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La rigidez de las expectativas de inflación y el impacto de las “profecías autocumplidas”: ¿qué pasaría con los salarios?

Las razones detrás de las rígidas expectativas de los agentes económicos sobre la inflación y el efecto de no coincidir con las del Banco Central.

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Banco Central edificio
Fachada del edificio sede del Banco Central del Uruguay.
Foto: Francisco Flores

Por Fabiana Culshaw
El problema de la inflación en Uruguay es una “piedra en el zapato” para todos los gobiernos y la población en general, que la sufre en carne propia.

Sin duda, al ser este un país pequeño, con un consumo del mercado local limitado a poco más de 3 millones de habitantes, esto no ayuda a mejorar el indicador. Por eso los esfuerzos de las autoridades se han volcado a que el país se abra más al mundo y encuentre otros mercados. Pero el tema es difícil de sortear.

El Banco Central del Uruguay (BCU) indica que actualmente la inflación es de 7,55% (febrero), el objetivo a mediano plazo es llegar al 6,7%, y el rango meta está marcado en entre 3 % y 6 %. Según declaraciones de la ministra de Economía y Finanzas, Azucena Arbeleche, esto es posible, pero no todos piensan igual.

En la más reciente Encuesta de Expectativas Empresariales realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), se evidencia que los empresarios esperan una inflación del orden del 8% en los próximos 24 meses. Es decir, los empresarios no piensan que la inflación vaya a bajar significativamente en próximas fechas.

El riesgo, entonces, es que el desfasaje de las expectativas del empresariado puede llevar a que, efectivamente, las proyecciones de la inflación del BCU no se cumplan.

El País consultó al BCU y, a través de su área de Comunicación, el organismo respondió que “en general, estos indicadores (se refiere a los distintos grupos consultados en las encuestas) muestran un nivel de alineamiento razonable entre sí, con una reducción de expectativas más rígida en el caso de los empresarios, lo cual no es un fenómeno nuevo”.

Seguramente el desfasaje no es un fenómeno nuevo, pero no por eso deja de ser un riesgo para la meta del BCU en este momento. Giuliano Cantisani, economista de CPA Ferrere, afirmó a El País: “Las expectativas empresariales se han mostrado muy rígidas. De hecho, desde que la encuesta se divulga públicamente (noviembre 2020), la expectativa de ese grupo nunca se ha ubicado por debajo del 8%. Esto es preocupante en particular por el rol clave que juegan los empresarios en la formación de precios y salarios. Se puede generar una suerte de profecía autocumplida” de que no baje la inflación.

Nicolás Juan, economista de Guyer & Regules, trajo el tema salarial a colación ante El País: “Como el gobierno promete empezar a ajustar el salario real, es lógico que los empresarios estimen que la inflación va a ser mayor. Aumento de salarios genera mayor inflación. Y si se espera que la inflación sea mayor, los aumentos salariales van a ser aún mayores. Es un espiral, que en algún momento hay que parar”.

Por lo pronto, la inflación va bajando en varios frentes, pero más lentamente de lo proyectado por el BCU por el impacto de la intensidad de la sequía en el país, que todavía continúa.

En cuanto a las expectativas de los analistas (otro grupo consultado por la encuesta y que forman opinión en la ciudadanía e instituciones), también apuntan a una inflación por fuera del rango meta en el horizonte de política monetaria, aunque no tanto como los empresarios. En este caso, están en 7,1 (expectativas a 12 meses), 6,6% (a 24 meses) y 6 % (a cinco años).

“Vemos que el problema de credibilidad de la meta oficial no se concentra únicamente en los empresarios, sino que es un problema más general”, dijo Cantisani. Aún así, hay quienes opinan que el desfasaje con las proyecciones del BCU es relativamente bajo. Todo depende de la luz con que se mire.

El peso del pasado

No es raro que los empresarios esperen que la inflación se ubique en el entorno del 8%, dado que en el promedio de los últimos 20 años ha sido así.

“Salvo episodios puntuales, la inflación se ha ubicado en alrededor del 8%. Los empresarios observan lo que ha ocurrido en el pasado y, en base a ello, forman sus expectativas. Esto es lo que llamamos expectativas adaptativas”, reafirmó Cantisani.

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Impacto en los salarios

”Sería riesgoso que el proceso de recuperación salarial se de con incrementos intensos este año, porque podría derivar en aumento de precios. Por eso, la preocupación del BCU de que las expectativas de los empresarios están por encima de las que apuntan en el organismo”, advierte la consultora Grant Thornton en un informe al que El País tuvo acceso. La consultora plantea, además, que el aumento brusco de salarios en un contexto de desempleo creciendo (8,5% en enero) podría tener consecuencias en el mercado de trabajo, lo que debería ser medido y controlado, afirman. Los expertos plantean la importancia de cuidar que las subas nominales que se realicen (y que permitan ir hacia un aumento real de los salarios) acompañen a una “moderación de la inflación”.

Salarios

Nicolás Juan consideró que éste es un “año bisagra”, en la medida en que el gobierno se enfocará mucho en ajustar las variables económicas en cuanto a salarios e impuestos; además, todavía se está saliendo del impacto de la pandemia. En ese marco, el economista entiende que el BCU no podrá cumplir las metas de inflación que se propone este año. “No va a poder cumplir, pero el desfasaje será bajo, controlado”, opinó.

En cuanto a las negociaciones y acuerdos salariales, cabe señalar el impacto de las “cláusulas gatillo” sobre la inflación. El salario real viene atrasado, y para ajustarlo se tienen en cuenta, precisamente, las expectativas de la inflación y sus indicadores históricos.

Consultado sobre si el gobierno se alejará aún más del rango meta de la inflación al aumentar los salarios, Juan respondió: “No aumentar el salario real tiene mucho más costo político que salirse del rango meta de la inflación, siempre que sea en rangos razonables. Ningún gobierno gana si no se aumenta el salario real”.

Según sus proyecciones, en 2024 los precios sí se ajustarán más a los objetivos que se marca el gobierno, en parte por tratarse de un año electoral.

Lo cierto es que si la inflación empieza a ceder, la política monetaria no será tan contractiva. Otra cosa salta a la vista: mientras la inflación sea alta, nadie va a querer desdolarizar la economía.

riesgos

Presiones políticas en ambiente preelectoral

Además del riesgo del desfasaje entre las proyecciones de baja de inflación del BCU y las expectativas del empresariado que son más altas y que podrían determinar que efectivamente la baja no ocurra (al menos en los niveles proyectados por el BCU), existe otra alerta: el impacto del ciclo político electoral en la economía nacional, según afirman analistas consultados.

En ese contexto, la consultora Grant Thornton plantea que podrían haber nuevos desafíos sobre el cumplimento de la regla fiscal. “El Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) proyecta para el 2023 un déficit fiscal del 2,7%. Si bien existe todavía lugar para que ocurran mejoras en las cuentas públicas, sigue siendo muy desafiante una mejora de 0,7% del PIB respecto al valor del 2022, que se ubicó en 3,4% del PIB. Mantener estos niveles de compromiso fiscal en año electoral es un desafío”, dice la consultora.

Por su parte, Guiliano Cansani (CPA Ferrere), coincide en que el ciclo electoral sumará presiones a la política económica.

“Es usual que en Uruguay el déficit empeore a medida que se aproximan las elecciones. Si bien la situación fiscal actual no es preocupante, cuidar la estabilidad fiscal sigue siendo importante. Los anuncios de reducción de IASS e IRPF son primeras señales en ese sentido, aunque no ponen en riesgo la estabilidad fiscal de corto plazo”, comentó Cansani a El País.

El también economista Nicolás Juan (Guyer & Regules) reconoció las complicaciones de un año electoral, pero no cree que el BCU se vaya a salir de sus objetivos. “La posición del gobierno en relación a las finanzas del Estado es seguir cuidándolas, por más que se corran costos políticos. Veo que hay un cuidado de las cuentas nacionales por encima de cualquier tentación que pueda tener algún político o sector de gastar más a cambio de ganar votos”, afirmó Juan.

Consultado el BCU sobre cómo mitiga o maneja el impacto del ambiente preelectoral, el organismo respondió a El País a través de su Área de Comunicación: “Las variables exógenas a las decisiones del banco se consideran a los efectos del diseño e implementación de la política monetaria y macroprudencial”.

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