El nuevo esquema cambiario en Argentina provocó en su primera semana de vigencia al menos dos efectos evidentes. Por un lado, la flexibilización del cepo descomprimió las expectativas en torno a un inminente salto abrupto del dólar, lo que le permitió al Banco Central de la República Argentina (BCRA) frenar la sangría de reservas. Por el otro, la devaluación del tipo de cambio oficial cercana al 7% disparó una nueva ronda de remarcaciones de precios al punto que las estimaciones de inflación para abril y mayo ya se ubican por arriba del 4% mensual.
“Ante el agotamiento de la estrategia cambiaria anterior, el cambio de esquema era necesario, pero el costo de la mayor flexibilidad será, sin dudas, un salto de la inflación”, dijo a El País Elisabet Bacigalupo, responsable de análisis macroeconómico de la consultora Abeceb, en Buenos Aires.
“El gobierno debió asumir ese costo porque el régimen anterior, en un contexto de dudas en el frente externo con un tipo de cambio apreciado y una economía cada vez más abierta, ya se había vuelto insostenible”, agregó.
Urgido por la pérdida de reservas de unos US$ 7.000 millones en el BCRA entre comienzos de año y mediados de abril, el gobierno de Javier Milei acudió al Fondo Monetario Internacional (FMI) para acceder un préstamo que le provea dólares frescos. A cambio del crédito por U$S 20.000 millones, la Casa Rosada se comprometió a flexibilizar el rígido cepo cambiario.
En esa línea, fueron levantadas las restricciones de acceso al mercado de cambios para las personas, aunque se mantuvieron parte de los controles para las empresas. Por caso, si bien se liberó el cepo para compañías del exterior que busquen repatriar ganancias a sus casas matrices por inversiones nuevas, esas empresas aún no tendrán acceso a divisas para girar las utilidades y dividendos acumulados en los últimos cinco años.
En ese marco de mayor apertura, el gobierno de Milei también acordó con el FMI abandonar el esquema de microdevaluaciones fijas del 1% al mes para sustituirlo por un régimen de bandas de flotación cambiaria.

Con ese esquema, el tipo de cambio puede flotar libremente entre el piso de 1.000 pesos argentinos y el techo de 1.400 pesos argentinos. Si la cotización cae hasta el límite inferior, el Banco Central comprará dólares para sostener el piso. Si, en cambio, alcanza el techo, venderá divisas.
Tras los primeros tres días de operaciones del nuevo régimen, el dólar oficial cerró la semana en 1.179 pesos argentinos, en línea con los objetivos del gobierno. Esa cotización, sin intervención del Banco Central, despejó los temores de un salto inmediato del tipo de cambio hacia el techo de la banda de flotación, a lo que se agregó una caída de los dólares paralelos.
No obstante, más allá de esos datos favorables y del discurso oficial enfocado en negar que el cambio de esquema cambiario haya implicado una devaluación, en la primera semana del nuevo régimen el precio del dólar oficial saltó 6,5% con respecto al valor del viernes pasado.
Interrogantes abiertos
La flexibilización del cepo y el escalón un poco más alto del dólar apuntan, entre otros objetivos, a incentivar las liquidaciones de los exportadores, que venían demoradas a la espera de un salto del tipo de cambio.
Ya concretado el cambio de esquema, el gobierno confía en una aceleración de las liquidaciones de la producción agrícola, sobre todo de la soja en plena temporada de cosecha. En ese sentido, el propio Milei presionó a los productores con la confirmación de que no habrá prórroga para la reducción temporal de las retenciones a los granos.
“Dijimos que la baja era transitoria; así que el campo tiene que liquidar, que lo hagan ahora porque en julio vuelven las retenciones”, señaló en una entrevista con Luis Majul el lunes pasado. A partir de julio la alícuota de derechos de exportación a la soja volverá al 33% luego de seis meses en 26%.
Las presiones para que el campo apure la liquidación de la cosecha están relacionadas con las metas desafiantes fijadas por el FMI en materia de acumulación de reservas en el BCRA. Según los términos del acuerdo, el Banco Central debería adquirir más de US$ 4.000 millones solo en los próximos dos meses y unos US$ 9.000 millones si se toma como plazo fin de año.

Para alcanzar esas metas, el consenso de los analistas era que el Banco Central iba a intervenir comprando dólares dentro de los márgenes de la banda de flotación cambiaria. Sin embargo, Milei sorprendió el miércoles pasado con el anuncio de que la autoridad monetaria solo adquirirá divisas en caso de que el dólar caiga al piso de la banda cambiaria.
Entre la exigencia de acumular reservas para evitar otra crisis cambiaria a mediano plazo, por un lado, y la necesidad de no darle otro impulso en el corto plazo a la inflación con una mayor suba del dólar, por el otro, el gobierno de Milei parece haber elegido la segunda opción.
El activo político del gobierno de Milei
Frente a los sucesivos comicios locales de los próximos meses y las elecciones parlamentarias de medio término del 26 de octubre, la Casa Rosada aspira a seguir exhibiendo a la tendencia descendente de la inflación como su principal logro de gestión.
Ese activo político del oficialismo sufrió un severo impacto con el dato del 3,7% registrado en marzo, el índice más alto de los últimos ocho meses. Para peor, el salto del mes pasado fue impulsado, entre otros rubros, por el alza del 5,9% de “Alimentos y bebidas”, lo que agravó el ya deteriorado cuadro social en Argentina.
Tras el cambio de esquema cambiario, las primeras estimaciones apuntan a índices aún más elevados para abril y mayo. En los últimos días, los supermercados y almacenes recibieron nuevas listas de precios con aumentos de hasta el 10% en productos de consumo masivo.
El interrogante es si hay margen para trasladar la totalidad de esos incrementos a las góndolas en un contexto de sostenida caída del consumo. Según la consultora especializada Scentia, el consumo masivo cayó 5,4% interanual en marzo y encadena 16 meses consecutivos en descenso.
“La depreciación de la moneda va a tener un efecto al alza en los precios, tal como sucedió cada vez que el tipo de cambio subió en Argentina. Ya veníamos con una inflación elevada en marzo y con esta depreciación, es probable que en abril supere el 4%. Eso dejará un arrastre importante para mayo, que también estaría por sobre el 4%”, dijo a El País el economista Guido Zack, director del centro de investigación Fundar, en Buenos Aires.
“En los meses siguientes, el nivel de la inflación dependerá del valor en que se estabilice el tipo de cambio: no es lo mismo que lo haga en los actuales 1.200 pesos argentinos a que lo haga en la banda superior en torno a los 1.400 pesos argentinos o más cerca del piso de 1.000 pesos argentinos”, agregó.
Hacia adelante, analistas advierten que uno de los riesgos del nuevo esquema es que el gobierno fuerce la caída del tipo de cambio al piso de la banda y que la inflación termine comiéndose en pocos meses la mínima ganancia cambiaria obtenida con la devaluación.
“Un país con cepo no puede funcionar y la sostenibilidad de este régimen cambiario es mayor que el anterior. Ahora, el riesgo es que se terminen usando los dólares del préstamo en mantener un tipo de cambio bajo. En ese caso, tarde o temprano se percibiría a ese valor como insostenible y volverían las expectativas de devaluación, lo que nos haría regresar al escenario que teníamos hasta la semana pasada, pero con U$S 20.000 millones adicionales de deuda”, planteó Zack.
“En definitiva, la economía argentina está otra vez ante una disyuntiva: establecer un tipo de cambio bajo que funcione como ancla inflacionaria pero que se torne insostenible dado que provoca pérdida de reservas o bien convalidar un tipo de cambio sostenible aunque eso implique más inflación”, concluyó.
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