Nueva York, Madrid, Londres, Niza, París y ahora Barcelona, compartieron el destino de ser objetivo de terroristas que en forma políticamente inhumana (eso es la guerra) han dejado en evidencia un hecho indubitablemente religioso.
Juez envía a prisión a dos de los cuatro detenidos por integrar la célula.
"Si supiese que está en España y supiese el sitio, iríamos a por él". Pero "no sabemos dónde está", declaró a la prensa internacional el jefe de la policía catalana, refiriéndose al fugado.
Historias de algunas de las 247 víctimas, de 26 nacionalidades asesinadas en dos semanas.
Los detenidos también son sospechosos de haber querido reclutar a personas para que viajaran a zonas de conflicto en Siria o en Libia.
Diez mil franceses están censados por radicalización violenta y el gobierno intenta recuperarlos.
El aeropuerto internacional de Bruselas vivió con emoción el despegue ayer del primer vuelo de pasajeros tras los atentados del 22 de marzo, marcando la reapertura parcial de sus instalaciones y un nuevo paso hacia la vuelta a la normalidad en Bélgica.
Ministro de Defensa dijo que se coordina con Brasil ante Juegos Olímpicos.
El papa Francisco volvió acondenar "el terrorismo de carácter fundamentalista" y señaló que el fundamentalismo religioso "rechaza a Dios".
El sangriento desenlace, el viernes pasado, de dos situaciones críticas que involucraron a rehenes en dos extremos de una ciudad de París traumatizada, hace centrar la atención en una pregunta profunda que enfrenta el Gobierno de Francia: ¿cómo hicieron varios yihadistas —y posiblemente una célula más grande de conspiradores— para eludir la vigilancia y ejecutar un ataque audaz y descarado, pese a ser conocidos por la Policía y los servicios de inteligencia del país?