Uruguay: dependencia de materias primas y economía del conocimiento

Según la UNCTAD, la economía uruguaya depende en un 81,9% de sus materias primas exportables.

Caída. Medidas en dólares, las exportaciones de bienes a Argentina se redujeron un 49% con relación a 2022, de acuerdo con el último informe de la Unión de Exportadores del Uruguay.
Caída. Medidas en dólares, las exportaciones de bienes a Argentina se redujeron un 49% con relación a 2022, de acuerdo con el último informe de la Unión de Exportadores del Uruguay.
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Por Rosendo Fraga
Hace unos días la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) publicó el Commodities and Development Report 2023. Este trabajo busca determinar, en términos porcentuales, cuál es la dependencia que tiene la economía de un país a las materias primas que exporta.

Para la UNCTAD, la economía uruguaya depende en un 81,9% de sus materias primas exportables. Aunque es un porcentaje alto en términos globales, es bastante razonable en el contexto sudamericano. Por ejemplo, Surinam, Guyana, Bolivia, Ecuador y Perú dependen en más de un 90% de la suerte de sus commodities, mientras que Brasil, Venezuela y Colombia, los que menos lo hacen, muestran porcentajes de dependencia por debajo del 80%. En el rango donde se ubica Uruguay (entre el 80 y 90%) también están Chile (88,3%), Paraguay (87,3%) y Argentina (82,1%).

Cada uno de estos porcentajes es en realidad la suma de lo que cada economía exporta en agricultura, minería y energía, que son para la UNCTAD los tres grupos principales de materias primas. Por ejemplo, el 73,5% de dependencia de la economía venezolana a las materias primas que exporta es en realidad la suma del 68,1% que representan sus exportaciones energéticas (petróleo), el 3,8% de las agropecuarias y el 1,7% de las mineras. Perú, cuya economía depende en un 90,9% de la suerte que corran sus exportaciones de materias primas, muestra un grado de dependencia más parejo: 60,6% para sus exportaciones mineras, 23,9% para las agropecuarias y 6,4% para las energéticas.

El 81,9% de dependencia de la economía uruguaya a las materias primas que exporta se compone de la siguiente manera: 79,3% de commodities agropecuarios, 1,9% de recursos energéticos y sólo 0,7% de la minería. Un repaso por América del Sur pone a la economía uruguaya a la cabeza de la dependencia de las materias primas agrícolas, más incluso que Argentina (75,5%) y Paraguay (68,2%). De hecho, si exceptuamos un par de microestados del Pacífico, de todos los países relevados por UNCTAD hay sólo dos que presentan un grado de dependencia mayor a sus materias primas agrícolas que Uruguay: Guinea Bissau (93,6%) y Malawi (93,4%).

La compleja situación que vivió Montevideo este año por la falta de agua potable pone esta dependencia en perspectiva. Es que un empeoramiento en las condiciones climáticas de la región -algo que muchos ya dan por descontado- podría hacer que esta dependencia configure un problema crítico hacia el futuro. Aunque se trate sólo de proyecciones, este escenario podría convertirse en una tormenta perfecta si confluyen simultáneamente distorsiones climáticas que reduzcan las cosechas con una caída en el precio de estos commodities exportables. Con esto en mente, reducir esa dependencia parece ser uno de los desafíos que enfrenta el país de cara a un futuro incierto. Si tomamos esta hipótesis como válida, lo que hay que determinar es qué sector es capaz hoy de absorber parte de esa dependencia.

Los últimos indicadores que miden el desarrollo digital, la innovación y la conectividad en el mundo muestran un desarrollo sólido y sostenido en el tiempo de Uruguay. Sólo en lo que va de este segundo semestre Gorman Lee ha registrado avances en el ecosistema de startups uruguayo, su aprendizaje online, velocidad de internet, habilidades digitales, facilitación del comercio sin papel y calidad de vida digital, entre otras mediciones. No obstante, ¿hay alguna correlación entre desarrollo digital, tecnología y la dependencia de materias primas? En otras palabras, ¿podría ser este uno de los caminos para disminuir la dependencia que señala la UNCTAD?

Tomemos por ejemplo los cinco países más innovadores del mundo de acuerdo al último Global Innovation Index y crucémoslos con los datos de Naciones Unidas que usamos hasta ahora. Eso nos da que Suiza, Suecia, Estados Unidos, el Reino Unido y Singapur -los más innovadores-, dependen respectivamente en un 28,6%, 23,3%, 31,9%, 28,6% y 23,2% de sus materias primas exportables. En el otro extremo, Angola, Níger, Burundi, Malí y Guinea, los cinco países con puntuación más baja en el índice de innovación, dependen de sus materias primas en un 98,3%, 90,4%, 95,1%, 96,7% y 95%. Aunque cada país es un mundo aparte, parece existir un principio de correlación: cuanto más innovador es un país, más margen tiene para no depender exclusivamente de sus materias primas.

En lo que hace a Uruguay, ocupa la posición 127 sobre 191 países por su dependencia de materias primas y la 63 sobre 132 por su innovación. Esto implica que en el primer caso se ubica en el 66,5% superior de los países, mientras que en el segundo está en el 47,7% superior. Esto hace que cuente con ventaja si decidiera emprender una eventual reconfiguración de su matriz productiva para reducir su dependencia de las materias primas que exporta. Para ello es necesario impulsar todavía más a distintos sectores vinculados a la economía del conocimiento, como el desarrollo de software, biotecnología, contenidos audiovisuales, servicios de electrónica y comunicaciones, nanociencia, ingeniería satelital, inteligencia artificial, robótica y otros tipos de servicios profesionales. De acuerdo a la última estimación de Naciones Unidas, la economía del conocimiento contribuye por lo menos con un 7% del PBI mundial y crece a un ritmo anual del 10%. Como vimos, la base para dar el salto está.

Hasta acá todo muy bien, pero modificar la matriz productiva y reducir la dependencia de un país a sus materias primas parece, de mínima, muy difícil, y de máxima, imposible. ¿Esto es así? Veamos dos ejemplos.

El primero es el de Costa Rica, un caso emblemático que muestra que reducir la dependencia es posible: pasó de ser básicamente un exportador de plátanos y café a convertirse en un exportador de servicios TIC y productos de alta tecnología, como instrumentos médicos. Para la UNCTAD, la dependencia de la economía costarricense a sus materias primas exportables es de 42,4%, menos de la mitad de la dependencia que se observa en cualquier país de Sudamérica.

El segundo ejemplo, Malasia, parece ser el caso que más se asemeja al camino que podría elegir Uruguay. Aunque la producción de estaño y caucho sigue siendo importante para la economía malaya, este país logró reducir esta dependencia gracias a un impulso en la fabricación de productos electrónicos y químicos, maquinaria, automóviles y otros componentes, así como un desarrollo sostenido en el sector de servicios. La UNCTAD confirma este panorama y sitúa la dependencia actual de Malasia a sus materias primas en sólo 28,8%.

Para un observador externo e imparcial como quien suscribe, Uruguay cuenta con otra ventaja adicional si decidiera repartir su dependencia de forma más equitativa entre las materias primas que exporta y los productos de la economía del conocimiento: su estabilidad política, libertad económica y calidad democrática. Estos tres factores, que hasta hace poco sólo Chile disputaba a Uruguay en Sudamérica, hacen que el país cuente con condiciones mucho más atractivas que sus vecinos a la hora de atraer inversiones de este tipo. Es cierto: el talón de Aquiles uruguayo siguen siendo sus altos costos, pero en una región cada vez más convulsa esta desventaja pasa a ser algo relativo. Un ejemplo de ello se observa en el hecho de que cada vez más producciones argentinas se filmen en Uruguay, a pesar de que sea mucho más caro hacerlo ahí. Hay que tener en cuenta, además, que en los casos de Costa Rica y Malasia este cambio demandó décadas, no años. La estabilidad y buena salud de la democracia uruguaya, mucho más dada a consensos que la de sus vecinos, es otro factor que podría posibilitar este cambio. La última edición del Global Knowledge Index (2022) ubicó a Uruguay en la posición 13 sobre 132 países por su entorno posibilitador (enabling environment), lo cual resalta “la existencia de condiciones que posibilitan la incubación y el apoyo a la producción, desarrollo y utilización del conocimiento para lograr un desarrollo sostenible”.

La idea de que la región debe modificar su matriz productiva para reducir su dependencia de las materias primas mediante el desarrollo de la economía del conocimiento no es nueva. De hecho, viene hablándose de ello hace un tiempo. Pero todo lo expuesto sirve para poner en evidencia dos verdades: la primera, que la dependencia de Uruguay a las materias primas agrícolas que exporta es real y es alta. La segunda, que las condiciones para intentar un cambio de matriz productiva que equilibre esa dependencia nunca han sido tan favorables como hasta ahora.

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