 24 agosto para disimular lo ocurrido el 24 de agosto de 1994 en las inmediaciones del hospital Filtro. Vale aclarar que la idea de organizar esa noche de celebraciones existía desde 1978, es decir 14 años antes de la aciaga jornada cuyo desarrollo reseñaremos a continuación. A fines de la década del 80 Uruguay concedió refugio a etarras perseguidos en España con la condición de que abandonaran la lucha armada. Debían ser personas no requeridas por la justicia de aquel país por delitos de sangre. En 1992 la policía arrestó en Montevideo a quince de ellos bajo la sospecha de que seguían cooperando con ETA. El gobierno socialista de Felipe González pidió la extradición de la mayoría de los detenidos, pero la justicia uruguaya solo accedió al pedido en el caso de tres activistas acusados por homicidio. En torno a los tres extraditables el Pit-Cnt y gran parte del Frente Amplio montaron en los dos años siguientes un operativo de propaganda para presentarlos como luchadores de la independencia vasca. Lo hicieron a sabiendas de que la ETA era un grupo terrorista capaz de colocar bombas en un supermercado para matar a decenas de inocentes. Con Franco muerto y sin las banderas de combatir contra una dictadura, la ETA se lanzó contra la democracia agitando ideas vagamente marxistas y consignas ajenas al sentimiento autonomista vasco. Esa labor de grupos de izquierda, entre los cuales destacaban los extupamaros, alcanzó su nadir el 24 de agosto de 1994 cuando la policía, cumpliendo órdenes de la justicia, resolvió entregar al gobierno español a los etarras reclamados. Tanto la central sindical como el Frente Amplio convocaron a manifestar frente al hospital en tanto los tupamaros, encabezados por José Mujica y Eleuterio Fernández Huidobro, exhortaban desde una radio a resistir la extradición. Cuando la policía intentó trasladar al terceto hubo tiros y cócteles molotov lanzados contra los patrulleros, lo cual desató la represión policial en la cual murió un manifestante. Los etarras fueron llevados a Madrid adonde llegaron sin mostrar las huellas de la supuesta huelga de hambre de dos semanas que cumplieron en el Filtro. Allí fueron juzgados con todas las garantías y hallados culpables de asesinato en los tres casos. Uno de ellos murió años después en prisión domiciliaria, otro ya está en libertad en tanto un tercero repudió públicamente a la ETA y pidió perdón a los familiares de sus víctimas. Esa patética historia es la que quisieron evocar días atrás en el liceo Bauzá con un sesgo que buscaba criticar al gobierno encabezado por Luis Alberto Lacalle. El acto se hizo en la vía pública ante medio centenar de personas, probablemente las mismas que al día siguiente marcharon por Bulevar Artigas desde el Obelisco has- ta el Filtro. Una marcha en la que no faltaron consignas de adhesión a la ETA —esas que ni siguiera sus propios militantes corean hoy en día— y denuestos contra quienes aquel día debieron enfrentar una asonada. Años después, comentando aquellos hechos, el exjefe tupamaro Jorge Zabalza confesaría que la ETA les suministró apoyo a los tupamaros para que acudieran al Filtro con pertrechos de guerra tales como un autobús cargado de explosivos. Es que las relaciones entre ambos grupos siempre fueron estrechas, una tradición que permanece a pesar de que tupamaros y etarras renunciaron a la lucha armada. Prueba de esa entrañable relación es que uno de los antiguos líderes de ETA y sus organizaciones políticas de pantalla, Arnaldo Otegi, fue invitado de honor a los actos organizados por José Mujica hace pocas semanas para celebrar el 25 aniversario del MPP. Amigos para siempre. EDITORIAL