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Los entretelones de la compra de un banco emblemático suizo para evitar su quiebra

La absorción del histórico banco Crédit Suisse por parte del UBS vista por El País desde Suiza.

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Credit Suisse.

Juan Pablo Correa/Ginebra
Los suizos algo saben de bancos y de finanzas. Y desde hace mucho tiempo. Albert Gallatin, un ginebrino que emigró a Estados Unidos, fue Secretario del Tesoro de ese país entre 1801 y 1814. Jacques Necker, otro ginebrino, fue ministro de Finanzas de Luis XVI de Francia.

En 1856 Alfred Escher fundó el Crédit Suisse en Zurich, que hasta hoy es la capital financiera y económica de Suiza. Por mucho tiempo la institución fue símbolo de la solidez del sistema bancario helvético. Escher fue también político e impulsó el desarrollo de los trenes en el país. Una estatua suya está delante de la principal estación de trenes de Zurich.

Por eso, la desaparición de Crédit Suisse, absorbido por su competidor UBS, por un precio bajísimo según los analistas, es un hecho traumático para un país que considera fundamental la reputación y la solidez de su sistema financiero.

El UBS pagó US$ 3.200 millones, un 40% del valor que tenía en el mercado bursátil la institución absorbida. Y a esa cifra se llegó solo luego de que el Banco Nacional de Suiza (el emisor) le pidiera encarecidamente que mejorase un poco la oferta inicial.

UBS y Crédit Suisse se vigilaban de cerca. En Zurich, sus sedes centrales están frente a frente en la Parade Platz y en Ginebra, el otro gran centro financiero helvético, pasa lo mismo y las respectivas oficinas centrales son vecinas en la zona de Bel-Air.

UBS era el primer banco suizo y Crédit Suisse el segundo. Cuando la crisis de 2008 Crédit Suisse capeó bien el temporal pero UBS necesitó la asistencia estatal. Quince años después sería Crédit Suisse el que requeriría ese auxilio.

Crédit Suisse arrastra pérdidas desde 2014. El año pasado el rojo de sus cuentas llegó a US$ 7.600 millones. Los analistas lo atribuyeron a un manejo inadecuado de los riesgos. La situación se deterioró y no pudo ser revertida por sucesivos cambios en la dirección del banco. Su reputación sufrió por varios escándalos. Por ejemplo, fue multado luego de que se comprobara que ayudaba a estadounidenses ricos a evadir impuestos.

El domingo 18 de marzo por la tarde quien esto escribe paseaba por una plácida y fría Berna. Pero en esa misma tarde y en esa misma ciudad, el gobierno suizo mantenía urgentes reuniones con UBS y Crédit Suisse. El objetivo: hacer un anuncio tranquilizador antes de que abrieran el lunes 19 temprano los mercados asiáticos. En una misma mesa comparecieron sobre las 19:30 locales el presidente de la Confederación suiza, el político socialista Alain Berset, Axel Lehmann, máximo ejecutivo de Crédit Suisse y Colm Kelleher, presidente de UBS. Berset justificó la ayuda que el Estado dio a Crédit Suisse y sus gestiones para que fuera absorbido por UBS. Básicamente argumentó que el banco era demasiado grande para permitir su caída.

Lo que pasó ya pasó. Las autoridades reguladoras suizas, que hasta último momento argumentaron que Crédit Suisse no tenía problemas de liquidez, quizás no estuvieron lo suficientemente vigilantes en los meses previos.

De todas formas, lo que el banco sufrió fue una rápida y masiva pérdida de esa confianza sin la que no podía funcionar. Esa desconfianza de los inversores, agravada por el anuncio de que sus accionistas sauditas no pondrían más dinero en la entidad -de la que controlaban el 10%-, provocó una tremenda caída de sus acciones. Empero, los ejecutivos de Crédit Suisse se habían asegurado grandes remuneraciones para sí mismos pese a que el banco venía mal.

Por eso, los reproches entre los partidos suizos no faltan, en particular los dirigidos al Partido Liberal Radical, de centro-derecha, que no había querido endurecer las regulaciones para las entidades bancarias en los últimos años. El tema es un arma arrojadiza entre los partidos en la campaña previa a las elecciones parlamentarias de este año.

Se espera que la absorción total de Crédit Suisse pueda terminarse este año. También se aguarda que desaparezcan cientos de puestos de trabajo en la institución, que empleaba 16.700 personas en Suiza y 50.000 en todo el mundo.

Ahora lo que le preocupa a los analistas es el tamaño enorme que tendrá la nueva entidad. Se inquietan por lo que sería el costo que implicaría rescatarla si atravesase una crisis terminal. La institución fusionada pasará a controlar el 43% de los servicios de banca minorista en Suiza. Tendrá más de 3 millones de cuentas en la plaza financiera de un país con 8,7 millones de habitantes. Será cinco veces más grande que su más cercano competidor (Raiffeisen). UBS pasará del puesto 35 al puesto 20 en el ranking mundial de bancos.

El Banco Nacional Suizo (el banco emisor) tiene buena reputación y es sólido. El estado helvético como tal, además, está poco endeudado. Pero el tamaño del nuevo UBS será dos veces el Producto Interno Bruto del país. Aunque Kelleher dijo que el banco será sólido “como una roca” quizás ese volumen sea mucho en caso de una eventual quiebra. Incluso para los muy profundos bolsillos del Estado suizo que mirará lo que vaya a ocurrir con lupa y con la intención de hacer ajustes regulatorios si es necesario para reducir riesgos.

El problema puede ser que su nuevo director general, Sergio Ermotti (ver aparte) no es un amigo de endurecer los controles sobre la banca por parte del Estado.

Además, ha dejado en claro que, más que preocuparse porque UBS sea demasiado grande, él debe inquietarse por la posibilidad de que sea demasiado pequeño para sobrevivir.

Nuevo director general en UBS

Esta semana UBS anunció que su nuevo director general a partir del 5 de abril será Sergio Ermotti, de 62 años, quien sustituirá al holandés Ralph Hamers. En el ambiente financiero se tomó muy bien que Ermotti volviera al puesto que había ocupado desde 2011 hasta 2020, tras timonear de buena forma a UBS en la salida de la crisis bancaria de 2008. Se considera que es un operador hábil y carismático, con buenos contactos políticos que se centrará en lidiar con lo que Kelleher denominó “importantes riesgos” derivados de la absorción. Además, Ermotti es suizo, nacido en Lugano, en el cantón italoparlante del Ticino, y se sabe que le habla de tú a tú y sin muchos pelos en la lengua a los principales políticos del país. Antes de volver a UBS presidía el grupo asegurador Swiss Re.

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