AFTERWORK

Un combo agridulce, que evoca a la cocina casera y genera un impacto similar a una «patada voladora al paladar». Esas influencias toman cuerpo en el chutney Chut Norris, un emprendimiento con el que el psicólogo Micael Barbato canalizó su afición por cocinar.

«Lo probás y aparece la fruta, después el picor y las especias. Es una verdadera ‘patada’, porque es intenso, muy sabroso y nuevo», describió Barbato.

La idea le surgió en 2019. Insatisfecho con su trabajo, comenzó a adentrarse en el mundo de las especias. De forma autodidacta, se animó a preparar este tipo de condimento indio en su casa, descubriendo nuevos sabores a través de la experimentación con mezclas de distintos ingredientes.

Entusiasmado con los resultados, convidó a familiares, amigos y compañeros de trabajo. «Me preguntaban dónde se conseguía el producto, entonces les decía ‘si querés, yo te vendo’», recordó.

Tras presentarse en ferias gastronómicas, Barbato dejó su empleo para dedicarse de lleno a su proyecto. Con capital de la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE) fue impulsando la marca.

El nombre lo sugirió un amigo suyo. «Es ideal no solo por la rima sino por eso de empezar a jugar con la ‘patada’ que (el producto) le pega al paladar. Eso habla de su impacto, algo propio del chutney», justificó el emprendedor.

En la marca destacan los chutney de tomate y mango; el primero es ideal para usar como un ketchup en carnes rojas, el segundo va bien con ensaladas y carnes blancas. El de membrillo y el de frutos del bosque buscan posicionarse, mientras que en breve saldrá uno de frutos nativos.

«Le propongo al cliente que trate de probar y ponérselo a todo», comentó Barbato. Él predica con el ejemplo; probó un helado de crema y chutney de mango. «Quedó alucinante», aseguró.

Chut Norris tiene presencia en más de 70 tiendas de Montevideo (como La Molienda y algunas sucursales de Disco, Devoto y Géant, entre otras), Canelones, Maldonado, Colonia, Soriano, Río Negro, Salto y Paysandú.