Por su nombre mismo, y por la historia que lo acompaña, el Elbio Fernándezes parte fundamental de la educación en Uruguay. Hace 155 años, el 18 de setiembre de 1868, el abogado, político y periodista Elbio Fernández fundaba junto a otras figuras como José Pedro Varela y Carlos María Ramírez, la Sociedad de Amigos de Educación Popular (SAEP). Al año siguiente se fundaba la escuela Elbio Fernández (quien para entonces ya había fallecido, dos meses antes, y con solo 27 años).
Esos impulsos e iniciativas iniciales, en la que también participaron otras personalidades como Alfredo Vázquez Acevedo, apuntaban a consolidar e institucionalizar la educación pública en una nación que algunos años antes se había desangrado en una guerra civil.
En otras palabras, la SAEP y el Elbio Fernández -que además de escuela y liceo también abarca educación inicial (Kinder by Elbio) y formación y especialización docente (IUEF)- tienen un legado relevante a cuidar y seguir proyectando.
El presidente de la SAEP, Enrique González de Toro, habla de una “Comunidad Elbio”, que abarca a más de 2.500 personas que diariamente se forman en sus edificios, y también a los familiares de todo ese colectivo de estudiantes, docentes, personal administrativo y funcionarios, sin dejar de mencionar los exalumnos que han pasado por la institución.
Esa comunidad, además, es parte de una institución que tiene como uno de sus criterios principales la integración social, no solo de quienes ya forman parte de ella, sino también la que se encuentra fuera de su órbita institucional y cultural. González de Toro añade que “Desde nuestro origen entendimos que tenemos que interactuar con la sociedad”, de la que forma parte el Elbio Fernández. En los distintos niveles educativos importa tanto la calidad de las materias que forman y estimulan el cerebro, como aquellas que desarrollan y nutren destrezas y habilidades físicas, por aquello de mens sana in corpore sano (“Mente sana en cuerpo sana”), del poeta romano Juvenal.
“Le damos mucha importancia a la educación física y la promoción del deporte, por todos los valores que tiene la formación deportiva”, comenta el presidente de SAEP, y respalda su afirmación con menciones a, por ejemplo, el complejo Campus Deportivo: diez hectáreas en Neptunia en donde hay tres canchas de fútbol de medidas reglamentarias, y también zonas de juegos y recreación para niños, además de cabañas para que los alumnos escolares vayan de campamento.
En el edificio más representativo de la institución -el de la manzana Maldonado- hay dos gimnasios, uno de los cuales fue recientemente renovado y puesto a punto para las condiciones en las que actualmente se educa en actividades físicas y se practica deportes bajo techo como futsal, handbol o voleibol. Los distintos equipos de deportes del Elbio que hacen sus caminos en ADIC, la Liga Universitaria y otras ligas, aportan su parte para la integración de la comunidad ya mencionado por el presidente de SAEP.
El nuevo paso en esa dirección fue la compra de un predio que lleva sobre sus ladrillos mucha historia (entre otras cosas, fue sede del Club Atlético Peñarol), a solo dos cuadras de la escuela y liceo. Ahí comienzan a construirse mañana 18 de setiembre dos gimnasios para actividades aeróbicas, y tres canchas de medidas reglamentarias para básquetbol, handbol, futsal y voleibol, con el agregado de un espacio para un “área social”, un lugar de reuniones para quienes forman parte la Comunidad Elbio. Todo en 5.800 metros cuadrados.
Dos aspectos adicionales destacables del nuevo edificio: por un lado, un convenio firmado con la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) ya firmado durante la administración pública pasada, que permite que el Elbio ofrezca, gratuitamente, su nuevo edificio a todas aquellas escuelas públicas comprendidas entre las calles Ciudadela, Magallanes, Colonia y Gonzalo Ramírez.
Por el otro, que las obras que comenzarán en breve se harán con procedimientos amigables con el medioambiente -se estiman durarán un año y medio-, y “van a rescatar parte de algo inicialmente fue diseñado por el arquitecto Julio Vilamajó (nombre ineludible en la arquitectura nacional)”, aporta González de Toro y añade que el desarrollo venidero pone en valor aspectos patrimoniales de la ciudad, y contribuye al fortalecimiento de la zona céntrica.
Mirar el mañana desde hoy
A veces, las prolongadas presencias de instituciones en la vida de un país llevan a realzar una perspectiva histórica, pero una que forma a futuros ciudadanos tiene que estar consustanciada tanto con el presente como con lo que se viene. “Tienen que poder desempeñarse en contextos cambiantes y además integrarse a su comunidad, ser solidarios y con espíritu crítico constructivo”, sostiene Enrique González de Toro.