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Putin y su pandilla

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Las series sobre intrigas políticas a veces pueden parecer exageradas. Inverosímiles. Pero también consiguen sorprender por su similitud con la realidad. Pensemos en Homeland, una de las más logradas, sobre los conflictos en el Oriente Medio. Sus guiones estaban tan apegados a los acontecimientos mundiales, que el entonces presidente Obama no se perdía las peripecias de la agente de la CIA Carrie Mathesson. Sin acercarse a la perfección de la famosa serie de Showtime que se emitió de 2011 a 2020, La diplomática, lanzada recientemente por Netflix, ha seducido a la audiencia con una historia en la que el primer ministro ficticio del Reino Unido es capaz de maquinar un ataque terrorista contra su propio país para obtener réditos políticos.

Bien, el concepto tan manido de que en ocasiones la realidad supera (o al menos iguala) la ficción, podría aplicarse a la Rusia de Vladimir Putin. El gobernante ruso no vive su mejor momento. Hace más de un año invadió Ucrania convencido de que vencería. Sin embargo, hoy en día sus tropas están empantanadas en una guerra en la que sus soldados sufren bajas importantes. Lejos de consolidarse, su imagen de hombre fuerte se resquebraja por la debilidad de un ejército anticuado y mal equipado. En el terreno internacional es enemigo de las democracias que ven en él a un déspota merecedor de todas las sanciones posibles. Frente a Volodimir Zelenski, el mandatario ucraniano por el que casi nadie apostaba cuando dejó el ámbito de la comedia, nada puede hacer por igualar la popularidad que se ha granjeado.

En medio de una situación que se ha enquistado y en víspera de que en Rusia se celebre el Día de la Victoria el próximo 9 de mayo un incidente en el Kremlin agrava el ya de por sí tenso panorama internacional: dos drones explotaron sobre la residencia oficial de Putin sin causar daños mayores, pero de inmediato el gobierno señaló a Kiev como responsable de un supuesto acto “terrorista”.

Tanto el gobierno de Zelenski como el de Joe Biden han desmentido estas acusaciones, dando por sentado que se trata de una cortina de humo para subir el tono de la amenaza de una posible escalada del conflicto. El Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), un think tank compuesto por analistas militares de Estados Unidos, va más allá al asegurar que ha sido Rusia quien ha urdido el ataque con los dos drones pocos días antes de su desfile, con el fin de “despertar” el orgullo patrio ante un supuesto ataque. El ISW considera que es muy poco probable que la defensa aérea rusa sea tan endeble. Sería, concluyen, “una gran vergüenza para Rusia”.

Por si fuera poca la tirantez y los dedos acusatorios a un lado y otro, el vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, Dmitri Medvédev, contribuye a la escalada en la Guerra Fría al referirse al “atentado terrorista”: “... no hay otra opción salvo eliminar físicamente a Zelenski y su pandilla”. En este mensaje tal vez radica el quid de la cuestión. La oportunidad que desde hace tiempo busca el Kremlin para deshacerse de una figura que ha alcanzado estatura internacional y que para muchos ucranianos representa el valor de David frente al avasallamiento de un rudo Goliat.

La oscura trama de dos drones que consiguen burlar el muy vigilado espacio aéreo y penetrar nada menos que el Kremlin, epicentro del bastión de Putin, bien podría ser un guion de la ficción que supera la realidad. La peligrosa pandilla de Putin quiere a toda costa la cabeza de Zelenski y no lo disimula.

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Gina Montaner

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