Entrevista a la comisaria europea de Energía: qué ve Europa en Uruguay, el rol de la región, las guerras y más

La alta representante de la UE habla de los acuerdos sobre energías renovables con Uruguay, de la situación de Europa ante el corte de suministro de gas por parte de Rusia y del futuro que se viene.

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Uruguay recibió esta semana a Kadri Simson, comisaria europea de Energía, quien está promoviendo los negocios en energías renovables, fundamentalmente a través Global Gateway, un programa que vincula inversiones de la Unión Europa (UE) con proyectos vinculados a la transición energética y la lucha contra el cambio climático en distintas partes del mundo, incluyendo a América Latina y Uruguay. Simson ocupa su posición desde 2019 y con anterioridad fue ministra de Asuntos Económicos e Infraestructura en Estonia, su país de origen (2016-2019).

Simson habla sobre hacia dónde va el mundo en materia de energía, opina sobre Uruguay y por qué ella, que proviene de un país que ha rechazado el objetivo mundial de llegar a la neutralidad del carbono, tiene elementos para defender justamente lo contrario, la transición a energías limpias. Lo que sigue es un resumen de la entrevista que mantuvo con El País.

Uruguay y la UE acaban de firmar un acuerdo sobre energías renovables que es una ampliación del memorándum de entendimiento entre las partes de 2023. En esta oportunidad, la UE entrega a Uruguay una subvención de 2 millones de euros. ¿Puede dar más detalles del acuerdo?

—Desde el memorándum de entendimiento, en el que acordamos nuestra cooperación en eficiencia energética, en las energías renovables y en el hidrógeno verde, hubo varias reuniones a nivel técnico e identificamos cómo ayudar al gobierno de Uruguay a promover los proyectos en ese campo. Y uno de los proyectos es crear una hoja de ruta para que los inversores en hidrógeno verde puedan saber qué esperar de Uruguay, cuáles son las condiciones de mercado aquí, cuáles son los medios de transporte del producto para exportar y la legislación en este país. Así que el anuncio de los 2 millones de euros es para apoyar al Ministerio de Industria Energía y Minería (MIEM) en la creación de esta hoja de ruta. El acuerdo es para apoyar al gobierno y al trabajo regulatorio. Los proyectos de hidrógeno necesitarán inversiones significativamente grandes que vendrán principalmente de inversores privados. El hidrógeno se convertirá en un commodity muy pronto globalizado y hay que ver cómo se dan los negocios. Europa será un mercado comprador relevante de este producto.

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Se trata un sector que maneja cifras muy elevadas y el financiamiento será fundamental. ¿Cómo avanzan en esa materia?

—Es importante el acuerdo de Uruguay con el Banco Europeo de Inversiones (BEI), que apoya proyectos de energías limpias y ofrece préstamos muy atractivos. El BEI tiene ya varios proyectos en marcha en Latinoamérica, por ejemplo en Chile, que está avanzado en esa materia. Pero para los proyectos de hidrógeno se necesitan cientos o miles de millones en inversión, y el acuerdo de la UE y Uruguay es solo un marco legal para que, quienes tomen decisiones de inversión, sepan que Uruguay es un lugar correcto para invertir su dinero.

Muchos agentes piensan que Uruguay no es muy visible en el escenario internacional, por ser un país pequeño y alejado geográficamente del resto del mundo, ¿comparte este opinión?

—No estoy de acuerdo. Diría que Uruguay es bien conocido por la cantidad de electricidad que produce de energías renovables, es impresionante en ese sentido. No muchos países pueden decir que más del 90% de su electricidad es producida con este tipo de energía, pero Uruguay sí. Este país tiene una buena posición de arranque para producir combustibles limpios que otras regiones del mundo necesitarán. Hay un número muy limitado de países con los que la UE ha firmado un memorándum de entendimiento sobre hidrógeno verde y Uruguay está entre ellos. Pienso que el simple hecho de que un país haya sido capaz de negociar con nosotros en esto, es una señal de “estándar de oro”. La Comisión Europea, que representa 27 estados miembros y representa un gran mercado de 450 millones de consumidores, ha invertido mucho para futuras asociaciones con Uruguay.

¿Cuál es la situación de Europa en cuanto a sus necesidades de abastecimiento?

—Nuestro plan es que los estados miembros europeos produzcan hidrógeno para electrificar algunos sectores, pero sabemos que no podemos reemplazar el petróleo de ciertos medios de transporte con nuestra producción de energías limpias. Podemos optar por vehículos con e-gasolina para autos de pasajeros, pero necesitamos importar e-fuel (electrocombustibles) para el sector aéreo y marítimo. Así que necesitamos importarla de los países que tienen abundante disponibilidad del sol y el viento. Ese es nuestro interés.

Considerando que hay dos guerras que son prioridad para Europa, ¿cuál es la estrategia de la UE para que los recursos se dirijan a la transición energética, en un contexto donde se vuelcan mucho a asuntos militares?

—Hemos prometido que seguiremos ayudando a Ucrania hasta que logre la restauración del control en su territorio. Y la hemos estado apoyando desde los primeros días de la guerra, proveyendo asistencia financiera para que pueda mantener al país funcionando, enviando miles de toneladas de equipos energéticos porque los rusos no atacan solo sitios militares, sino que están destruyendo plantas de energía ucraniana, líneas de transmisión, han ocupado la mayor planta de energía nuclear. Nuestra tarea es que también, en medio del inverno, Ucrania pueda calentar sus hogares, tener agua y otros servicios. Pero, en paralelo, cuando Rusia lanzó esta guerra injustificada, comenzó a manipular los mercados energéticos. Rusia tenía una posición muy poderosa que se construyó durante décadas, era nuestro proveedor de energía más importante. El Kremlin quiso cortarnos esos suministros de energía, crear dificultades y forzarnos a lidiar con nuestra propia falta de energía para que no estuviéramos en capacidad de apoyar a Ucrania. Así que perdimos la mayoría del suministro de gas. Y ese fue el momento decisivo en el que entendimos que también teníamos que lidiar con nuestra seguridad energética. Éramos demasiado dependientes de los combustibles fósiles importados y la respuesta que teníamos que dar era reemplazar los combustibles fósiles por la electricidad de fuentes renovables producida por nosotros mismos. Desde entonces, 2022 y 2023 han sido años recordados porque compramos más energías renovables que nunca. El año pasado, instalamos 73 kW de energía eólica y solar en nuestra red. Por primera vez en la historia, los 27 estados miembros de la UE, producimos más electricidad usando renovables que combustibles fósiles. Este proceso es irreversible. Nuestro mensaje es, entonces, que podemos respaldar a Ucrania y hacer la transición energética.

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Kadri Simson, Comisaria Europea de Energía.
Unión Europea.

¿Cuáles son sus principales desafíos en este momento?

—En el corto plazo, el mayor desafío es dar apoyo a Ucrania, que ha perdido la mitad de su capacidad de generación eléctrica, debido a los ataques de misiles rusos. Será imposible reconstruir los 9 gigavatios de producción de energía que Rusia ha destruido hasta ahora, pero ayudamos en lo que se puede hacer. Les estamos enviando turbinas y paneles solares para que puedan producir energía a pequeña escala, para calentar los hogares en el invierno. También nos conectamos con Ucrania a través de nuestras redes eléctricas, así que están recibiendo electricidad producida en la Unión Europea. Otro desafío es que los 27 países de la UE han acordado que cortarán el 55% de sus emisiones de gas para 2030. Eso significa que tenemos que incrementar significativamente la cantidad de renovables, proponer incentivos adicionales para ello. Y la diplomacia internacional de la energía juega un gran papel porque nos hemos propuesto encontrar países productores de hidrógeno y combustibles limpios. Nuestra presidenta, Ursula von der Leyen, también señaló que la prioridad para los próximos cinco años es reducir los gastos energéticos. En Europa todavía pagamos más precios que nuestros competidores en Estados Unidos o China. Entonces, si queremos mantener la industria en Europa y no perder competitividad, tenemos que hacer lo necesario para reducir esos gastos.

¿Y en relación con Latinoamérica?

—En esta región, Brasil jugará un papel muy importante. Este año, Brasil tendrá la presidencia para el G20 y el próximo año será sede de la conferencia climática, la COP-30. Espero que albergar esas importantes reuniones multilaterales también haga que la voz latinoamericana sea más escuchada. En Uruguay, hemos establecido muy buena relación de trabajo, estamos llevando nuestra agenda, tanto en materia de renovación, como en materia de apoyo a las empresas que están dispuestas a invertir aquí.

Parque eolico Kentilux
Energía eólica en desarrollo.
Foto: Fernando Ponzetto

¿Qué piensa sobre el greenwashing (estrategia de marketing de algunas empresas que se presentan como sustentables o amigables con el ambiente, pero en realidad no lo son o no los son en la medida que publicitan) que también está creciendo?

—Para la UE es muy importante que cuando anunciamos objetivos, monitoreemos lo que hacemos. Nos respaldamos en medidas muy específicas. Primero, tenemos nuestro propio Eurostat, que nos dice qué ha pasado en Europa. Basado en eso, podemos decir, por ejemplo, que la Unión Europea fue la región que cortó la mayor cantidad de las emisiones de gas en 2022. También recibimos estadísticas confiables de organizaciones internacionales, como la Agencia Internacional de Energía. Así que siempre medimos lo que hacemos y el impacto de nuestras políticas.

¿Cómo se podría acelerar el programa Global Gateway?

Global Gateway es un instrumento muy visible, con 200 proyectos bandera, pero la próxima Comisión Europea, cuyo mandato comenzará el año que viene, será responsable de avanzarlo más. Los primeros proyectos bandera son muy prometedores. Son un indicador de que debemos compartir nuestra tecnología y conocimiento, pero también los beneficios y la industrialización con el resto de los países.

Mayor comprensión por venir de Estonia

— Usted ocupó posiciones en el gobierno de Estonia, un país muy enfocado en el petróleo y que le ha costado aceptar la transición energética. ¿Cómo logra manejarse en su cargo actual que defiende precisamente lo contrario, la transición?

—Mi país produce petróleo de esquisto, que es un recurso natural que se puede quemar y producir electricidad, o usarlo en la industria química y producir petróleo pesado; es muy polémico. Por un lado, ha proporcionado electricidad durante los últimos cien años. Por el otro lado, ahora es muy caro, porque en Europa tenemos el principio de que “la polución, se paga”. Un desafío similar atraviesa Europa. Creo que, como exministra en Estonia, traje a la Comisión Europea el entendimiento de que esta transición también debe ser vista como justa para aquellas regiones que estaban muy orgullosas de su rol en el pasado en materia de seguridad energética (fósiles), pero que ahora están perdiendo trabajos. Uno de los principios de nuestra transición es la “transición justa”, así que estamos apoyando a esas regiones para que puedan invitar a nuevos inversores industriales que crearán trabajos para la producción de energías más puras, para quienes perderán su empleo en el sector minero. No solo en mi país, sino también en Europa. Tenemos miles de países que enfrentan situaciones similares en las que miles de trabajadores mineros perderán su trabajo. Así que creo que (provenir de un país que ha defendido la producción petrolera) no fue mi debilidad, sino mi comprensión de los desafíos que algunas regiones verán debido a la transición.

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