La centenaria biblioteca emplazada en la frontera entre EE.UU. y Canadá y los efectos de las políticas de Trump

La Biblioteca Haskell, cuyo edificio tiene una parte en cada país, funciona desde 1904. Se ubica en un tranquilo rincón del extremo sur de Quebec y el extremo norte de Vermont.

Biblioteca Haskell
Biblioteca Haskell.
Foto: AFP

Norimitsu Onishi / The New York Times
Erase una vez una viuda adinerada, ciudadana de dos países vecinos, que contrató artesanos para construir un majestuoso edificio con torretas de granito gris y vidrieras. Solo la madera más fina adornaba las salas de lectura de su biblioteca. Querubines se elevaban sobre el arco del proscenio de su teatro de ópera. Pero la petición más importante, y quizás inusual, de la viuda era que el edificio se ubicara exactamente en la frontera común de ambas naciones. En el interior, una cinta negra que representaba el límite corría a lo largo de los pisos de madera, un símbolo no de división, sino de la duradera amistad entre ambas tierras.

Un día, el líder del país del sur amenazó con anexionarse a su vecino del norte. Uno de sus emisarios de confianza visitó el edificio. “Estado 51”, dijo, caminando hacia el norte por encima de la cinta negra. “EE. UU.”, dijo, retrocediendo.

Los aranceles del presidente Donald Trump contra Canadá y sus amenazas de convertirlo en un estado estadounidense han alimentado una profunda crisis entre los canadienses, obligados a replantear abruptamente sus relaciones con su vecino, con el resto del mundo e incluso entre sí. Pero también han trastocado la vida en los pueblos pequeños al otro lado de la frontera, donde muchas comunidades canadienses y estadounidenses llevaban vidas entrelazadas e íntimas.

Quizás en ningún otro lugar a lo largo de los 8.860 kilómetros -que sigue siendo la frontera sin defensas más larga del mundo- ese idealismo encontró una expresión más poderosa que en un tranquilo rincón del extremo sur de Quebec y el extremo norte de Vermont. Allí, la Biblioteca Pública y Ópera Haskell se extiende a ambos lados de la frontera desde 1904, idea de Martha Stewart Haskell, la adinerada viuda que eligió el lugar no solo por su simbolismo, sino también por la igualdad de acceso para canadienses y estadounidenses.

La gente pasa junto a la Biblioteca Pública Haskell y la Ópera en Derby Line
La gente pasa junto a la Biblioteca Pública Haskell y la Ópera en Derby Line
Foto: Archivo El País

Durante décadas, los canadienses abandonaban su territorio y caminaban por una acera abierta junto a la biblioteca para llegar a su entrada principal, ubicada en el lado estadounidense, sin necesidad de pasaporte.

Pero Estados Unidos anunció en marzo que prohibiría a los canadienses acceder directamente a la biblioteca, afirmando que la política de fronteras abiertas de la biblioteca ha provocado casos de contrabando y otros problemas de seguridad.

A partir de octubre, todos los canadienses que deseen utilizar la entrada principal tendrán que dirigirse primero a un cruce fronterizo estadounidense cercano, con el pasaporte en la mano, e ingresar oficialmente a Estados Unidos.

A los canadienses que no tengan la tarjeta de la biblioteca Haskell ya se les ha prohibido usar la acera abierta para acceder a la biblioteca. Un nuevo letrero advierte que, si lo hacen, serán arrestados y se enfrentarán a un proceso judicial o a la expulsión de Estados Unidos. La mayoría de los canadienses ahora entran por una puerta trasera que antes no se usaba.

La represión en la biblioteca y la ópera se produjo tras la visita en enero de Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Las autoridades estadounidenses habían estado presionando para restringir el acceso a la biblioteca Haskell en los últimos años, incluso sugiriendo que canadienses y estadounidenses se turnaran para visitarla.

Martha Stewart Haskell, la heredera que mandó construir la biblioteca en 1901
Martha Stewart Haskell mandó construir la biblioteca en 1901.

Dentro de la biblioteca, Noem y su séquito se situaron al sur de la cinta negra, de frente al personal de la biblioteca, al otro lado. Funcionarios estadounidenses describieron incidentes transfronterizos ilícitos relacionados con la biblioteca, mientras que los responsables de la biblioteca argumentaron que habían reforzado la seguridad. De repente, Noem pasó por encima de la cinta y volvió un par de veces, diciendo: “51.º estado, EE.UU.”, mientras su séquito se reía, dijeron los funcionarios de la biblioteca, que se quedaron sin palabras.

“Me sentí avergonzada por ser estadounidense”, dijo Kathy Converse, voluntaria de Haskell desde hace mucho tiempo y su historiadora no oficial. “Las demás, creo, se quedaron atónitas porque todas son canadienses, y se ofendieron”.

Desde entonces, los funcionarios de la biblioteca y de las dos localidades colindantes, Stanstead en Quebec y Derby Line en Vermont, han luchado para mantener las instalaciones abiertas al público. Las autoridades estadounidenses, según afirman, están exagerando la amenaza potencial que representa la porosidad de la biblioteca. Las restricciones, dicen, podrían destruir el vínculo especial entre ambos municipios, que comparten agua potable, alcantarillado y una larga historia. Banderas canadienses ondean en los porches del lado estadounidense.

El drama que ha envuelto a la biblioteca es en muchos sentidos el reflejo de un fenómeno más grande que se desarrolla en las dos ciudades, ya que la campaña de Trump contra Canadá ha alterado las relaciones entre los dos vecinos.

En el pasado, para muchos lugareños, las dos comunidades eran prácticamente una sola: comían en un restaurante en una y usaban la piscina en la otra.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se reúne con el primer ministro canadiense, Mark Carney, en la Oficina Oval de la Casa Blanca en Washington, D.C., el 6 de mayo de 2025.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el primer ministro canadiense, Mark Carney, en la Casa Blanca.
Foto: AFP

“Era casi como si la frontera no existiera”, dijo Fran Gonter-Gross, una estadounidense residente en Derby Line que estaba tomando prestada una novela de la biblioteca. Gonter-Gross estaba “furiosa”, dijo, por las nuevas restricciones contra los canadienses, y añadió: “Todo esto es una locura”.

Como Haskell se ha encontrado en el centro de tensiones geopolíticas, periodistas de todo el mundo han estado acudiendo a la biblioteca, ubicada a unas dos horas en auto desde Montreal o Burlington, Vermont.

“¡Han venido de Alemania, Suiza, Francia, Japón, muchísimos!”, dijo Sylvie Boudreau, presidenta del consejo directivo de la biblioteca. “Martha Stewart Haskell quería deliberadamente que la biblioteca estuviera en la frontera. Pero no creo que en 1901 pudiera imaginar dónde estaríamos hoy”.

Haskell ya tenía más de 70 años, había enviudado hacía tiempo y era heredera de la fortuna maderera de su marido cuando se inició la construcción de su proyecto en 1901.

“Ella era rica, políticamente influyente y la gente venía a su casa a comprar libros y ver teatro”, dijo Converse.

La construcción finalizó en 1904 (con una biblioteca en la planta baja y una ópera con capacidad para 400 personas en los dos pisos superiores), un par de años antes de la muerte de Haskell.

Finalmente, la familia donó el edificio a las dos comunidades a ambos lados de la frontera y la gente siguió visitándolo sin pensar en la frontera.

Según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, la biblioteca “sigue siendo utilizada por personas que intentan ingresar ilegalmente a Estados Unidos y contrabandear productos”.

En 2018, un canadiense fue sentenciado a 51 meses de prisión por contrabandear más de 100 pistolas desde Vermont a Quebec, incluidas varias armas de fuego escondidas en mochilas que fueron traídas a la biblioteca desde Estados Unidos, dejadas en un bote de basura del baño, recuperadas y luego vendidas en Canadá.

Los funcionarios de la biblioteca han reforzado la seguridad en los últimos años, afirmó Boudreau. El personal está más alerta. Informan a los funcionarios fronterizos de ambos lados sobre cualquier evento especial o visita de grupo.

Haskell

“Símbolo de amistad que no se puede arrebatar”

Las autoridades de la biblioteca están planeando amplias renovaciones en el lado canadiense como respuesta a las restricciones del gobierno de Trump. Para que la biblioteca siga siendo acogedora para los canadienses, se está instalando una nueva puerta trasera, un toldo y construyendo una pasarela y un pequeño estacionamiento. Una campaña de GoFundMe ya ha recaudado casi 200.000 dólares canadienses, el doble del presupuesto para las renovaciones. Quizás la historia de la biblioteca y la ópera de la viuda adinerada tenga un final feliz. “Creo que existe la sensación de que esta pequeña biblioteca está siendo intimidada por esta poderosa administración, y eso animó a la gente a contribuir”, dijo Steve Timmins, un canadiense que visitó la biblioteca. “En vista de lo que está sucediendo, es un símbolo importante de la amistad que no se puede arrebatar”.

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