CAMPAÑA ELECTORAL
Rivera lo acusa de querer indultar a secesionistas; Casado pierde oportunidad.
Nadie gana unas elecciones sin saber contar una historia. La campaña electoral empezó ayer lunes definitivamente a las diez de la noche (las 17:00 horas de Uruguay), tras un lustro de precampaña interminable, con un debate en RTVE en el que la única verdadera historia fue el fuego cruzado. Si el estado normal de la atmósfera política es la turbulencia, el esperadísimo debate electoral se saldó anoche en medio de un clima desapacible, duro, a ratos huracanado.
“España ya no va bien”, resumió Pablo Casado (Partido Popular, abogado y economista de 37 años) parafraseando a José María Aznar a las primeras de cambio, a pesar de que la economía española es una de las que más crece en el Atlántico Norte.
“Lleva en la frente escrita la palabra indulto”, espetó Albert Rivera (Ciudadanos, licenciado y master en Derecho, de 39 años) en su primera intervención, pese a que no hay sentencia firme ni nada que se le parezca en el juicio a los líderes secesionistas de Cataluña.
Pablo Iglesias (Unidas Podemos, abogado, de 40 años) estuvo más conciliador, pero en cuanto pudo dejó en claro que lo que más le interesa es que el PSOE indique de antemano con quién se va a aliar, con su partido o con Ciudadanos.
Ataques
El más fuerte es el que está solo, decía Ibsen: el presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez, (Partido Socialista Obrero Español, economista, de 47 años) que encabeza las encuestas después de 10 meses en La Moncloa, fue el blanco preferido de casi todos los ataques y se empeñó en mantener el tono presidencial, medio aburrido, que le ha caracterizado en la campaña.
Casi lo consiguió: casi, porque salvó el primer debate, pero más que defender su programa se vio obligado a pasar buena parte de su tiempo al contraataque, por los continuos dardos que le llegaban a izquierda y derecha; sobre todo, desde el flanco derecho. Sánchez lleva 10 meses en campaña electoral permanente. El presidente ha sido guionista, realizador y principal actor de una secuencia política que ha durado casi 300 días y en la que aprobó un buen puñado de medidas con 84 diputados, pero, sobre todo, en los que trató de aprobar un Presupuesto, sin éxito, y de poner en vías de solución el desafío independentista, de nuevo sin éxito.
La Moncloa le da una indudable prima electoral. Y apareció en varias fases con el tono claramente presidencial que le otorgan las (falibles) encuestas. Pero el debate fue fiel reflejo de la degradación de la vida pública y las tensiones extremas de las últimas semanas, y anticipa un Parlamento difícil y fragmentado en el que no va a ser fácil acordar posiciones comunes ni para la desaceleración que viene ni para la crisis territorial.

Golpeado
Como cabía esperar, nadie ganó el debate; al menos, nadie con claridad. Pero quizá sí hubo un damnificado: Casado perdió, al menos ayer lunes, muchas de sus opciones en esta campaña, emparedado por los ataques de Sánchez -con continuas alusiones a la corrupción y un golpe bajo por las 127 iniciativas votadas de forma conjunta en el Parlamento vasco por PP y EH Bildu: “¿De qué color tiene usted manchadas las manos?”- e incluso de Rivera. “El milagro económico del PP está en la cárcel”, le dijo el candidato de Ciudadanos.
Sánchez empezó mal, pero se fue entonando y, en fin, no cometió errores de trazo grueso.
Rivera apretó de lo lindo, brilló por momentos y, si acaso, pareció algo pasado de rosca en algunos tramos: se pasó claramente de frenada con Cataluña. E Iglesias rehuyó los adjetivos descalificativos y trató de ganar delicadeza sin perder fuerza, con continuas alusiones a la Constitución: optó por las propuestas más que por el crescendo fogoso del resto y trató de desmarcarse del aire de plaga de úlceras de los otros tres candidatos. Y a veces lo consiguió: recuperó protagonismo con una defensa cerrada de la Constitución
División
Los dos bloques a los que tiende la política española se vieron con claridad tanto en economía como en la cuestión catalana. Casado y Rivera prometieron bajar o suprimir impuestos, en un tono muy Ronald Reagan; Sánchez e Iglesias abrazaron propuestas más keynesianas.
Pero el viaje de la herida a la cicatriz fue claro y distinto con Cataluña. “Me duele España”, declaró Rivera; “le da igual todo, pacta 21 medidas inaceptables con [el president] Quim Torra: es una emergencia nacional llevarle a la oposición”, le dijo a Sánchez.
Casado inquirió también al líder socialista por el indulto a los políticos presos y le reprochó que “pacte con quienes quieren romper la unidad de España: los proetarras de EH Bildu y los que quieren la vía eslovena -con casi 70 muertos-, los independentistas catalanes”.
Por el lado izquierdo, Iglesias y Sánchez coincidieron: “Cataluña solo se arregla con diálogo, diálogo y diálogo”, apuntó el líder de Podemos. Sánchez reiteró que no va a haber “ni referéndum ni independencia” en Cataluña, e invitó a los partidos secesionistas “a volver a la vía estatutaria y a la Constitución”. Y se negó a hablar de “indultos preventivos” a pesar de las invectivas de los candidatos del PP y de Ciudadanos.
Fue la primera confrontación de ideas y posiciones -hoy tendrá lugar la segunda en TV privada- antes de las elecciones generales del domingo.
Casado debatió solo con líder del PSOE
Quería un cara a cara y al final lo tuvo. Pablo Casado quería batirse en duelo con Pedro Sánchez, es decir, subrayar -ahora que dos partidos le hacen la competencia- su papel de líder de la derecha, de la oposición. El presidente del Gobierno no se prestó a ese debate a dos, pero el líder del Partido Popular se comportó durante la hora y media de programa como si lo fuera. Ignorando a los otros dos líderes políticos en el plató, el del PP dirigió toda su munición contra el socialista.
Al término del debate, Casado presumió de “moderación, tono constructivo y rigor en las cifras”. El líder popular, como habían anunciado fuentes de su entorno, bajó varios decibeles el tono, acusando a Sánchez de “preferir las manos manchadas de sangre”, por sus supuestos pactos con “los proetarras”. Era una estrategia deliberada.